A tí, que la vida te dió la espalda

No consigo escribirte nada,
no consigo ponerme en paz con mi alma
mis gritos son demasiado altos para pararlos
mi mente no consigue apaciguarlos.
hoy he vuelto a leerla
y me infundé en la más eterna sensación de amor
cuando la vida pidió el dejar de verla.

Mis pelos se empiezan a erizar,
mi mente corre detrás, la ve sentada en mi salón,
os ve, mirando por el balcón
y llora, llora mi alma eterna
llora de dolor, de desesperación
¿Por qué te la llevaste?

Mi garganta se estruja
y cerrando el telón
ante mi inútil vida,
me hundo en la más absoluta tristeza
que mis ojos ocultados de esperanzas
lloran, amigo mío, con tu pena.

Y es que ella moría
y moría con el intento de haberte visto por última vez,
moría con el suave tacto todavía fresco de tus labios
moría tras un noche de placer
se dejaba caer en el asfalto caliente
que a tantos les ha hecho perder.

Aun cuando te dejó seco la vida
se te nota rebosante de humanidad
algún día te recordaré las risas que me hicieron soñar
ares todo corazón y humildad.
Y te siento, amigo, créeme que te siento.
no te merecías quedarte sin lo más preciado
no, tú no.
Tú que cuando leías mis poemas
tu alma se oía
y que ahora se ha quedado vacía.

Me da igual cómo fue
mataría a los que intentar creer
que pueden saber
a todos, uno a uno,
hasta dejarte sólo ante el mundo
ante la esperanza de seguir viviendo
ante la amistad y lo eterno
entre sus risas y su anhelado cabello.

2 comentarios sobre “A tí, que la vida te dió la espalda”

Deja una respuesta