El Cuervo Remanente (1ª parte)

Dicen, pero no aseguran, que en la parte más seca de La Mancha existe un árbol que no puede ser arrancado. No lo aseguran porque todavía lo siguen intentando y, como todo el mundo sabe, tarde o temprano algo acabará pasando.
La historia se remonta hacia los tiempos que ya nadie recuerda, cuando los muertos aún seguían vivos y la tierra aun era libre para dejar crecer el romero, cuando tan solo con la voluntad de tener vida, ésta podía ser vivida.

Cuentan que un tipo, cansado de estar con otras personas se fue caminando con lo puesto hacia donde se esconde el sol entre las lomas.
Una muchacha de diez años que le vio marchar, después de treinta años más, decidió irle a buscar. A ella se unió un grupo de personas, asegurando ser familiares cercanos del viajero, que habían estado esperando su afortunado regreso.

Prepararon un burro con esmero, bien cargado de pan, vino y queso, y al siguiente amanecer partieron.
Caminaron durante tres días adentrándose en las montañas. Al no encontrar pueblos cercanos y conociendo historias de fieras hambrientas que devoran a todo aquel que en ellos se adentra, supusieron que tan solo encontrarían sus huesos.
Cansados y desmotivados al llegar a un valle, decidieron el regreso.
Acampados junto a un rio, hicieron un fuego y antes de dormir comentaron con chanza lo disparatado de aquella andanza.
La única que no comentaba era la muchacha que le vio marchar, ahora ya mujer que apenada y ausente, entre lágrimas pensaba en el motivo de su tristeza.
Una voz en la maleza dijo:

<< En mi caminar veía y escuchaba, para mí eso era algo nuevo, con los pies desnudos.
Al cabo de mucho aprender llegué a un rio, sentí cuanta sed Tenía y bebí. El rio atravesaba el valle donde me encontraba. Entonces muy para mis adentros y después de mucho tiempo, pensé:
“Esto debe ser una longuera”
Una longuera es llamada a una porción de tierra más larga que ancha, ni demasiado pequeña ni demasiado grande, donde generalmente se cultiva algo.
Y con tranquilidad decidí instalarme.
Anduve y anduve por La Longuera conociendo a las plantas, a los animales, al aire y hasta ahora sigo caminando. >>

Se armó gran revuelo.
Sorprendidos, medio excitados, medio miedosos agarraron candiles y palos. Durante horas buscaron al viejo extraviado sin encontrar cosa alguna mas que algún vuelo de lechuza o troncos huecos de árbol.
Al amanecer reanudaron la búsqueda por el valle. Miraron por todas partes, sobre las piedras, bajo la maleza, en las cuevas, en las copas de los árboles pero no encontraron al viejo.
Suponían, conjeturaban sobre lo pasado entrelazando el suceso con las historias de miedo que cuentan al dormir las abuelas a los nietos:

<< Es El Demonio. >>
<< ¡No!, ha hecho un pacto con El Demonio. >>
<< Será un brujo, hemos de andar con cuidado. Los brujos echan el mal de ojo, me lo dijo la señora Palanquina. Dicen que La Palanquina tiene más de ciento veinte años. >>
<< Lo que le pasa a La Palanquina es que de vieja, se volvió loca. >>
<< Esta tierra está maldita. >>
<< No habrá herencia si es un brujo. >>
<< No quiero una herencia maldita, mis hijos no me lo perdonarían. >>
<< Tus hijos no te perdonan ni que seas su padre. >>
<< ¡Repite eso y te abro la cabeza con este palo, ¡mal nacido!!. >>
<< No quería ofenderte, solo decía que tus hijos... ya sabes, que los hijos siempre quieren más de lo que un padre puede darles... ¿Cuántos años tendrá el viejo?. >>
<< Tantos o más que La Palanquina. >>
<< No puede ser. ¡Oye María, ven!. ¿Cuántos años tenía el brujo cuando lo conociste? >>
<< No es un brujo, ¿qué estáis diciendo?. Yo recuerdo que ya no era joven cuando se marchó pero lo que es seguro es que era un hombre bueno. Lo que pasa es que teméis lo que no podéis conocer y queréis lo que no podéis poseer. >>

Se escuchó, retumbando en las paredes de roca, una carcajada ronca y alegre.
En las mentes temerosas de los que aseguraban ser familiares, se formo la imagen de un cuervo gigante graznando sobre sus cabezas. Espantados corrieron de un lado hacia otro, pidiendo perdón, clamando a Dios que les protegiera.
María alentada miró hacia las rocas y vió una figura enjuta, sentada con los brazos apoyados en las rodillas, al pie de un gran árbol. El viejo tenia un aspecto demacrado. El cuerpo desnudo delgado como un junco, la piel cocinada por el sol oscurecida en libertad que casi se fundía con la madera, las barbas largas y crespas, el cabello cano enmarañado y la mirada perdida en lo profundo del valle.

<< ¡Mirad!. Veis como no es un brujo, tan solo es un hombre en libertad. >>

(Nota: No se pudo enviar completo. A continuación el final)

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