Había dormido toda la mañana y me desperté entonces, a media tarde. Me sentía completamente vacío, como si esta tarde cansada fuese una escena de teatro, en la que solo actuaba yo, y las butacas estaban vacías. Me dolía la cabeza.
El Chat estaba vacío, a excepción de varios chavales insultándose entre sí sin tan siquiera conocerse: la máscara tras la cuál uno podía esconderse y hablar resultaba atractiva a muchos personajes sin sentido ni figura.
Mamá y Papá resultaban ser maniquíes, como siempre. Ambos dormían en el mismo sofá arrugado, donde aún la tele emitía programas con gente tan vacía como ellos. Ellos y yo, una estampa familiar entristecida por los muros que se alzaban entre nosotros, la puerta cerrada y la llave en el fondo de mi ermitaña tristeza.
Resolví por bañarme, ya no aguantaba el olor. Busqué ropa que ponerme y allí, en medio de un tonel de libros de amor y desamor, estaba su retrato más vívido. Hacía año y medio que su recuerdo más cercano era aquella foto de plástico, y sentía así, con frío en las entrañas, como la esperaba se me alargaba más y más.
Recordé algo, algo gracioso y sin sentido, y sonreí. Un vago recuerdo proyectado hacia dentro.
Marqué el número y esperé. No tuve que hacerlo demasiado.
– ¿Sí?
– Hola.
– Hola. ¿Qué tal?
– Bien
– Sí, oye, ahora no puedo hablar. ¿Hablamos más tarde? ¡Calla, tú!
– ¿Qué?
– Nada. No era a ti… Bueno, adiós.
– Adiós.
…
El agua tardó horas en calentarse, y cuando por fin lo hizo no había demasiada. Me desnudé delante del espejo y me miré. Nunca me quejé de mi rostro, pero mi cuerpo era enjuto y desafinado.
Supuse que no había por que esperar más. Encendí la radio y cerré la puerta detrás de mí.
…
Subí el volumen al máximo, y nunca supe si Mamá y Papá seguían dormidos entonces, o si los tenía desde ya acostumbrados al ruido.
Nunca supe que Papá se despertó por el ruido de algún anuncio, que entonces gritó a mi madre que despertara y ambos se contagiaron la mala leche como siempre. Era de esperar, su siesta y el enfado iban cogidos de la mano.
Nunca supe que entonces dejaron de estarlo y estallaron en carcajadas que yo odiaba, por que había aparecido en la pantalla Loqueros, su programa favorito. Entonces aparecía un hombre en la pantalla hablándole a una estatua gritándole que le devolviese su dinero, que por estar quieto no se salvaría de nada.
Nunca supe que mi padre llamó tres veces a la puerta del baño y recién tiró la puerta abajo. Jamás pude ver como mi propio cuerpo flotaba en el agua enrojecida por la sangre, ni los llantos de Mamá y Papá observándome sin comprender, mirándome como el gran interrogante de sus vidas.
Saludos:
La gran intensidad de tu texto radica en que todo lo descrito es “posible”. No estás creando un mundo de ficción, sino que ahondas en lo circunstancial, en lo riguroso de la existencia. Me ha gustado tu momento “distancia”. Dentro del texto parecen moverse diferentes tiempos, diferentes dimensiones y tú eres el narrador de cada una de ellas. BUen estilo y claridad en tu búsqueda. Saludos.
Buena forma de narracion, no se puede perder el hilo de la historia. La tristeza y desolacion de la historia es bien transmitida, muy comun en estos dias como ya lo menciono Grekosay, personalmente me quedo con el final, “ni los llantos de Mamá y Papá observándome sin comprender, mirándome como el gran interrogante de sus vidas.” Ellos aun se preguntan por que hizo lo que hizo? Es tan triste ver a todos ser parte de algo tan vacio y ser uno, el unico que lo nota. Saludos a distancia.
La idea del todo se resume en esa última frase que me has dedicado.
Gracias por el comentario, un abrazo.