Atrapado por el enemigo (por Olavi Skoda y José Orero).

OLAVI SKODA:

En la parte final de mi caída en picado, experimenté el toque de esas fuerzas invisibles y bajé hasta su área de acción.

Claro, por aquél entonces no sabía darle una explicación correcta a esas experiencias…

Un día estando solo en el calabozo, tumbado en la cama, sentí que alguien me agarró muy fuerte, cerró mis ojos y comenzó a darme sacudidas. Intentaba abrir mis ojos y liberarme de ese alguien que me sujetaba pero no podía.

Pensé, quizás me he dormido y sin darme cuenta alguien ha entrado en la habitación y me está gastando una broma. Quería gritar pero no me salía la voz. Comencé a pegar patadas pero era en vano. Los pensamientos se me cruzaban: ¿Qué ? ¿Quién? ¿De dónde? ¿Qué es esto? ¿Que debo hacer? De la misma forma que fui cogido me soltaron. Era como si nada hubiera pasado, solo el silencio del calabozo me acompañaba.

No había sido un ataque de enfermedad, ni algo producto de mi imaginación, ni alucinaciones de un borracho, porque llevaba varios días en chirona y ya había pasado el mono.

Desconcertado y temblando anduve hasta la puerta y por la mirilla vi el pasillo, tranquilo y solitario. Esa noche no pude dormir pensando en lo que había sucedido, pero lo archivé al no encontrar una explicación.

Unos cuantos meses mas tarde esta misma experiencia se volvió a repetir; pero estando en el hospital. Otra vez me volvieron a coger, me cerraron los ojos y me dieron sacudidas, pero esta vez pude sentir la presencia burlona de alguien a mi lado.

El sentimiento de temor y desesperación era mucho más profundo que la vez anterior. Intenté gritar, separarme, pero no podía hacer nada. Era como un preso atado a un árbol a quien amenazaban burlarse de él.

Puedes pensar que se trataba de un delirium tremens o darle alguna otra explicación psicológica, pero no. Con todo mi razonamiento y mis sentidos al cien por cien pude seguir lo que sucedía. Sabía todo el tiempo donde me encontraba y no se podía comparar mi estado con el de alguien que está alucinando.

Ahora sí sé lo que sucedió entonces.

Esos seres espirituales malignos, poderes demoníacos, que atan a los que son esclavos del pecado se estaban moviendo al borde del precipicio en el que me encontraba. Y os cuento esto porque hay personas marginadas como yo que sienten el ataque de estos mismos poderes pero no se atreven a hablar de ello.

Si estás en esta situación, quiero decirte que estás al borde. Da un giro, cambia rápidamente la dirección de tu vida.

En esta última fase de caída en picado me decían muchas cosas, el médico me advertía, la policía me amenazaba, los asistentes sociales estaban hartos; unos se preocupaban y otros me criticaban.

Recuerdo a un compañero de habitación en el hospital que reprochándome me decía; “un chico tan joven y tienes valor para vivir destruyéndote”. El hombre estaba ingresado en el hospital haciéndose una cura de adelgazamiento, ya que los kilos extra estaban dañando su corazón.

Pensé, ¿quién de nosotros será más pecador, tú que eres un glotón o yo que soy un borracho?.

Nada podía parar mi caída, ni tan siquiera el miedo a la muerte que sentía cada vez que el médico me daba su diagnóstico. Ni los sistemas de frenado de la sociedad ni tampoco los frenos de mi débil voluntad, nada. Ese tornado que me arrebataba era más fuerte que todos los sistemas de frenado de los demás y de mí mismo.

Intentar frenar a un alcohólico o drogadicto en su fase de caída en picado apelando a su razón o a su voluntad o a las consecuencias, es como si a uno que se está ahogando le intentan salvar explicándole la teoría de la natación. Para auellos que no han llegado tan lejos un motivo razonable puede poner freno a la situación, pero llegado a esta fase es prácticamente imposible.

Cuando empecé a beber y a drogarme, de lo cual hace una eternidad, quería sentirme bien, y lo conseguía. Pero ese efecto placentero del alcohol de antes ya no se producía. En esta etapa no me apetecía beber porque la felicidad química ya no funcionaba. Pero había también otra razón por la que no quería seguir bebiendo, sabía ya las consecuencias. La velocidad me había hecho perder el control.

La drogadicción, el alcoholismo y otros problemas, no son sólo consecuencias de hogares rotos. Detrás de todo ello hay algo más.

Antes de acercarme en mi historia a ese poder que pudo parar mi caída, quiero iluminar ese lado que para mí también era desconocido.

