Me contaban de niña mis abuelos que antes de la Guerra Civil hubo, supongo que en todas las grandes ciudades españolas, una gran cantidad de chinos vendiendo collares y abanicos por las calles. Los vendían a peseta la unidad.
Actualmente, muchos años después de que el modernismo lo descubriera y lo reflejara en sus obras, hemos vuelto al orientalismo. Irremediablemente, como si estuviéramos a finales del siglo XIX, como si fuésemos modernos Gaudís (¿o Gaudíes?) reflejando en el Parque Güell de Barcelona las formas aprendidas de la naturaleza durante su visita a Capadocia. Claro, nuestro mérito no llega a tanto, pero ¡vaya si ponemos empeño!
Lo oriental vende. Y no me refiero a los “Todo a 1 euro” ni a los restaurantes chinos. No. Nos gusta jugar al Taipei, al Mahjong, hacer Tai-Chi, Yoga, consultamos el I-Ching (el libro de los cambios o las mutaciones), acompañamos nuestra comida en casa con salsa de soja, nos gusta cada vez más el arroz y las comidas con poca grasa, nos chifla el sushi, cocinamos en woks, nos hemos aficionado a los sabores agridulces.
La ropa de corte oriental tiene una gran aceptación entre las mujeres. Hay una marca que realiza todo tipo de prendas con un aroma inconfundible, europeizado pero a la vez con una clara influencia de formas y colores del Oriente. Estoy enamorada de esa ropa y quiero comprármelo todo, absolutamente todo.
Nos gusta también esa tendencia para la decoración de nuestras casas. Nos encantan los futones, los estores chinos (o como se llamen), las cajas lacadas, las que imitan hueso o marfil, los platos pintados japoneses. Los arreglos florales, cada vez menos parecidos a lo que era tener hace unos años un jarrón con claveles o rosas.
Con casi total seguridad, el chino será el idioma del futuro, a estudiar por todos aquellos que ahora son niños. Difícil lo tienen, porque al parecer el idioma se las trae. Para empezar, nada ni remotamente parecido a un alfabeto. Como la escritura se compone de ideogramas, la cuestión de su aprendizaje debe ser tremendamente complicada. Porque ¿cómo penetrar en las profundidades de la mente de un pueblo que ha creado tal lenguaje, si no llegamos a manejarnos bien con los misterios de las lenguas germánicas, por ejemplo? Y eso que somos prácticamente paisanos…
Curioso texto, Carlota. Pero expones un criterio con gran visión interpretativa y sobre todo das a conocer un punto de vista verdaderamente real. ¿No está orientaliando la globalización mundial?. Posiblemente nustros descendientes nos lo podrán confirmar.
Quería escribir algo ligero y jocoso. Pero lo cierto es que la magia de Oriente nos persigue todavía, pese a la globalización.
Ahora, lo de la ropa de marca de tipo oriental te juro que es verdad. La adoro.
Un saludo.