A Adriana

Mi glabro corazón
en su momento abastado
con caricias de seda
que brindaron tus manos,
pregunta por tí.

“¡Es hora de abarse!”
me grita un anciano;
su sabio coloquio
descampa mi llanto.

“¿Abdicar? ¡jamás!”
-respondo irritado-
pues esa mujer
desudó mi frente
en momentos nefastos.

¡Brugo, continúa,
sigue ayudando!

Su lezne promesa
me sigue doliendo…
¿Adriana la ‘heroica’
me ha traicionado?
¿Acaso su arenga
en momentos malos
fue ñaque? ¿quién sabe?…

Yo sigo adelante
mas voy al pasado…
‘¿Futuro existe?’
pregunto sangrando.

Puñal en el pecho,
hoja de diamante,
desnuda la noche
y me siento vivo,
te sigo buscando.
Indago e indago;
no hallo ni un dato.

Me marcho a tu patria,
tus raíces, tus pagos…
preguntan la hora,
cabizbajo respondo:
“once menos cuarto”…
pero, ¡un momento!
¡esa voz la conozco!
Giro mi cabeza
y ambos nos miramos
y ahí estaba ella
con una sonrisa
mi alma sanando.

“¡Resucité!”- me dije;
le tendí mi mano…
De repente oigo:
“¡ven, tío, despierta!”
-estaba soñando-

Las lágrimas vuelven;
estoy empapado
en sangre invisible
al ojo humano,
pero no a mi espíritu:
sensible, muy blando…

(Un año después)
¿Lo habré superado
gracias a esa chica,
verdadero amor encontrado?

Aunque tu vacío
ni Dios ni sus santos
llenarán de dicha
a este pobre humano,
que busca a su hermana
(maestra en el campo).

¡Hasta que desisto!
me marcho a la “Heroica”
y frente a la plaza
entierro impotente
mi puñal dorado…

Última palabra: Adriana;
supongo en mi mente
pregunté en el ocaso:
“¿Por qué me has dejado?”

Deja una respuesta