.rencor

Tiene frente arrugada,
Aliento a mortandad,
Ojeras pesadas,
Y huesos de carbón.

Piel de ceniza,
Zapatos de tacón,
Labios de cianuro,
Corazón…

¿Un corazón?
¿Desde cuando el rencor
Tiene en su pecho
Un corazón?

3 comentarios sobre “.rencor”

  1. Hola Hacaria. Muy buena descripción del rencor hecho persona.
    Lo de los “zapatos de tacón” me pone un poco nerviosa ,jaja-
    Alguna vez sentí rencor y es algo horrible de sentir.
    Terminé perdonando, es lo mejor, aunque cuesta mucho.
    Abrazo

  2. Muy bueno, Hacaria. Ese inicio de “tiene la frente arrugada” quizás sea algo más que una simple anécdota. Quizás la frente sea más tersa en quienes menos deseamos envejecer porque tenemos un corazón donde nunca anidó el rencor. Tal vez lo del aliento a mortandad, las ojeras pesadas y los huesos de carbón sean propios de esos que moribundean (perdón por este nuevo tiempo verbal de lo que es propio de los moribundos). Me hizo hasta cierta gracia el aliento, las ojeras y los huesos; pero son propios de especies de zombis. La piel de ceniza me suena a cigarro que es más que tabaco (quizás me exprese mejor diciendo porros). De los zapatos de tacón podrían hablar mejor que yo quienes merodean por lugares madrileños como Chueca pero yo no busco escribir nada sobre chuecos. En fin, que los labios de cianuro son aquellos que envenenan el alma humana a través de los corazones donde anidan el rencor. No creo que en un pecho noble encuentres jamás un rencor sino, más bien, una proclama: la de que se vive mejor y mucho más no siendo fuente de rencor (lo cual no dice que no tengamos el derecho a analizar el rencor, opinar sobre el rencor, o escribir algo sobre quienes tienen tanto rencor que llegan a odiar). Amigo Hacaria: del rencor al odio hay menos milímetros de distancia que de un ser envidioso consigo mismo. Te felicito por el texto. Me ha hecho dialogar. Un abrazo sincero.

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Rencor

Las noches largas ahora no terminan…
Siempre con el corazón a la sombra, siempre intentado huir de algo que no me persigue.
Nunca pensé que lo pensaría. El desear verla sufrir. Verla abatida a mis pies llorando y pidiendo el perdón que nunca le daré.
Le dí todo mi corazón, todo mi tiempo y amor, y ella sólo rió.
Se rió de mi. Jugaba con lo que para ella no eran mas que simples juguetes, mientras seguía buscando qué más podía darle.
Una traición duele. Duela más el haberla visto venir y duele más el no haber oído el murmullo del viento antes.
Aquel murmullo que quién sabe de donde viene, pero decía la verdad. Decía que simplemente perdía mi tiempo. Ese tiempo que echaré de menos.
Como deseo verla abatida. Verla derrotada en el juego que siempre ha jugado, en el juego que ella inventó.

Un comentario sobre “Rencor”

  1. El rencor sólo puede dañar al que lo siente. Es una de esas emociones en las que no debe uno autocomplacerse, bien está reconocerla y reconocerse en ella para seguidamente intentar eliminarla.
    Y, como tú dices al final, es una clase de amor, aunque sea de amor traicionado. Pero eso no debe darte miedo, el odio y el rencor deben ser tu motivo de temor.
    Un abrazo.

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