No sabía qué hacer. El semáforo señalaba parpadeante la luz roja y los coches bajo la lluvia bramaban. ¿Cruzar? En este desesperada duda se me cayó el pañuelo a la acera. Me agaché a recogerlo. Rocé con mi cabeza el bolso de una señora. La señora me miró creyendo que trataba de robarle el bolso. ¡Un grito en el semáforo! Un bolso en mi cabeza, las gafas rodando. ¿Cruzar? La intensidad del momento me hizo dudar. Me levanté y miré a la señora dándole un empujón…¡Cayó sobre el asfalto! ¿Cayó sobre el pañuelo? ¡Todo el horror de una tarde de lluvia ensordecida por las bocinas de los coches! ¡Asesino! ¡Asesino! Un inmenso colapso mental se apoderó de mí. Retrocedí hasta el Cajero Automático y saqué unos euros…euros…euros…