camino. dos pasos adelante y me detengo. escucho una voz, quizás la mía o la de alguien de por acá y me grita, y me pide que le escriba.
entonces yo estaba mirando un cuadro y luego el marco del cuadro y luego la pared entera que contiene al cuadro y el enchufe y un espejo, más allá un sillón sin almohadones. la lámpara en el piso me devuelve lo que queda de mi luz y se traga un poco. un florero ¿un florero? también en el piso y pienso que la alfombra, dadas las circunstancias quedaría bien en el techo, después de todo es azul y tiene rombos celestes. una vela amarilla consumida hasta la mitad y así veo la mitad de mi vida que puede ser ya, o en cualquier momento porque en realidad no lo se, y pienso en las palabras de una pantalla, no lo puedo creer, pienso en la cáscara violeta y que se apague la luz que quiero dormir pero no puedo, y camino y no puedo dormir , y me siento, otra vez, el espejo me mira, si, y pienso, qué pasa aquí, está lleno de lagos funestos, recuerdo el rostro de un niño escolar y el cuaderno de deberes y la hora de la merienda, pero lejos, solo para no recordar lo que no conozco, al fin.
así habíamos hablado de cuando uno se entrega a la catarsis –quien pudiera decir entrega de par en par en la boca- y se sale, des-molda, corre, se zambulle, pelea, ambiciona y vuelve, vuelve a buscar lo que sabe le gustaría encontrar y entonces cree que lo encuentra sólo porque se encontró a si mismo un momento atrás mirando un cuadro, la pared el enchufe el espejo y el sillón. no existe. por qué tengo que decir esto. ya no digo, solo camino, pero por qué encontré esto, qué es; que quiere decir(me) ¿soy yo? y la niebla como única poseedora de lo real, y la voz que escucho conozco y desconozco, y me grita, y se tuerce el cuadro debo estar martillando mal la pared, y la luz tenue, tan tenue, entonces estoy sola y habíamos hablado una vez, dos, tres. y yo no sabía lo que necesitabas, perdón, pedías paz, pero como íbamos a desvanecernos en esa paz buscada si lo real es la niebla y está lloviendo y no se detiene. entonces la música canta sola, sin ayuda y los versos/frases compiten con mis ganas de (no)decir. y había una pantalla, solo una pantalla, un recorte o una letra a tiempo antes de que todo se hiciera más y más oscuro y no buscaba parecerse a mi, simplemente era y no podía dejar de ser. entonces le dijo tuércele el cuello al cisne, pero no era su plumaje lo que engañaba, era solo la verdad, estaba ahí, estaría en algún lugar de esa ciudad esa noche, entonces estaba sola, ese era el caso. y la noche por la ventana no tenía nombre, era una mas que no podía dormirse y no podía cantar aunque escuchara la música y el cañaveral, que locura, un pozo, el pozo, no sabía si lo conocería o no, no sabía si era; si era alguien o simplemente me había adueñado de la nada, entonces pensaba en los rasguños y nada existía, el Maestro intentaba sonar. no, nada no existía. entonces alguien me había recomendado mandarle cartas a extraños parciales y pensé cartas eran las de antes, con tinta y hoja blanca y meses de espera y aquella noche había vuelto a preguntarle si le hubiera gustado nacer mucho, mucho tiempo atrás, y de bruces mirando, entré en el dulce racconto de ser yo y traerte. y por un momento la sonrisa intentó esbozarse en el rostro de quien creía ser, o era yo, yo ahora pero no yo misma, es decir si en realidad hubiéramos sido o podido ser, quien sabe. y ya me quiero dormir y no quiero metáforas ni cuentos de hadas, solo recordar la voz que me sigue (per)sigue gritando y va a llegar un momento en que se ponga ronca de tanto gritar, de tanto decir paaa, y había un violín la música y por suerte el final nunca se sabe, y las palabras son testigos y algunas letras forman aquí puntos suspensivos.