Desorden que acompañas al genio, y que lo único que prueba es que el genio es terriblemente fuerte.
Que nace del caudal que chorrea sin parar de mis pensamientos, que quieren a toda costa evitar su muerte. Y que las palabras queden impregnadas en el tendente papel de la historia, construida por letras inertes.
Desorden si, pero en lo superficial, en los quehaceres cotidianos que están siempre presentes.
Que indignan al interior, meticuloso y organizado en ideas siempre coherentes que impulsan el dominio controlado al intentar conducir el exterior de las acciones y locuras sin suerte.
Acabando con coraje de inventar estas frases, para que suenen valientes.
Obra de locura que impregnan estas letras que sumisas voy colocando, una a una, con que construir la tapia de ladrillos que tape la estampa de la belleza exterior de paisajes y lagunas, que se muestra con la rabia natural de la salvaje cordura del interior de mi mente siempre hambruna de aprender de los sentidos naturales del alma, la quietud, las estrellas y la luna.
Instinto que la razón no puede llegar a entender; aún cuando el ojo de la imaginación, separa el límite del horizonte, donde la línea oscura que separa la mar del cielo, forman la cúpula de luz que da vida al monte, para que las criaturas que en él viven, plasmen sus raíces, por medio de la rueda que manda el consorte del más bello milagro existente y latente que la inclinación natural que ha dado la vida, haya sido una suerte…