En la catedral de la ciudad valona de Namur, famosa por su Ciudadela del siglo XIII, existe una tumba con el corazón de Don Juan de Austria y una placa a su memoria, mencionando su fallecimiento en dicha ciudad, lo que me llamó la atención al visitar la ciudad. También me llamó la atención ver en una de sus calles un torreón donde se veía el escudo imperial de Carlos I.

A grandes rasgos y dejando aparte todo lo azaroso del destino de este hijo natural del Emperador y hermano de Felipe II, que no fue reconocido por el primero hasta poco antes de su abdicación y reclusión en el Monasterio de Yuste, son curiosos los cauces por los que discurrió su vida. Y me parece también curioso el emplazamiento de su sepulcro en el Monasterio de El Escorial.

Fue criado en Leganés, Madrid, por un violista de la corte imperial, posteriormente fue llevado a Villagarcía de Campos, Valladolid y de ahí a Cuacos de Yuste, momento en que el Emperador conoció al niño. Posteriormente se educó en la Universidad de Alcalá de Henares.

Son conocidas sus campañas en la rebelión de las Alpujarras, su victoria en Lepanto, la conquista de Túnez y finalmente su marcha a los Países Bajos.

Finalmente, invadido el Flandes español por dos ejércitos, el uno francés y el otro financiado por la reina Isabel I de Inglaterra, Don Juan cayó en tremenda depresión, enfermando de fiebres tercianas y falleciendo en la ciudad de Namur, sitiada.

En el Monasterio de El Escorial está su sepulcro en los panteones reales. Y decía antes que me llamaba la atención por su colocación. Según se accede a la estrechísima cámara, casi un pasillo, donde se encuentra el bello sepulcro, lo primero que se encuentra es la cabeza de la estatua yacente que le representa, con su armadura pero sin guanteletes para indicar que no murió en batalla, y hay por tanto que adentrarse en la cámara para poder ver el monumento completo, pero sin tener en realidad una buena perspectiva. Quizá se deba a que fue enterrado con la misma falta de generosidad que le persiguió en vida y que nunca le permitió conseguir su sueño de ser Infante de España.