Cuando la obra culmina,
el gran escenario
estrena su coreografía.
Otras son sus estrellas.
Una pareja catadora de besos,
veinte felinos uniformados
a la Marcel Marceau
y una orquesta de cámara
afinando un blues
entre charcos, humedad
y alcohol sin destilar.
Una voz ronca
(por tabaco sin registrar),
anuncia la melodía
que estremece
al trasnochador sin juicio.
Al que alimenta a su vicio,
a su principio,
de nunca dormir solo… .
Obediente,
persigue a sus pies
sin rumbo.
Clavando su mirada,
cada vez mas nublada,
en la invisible serpentina
que lo guía a la cama
de una mujer.
Ansiosa,
alarga la hora
esperando el efecto… .
La ruleta da sus vueltas
y comienzan las apuestas
entre la prostituta
y la inconsciencia.
Como una sesión
de hipnosis impuesta,
conduce al paciente
entre besos tarifados
y halagos memorizados
al profundo estado
del sueño.
Cambio de papeles:
el ebrio ya no bebe
y la almohada se ensancha
de amores verdaderos.
Familiares.
Compromisos
con la situación social… .
También la sátira
es parte del montaje.
Dos máscaras,
claramente identificadas,
dejan caer las butacas.
Una alfombra roja y de terciopelo
eleva el tul del desvelo
a un Chaplin conmovedor.
En realidad, señor,
la obra jamas termina.
Los actores son
los que se inclinan
ante un público dantesco.
Escenario, guión y vestuario
cambian según el horario
y la pluma del
escritor.
En realidad, señor,
la obra jamas termina…,
y que alegría la de ésta ave cuando reconoce a sus pares… .
Gracias Diesel,
otro sano.
!Muy bueno Avelibre!. Sobre todo eso que dices que las máscaras siempre terminan por caerse y nos queda el alma al aire libre demostrando quiénes somos cada uno de nosotros y nosotras. Abrazote sano.