Algunas horas se interpretaban como insoportables paréntesis que aumentaban en ella, algo parecido a la ansiedad.
Otra vez el tiempo -enemigo íntimo- burlándose de sus intrépidos sentimientos de muñeca derrotada; se desplazaba sutil y solemne frente a sus ojos de mármol destejido.
Qué desfile tan hipócrita, ese tiempo imperdonable, ingrato, como impenetrable, como oscureciendo la única luz de sus sentidos, ya atrofiados por la sal.
No existe el final si no se espera con abanicos, no existe una despedida que desnivele el tiempo, que abarque infinito, que trascienda la lucha sombría de la conciencia. No existe una razón.
Jugando a ser una pieza de tul, deshaciendo la lógica de una ciencia aparte -que aún debe descubrirse- escuchaba la danza de palabras perdidas, que entumecía hasta el más triste y recóndito deseo de abrazo.
Un comentario sobre “Puertos de Mal II”
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Me has recordado al libro “Desencuentros” de Sepúlveda, al desencuentro con uno mismo, he sentido muy dentro algunas de las emociones de ese desencuentro, un abrazo