Otro Puerto

Entre las líneas de un mapa
circular que dibujaba el atropello
ensimismado de la espera,
algunas voces solían venir
a buscarme, envueltas en
finos tapados de cristal,
que destellaban un millón
de luces maquiavélicas.
Eran tiempos de alquiler,
de horas pasadas bajo
tumultos enardecidos
de insignificancia.

Eran canciones huérfanas
de aire por respirar,
hermanas del hechizo
de no querer existir,
y de fundirse en crueles adioses.
Era la garganta atragantada por
la ranura del espacio aquel en que
todo parecía parecérsele.
Y la historia que se camuflaba
en su boca, no era ya historia,
sino segundos, sino tragedia;
el motivo manifiesto de una tertulia
contaminada por charcos de
letanía, por los Puertos de Mal
del principio suspensivo.
Terminó por convertirse
en una estrella dionisíaca,

acaso los fragmentos que decapitan el adiós
ya se han fugado -preguntó-.

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