Volvía a casa en autobús, cuando al llegar a Las Ventas salía el público de una corrida de la Feria de San Isidro. En la parada se ha subido una avalancha de gente, principalmente mayores de sesenta, a los que se reconocía por llevar una sólida bolsa de plástico con las almohadillas para sentarse dentro, o los jerseis, o qué sé yo qué. También se les reconocía porque a pesar de que la tarde no amenazaba lluvia llevaban paraguas, que algunos esgrimían como si fuesen estoques antes de entrar a matar.
Subieron con mucho jaleo al autobús, no paraban de hablar de faenas, de aburrimiento (sospecho que la tarde de algún matador no fue buena), pero sobre todo hablaban fuerte y un poco exaltados. Alguna señora que subió y tuvo que quedarse de pie nos miraba furibunda a los que íbamos sentados; quizá pensaba que deberíamos cederle el asiento.
El autobús iba hasta los topes, por momentos iba ganando en animación, y llegué a pensar que acabaríamos cantando todos a coro algún pasodoble torero.
En la parada del hospital, la gente que salía de visitar a sus enfermos tuvo que quedarse sin subir al autobús porque iba hasta los topes. Y así día tras día durante este mes de mayo. Les queda todavía una semana de padecimiento.
QUe sufran. Para eso existen los planes de autofinanciamiento de GM.
El Villano
Es cierto que la fiesta siempre trae molestias a las personas más necesitadas de tranquilidad y ayuda. Y encima fracasó el torero de la tarde…