-0Si te quedaras, seríamos felices.
– No lo dudo. La felicidad es un producto publicitario0tan de esta época que n creo e~contrar otra razón mejor para vivir. Y eso me da miedo.
– ¿Temes la felicidad?
– ¡Cláro! ¿Acaso tú no?
– Pues, no sé.
– ¡Ves! Incluso ignorar la felicidad es más sabio que desearla. El hombre y la mujer comúnes, ni siquiera lo piensan. El deseo de felicidad es un derivado moderno, un placebo para las “masas educadas”. Los simplones son más sabios en este respecto.
– Cierto, soy una simplona, ¿verdad?
– Pues, no me lo tomes a mal. No pretendo hacer de esto una ofensa, es más bien un cumplido. La complejidad de la personalidad “moderna” me parece más bien artificial: como los adornos y extravagancias de un nuevo rico.
– No entiendo.
– Mmm… sólo creo que la humanidad no existe para un objetivo tan limitado como la riqueza material.
– …
– ¡Disculpa, soy un merolico! Nunca aprendí a guardar silencio y me lleno la boca de palabras con mucha facilidad.
– No, esta bien. Sólo tú dices cosas como estas. Nadie más que yo conozca piensa así. Por eso eres especial para mí, por eso te quiero.
– Por favor, no digas eso. Me haces sentir como una mala persona.
– Pero eso no es cierto, tú no eres malo.
– Lo soy, en verdad. Te lo advierto.
– No me importa, así te quiero. Para mí tú eres el más bueno de los hombres.
– Mirame a los ojos…
– …
– ¿Lo ves?
– Sí, tú no me amas.
– Como tampoco he amado nunca y quien no tiene amor, no es bueno.
– Pero tampoco malo.
– ¡Jajaja! Me has escuchado demasiado. Tanto que comienzas a hablar como yo.
– Me gusta como eres, y además quiero ser como tú.
– ¿En serio?
– Te amo.
– … esas son palabras terribles.
Un comentario sobre “Antes del ocaso II”
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.
Los dialogos atrapan mucho. No se ven fingidos, parece que sucedio de verdad. El final es una afirmacion de la personalidad del hombre del dialogo. Saludos