y ahí estaba él, resplendeciente en su traje de cincel. con su mirada lanzada al viento, sumergido en una coraza de admiración, de respeto. intimidaba. intimidaba hasta el desarme. invitaba a la rendición en una larga cola. una rendición que yo no rechacé, y ni aun habiendo querido hacerlo lo habría hecho. no estoy hecho para desafíos, sólo para medallas. rendirse implica arrepentirse, arrepentirse del desafío infantil y rebelde, y yo me arrepentí. quise hacerlo. y de ahí nació. no nació de un sueño o de una idea, sino del rechazo de ambos. y de su llanto sólo se sacaba un clak, y un clik quizá. a golpe de martillo me desafiaba, y yo me rendía, o nací ya rendido.
y aquí estoy, derrotado y desnudo, inclinado y postrado. desecho. rendido ante una figura digna. exento de hálito. sin más fuerza que para recordar un clak, y un clik quizá.
y aquí estamos, uno frente al otro, yo con su libertad en una mano y en la otra su belleza. él con las mías robadas, o regaladas, o relevadas. yo en manos de quien, sin libertad, consiguió quitarme la mía con su belleza. él en un rincón. yo en su rincón. sin vida vivo muerto, por él, testigo eterno, semblante de mi triunfo, triunfo de mi ensamble.
palabras de un escultor frustrado, que el alcanzar su perfección supuso perder su identidad. palabras de quien con paciencia, espera a que suene un clak, y un clik quizá.