No sabes qué vacío has dejado, a pesar de tu edad, de que ya prácticamente no salieras a la calle, de que te emocionaras con tanta facilidad…
No quiero recordar el que eras recientemente, sino aquel de mi niñez, siempre concentrado en sus quehaceres, arreglándolo todo, calculándolo todo. El amigo inseparable de mi padre, tu hermano. El que tanto se ilusionaba con las enriquecedoras (que no ricas) Navidades de entonces, con las Noches de Reyes en que salíais a buscar a los Magos para decirles que había tres niñas que les esperaban, no fuera a ser que se les olvidara pasar por casa; y las mañanas del 6 de enero en que mis primas y yo nos enseñábamos, con ojos brillantes, los modestos regalos y el complemento indispensable, las botitas de chocolate llenas de bebés de azúcar.
Me alegro de haberte visto por última vez el martes, cuando parecías estar tan bien, dos días antes de que nos dejaras. De que te hayas llevado contigo mi ramo de flores blancas, de que el lugar en que descansas esté a apenas treinta metros del de mi padre.
Espero que cuando hayas llegado al otro lado te haya salido a recibir tu familia, nuestra familia, los que se habían ido antes que tú.
Hola… muy bella la forma de apreciar la vida y la muerte en un solo sentimiento de “te extraño”. Se ve que apreciaste a esas personas en vida y saboreaste los momentos, lo digo por las flores dadas tres días antes, por qué esperar para decir “te amo”, o para decir “te quiero”. Muy bien, la sencilles y la esencia de la felicidad, de las tres niñas. Un abrazo a la distancia Laguna.
Muy tierna tu carta de despedida y de saludo a la misma vez. Se nota que quisiste mucho a esa persona. Has escrito un lindo texto Laguna. Te deseo felices fiestas.