En el mundo interior de la persona no sólo existen las áreas de la “cocina y el salón”. Todos los aparatos de la cocina pueden funcionar bien, la economía ser boyante y el salón elegante, es decir, que las relaciones funcionen bien, pero existe un sótano cuya oscuridad y soledad enturbian el interior de la persona.

Este sótano es un lugar que Dios ha reservado para sí mismo en nosotros. A ese lugar no se puede acceder con maquinaria humana, la cual sí puede ordenar la cocina y también el salón, pero en el sótano es ineficaz.

Cuando no dejamos que Dios ocupe su lugar hay oscuridad y todo pierde su sentido, aunque el resto esté bien organizado. Por eso muchos problemas que aparentemente parecen de salón y de cocina, son en lo más profundo problemas espirituales.

Sorprendente, pero sobre la base de mi propia experiencia, la droga y el alcohol son un problema espiritual, desesperados y falsos intentos de llevar luz a ese oscuro sótano.

Solucionar la drogadicción, el alcoholismo y otras adicciones obviando la dimensión espiritual, es un intento fallido de traer luz al sótano de cada persona. Porque la soledad en la vida, la vanidad y el sin sentido, emanan de ese sótano vacío.

En mi sótano reinaba una gran soledad y oscuridad. Por eso la velocidad de mi caída era tan rápida, porque la fuerza de la caída era proporcional a esa profunda oscuridad y soledad quw gobernaba mi sñotano.

JOSÉ ORERO:

No sólo se quedaron boquiabiertos y mudos sino que, cuando qusieron reaccionar, ya estaba yo totalmente recuperado del esfuerzo sobrehumano que tuve que hacer para escribir la gran novela “Setamor”. Entonces fue cuando de nuevo los envidiosos crecieron en número y comenzó el odio y la burla. Me castigaron, ahora, enviándome lejos de aquellas chavalas que tanto me gustaban fisicamente y a las que tanto admiraba por su personalidad, a un oscuro sótano sólo lleno de luces “de plástico”, “luces marmóreas” de esas de neón que te atacan las neuronas y destrozan la vista, el cabello y los nervios a los más débiles. Por eso algunos cayeron en crisis y los tenían que sacar rápidamente de alli.

Sin embargo aquel nuevo castigo me hizo más grande y mayor. Crecí espiritualmente mucho más de lo que ellos podían imaginar. Aquel sótano de “luces de neón” blanquecinas y de aspecto mortal era, en verdad, una liberación para mí. Me habían hecho más libre cuanto más encadenado a ellos me querían hacer. Además, para más inri, también hubo otras chavalas guapas, atractivas y con personalidad muy cerca de mí. Los machistas se las daban de machos y el enemigo pensaba que poniéndome en una máquina silenciosa (apartadas ya las máquinas de los ruidos) afectaría mi mente.

Es verdad que las másquinas de aquellos tiempos, que no tenían nada que ver con el Internet y las computadoras de ahora, destrozaban la moral, mientras te alienaban porque sólo eran números… números… !más y más números!… y todo ello a una velocidad vertiginosa. ¿Qué conseguían con ello?. Intentar doblegar a los rebeldes contra el “sistema” a través de la alienación y la enajenación mental. Por eso, de vez en cuando, algunos de mis compañeros de trabajo (amigos o enemigos que eso da lo mismo) caían bajo sus efectos “mortíferos” y tenían que ser trasladados a otros Departamentos. En realidad sólo fuimos dos los que pudimos soportar aquel ritmo infernal de números… números… y más números a toda velocidad (Parrondo y yo) mientras los demás (las mujeres las dejo aparte) quedaban completamente anulados como seres humanos con pensamiento propio… por eso estaban siendo preparados y aleccionados para seguir murmurando contra mí e insultándome a mis espaldas. Porque yo seguía gritando !!!LIBERTAD!!! y no lo hacía pidiéndola para mí PORQUE YO ERA DE VERDAD LIBRE A PESAR DE SUS MANIOBRAS PSICOLÓGICAS sino que estaba pidiendo Libertad para ellos… precisamente para quienes murmuraban, me traicionaban y me insultaban a mis espaldas.

Yo seguía con mi sonrisa bohemia mientras las fobias de algunos les hacía aumentar y acumular su odio hacia mí (!y pensar que era por ellos por los que yo estaba luchando!) mientras crecían, a la par, sus frustracioens y sus complejos de personalidad pues fuera del Banco ya no eran “nada”. Cuánta mayor velocidad imprimían a las infernales másquinas de los números (con pantallas que atacaban y afectaban la vista mientras a algunos les producian cefalias y otras enfermedades cerebrales) mayor era mi resistencia. Sólo Parrondo aguantaba el mismo ritmo que yo. Ahora me doy cuenta de que era necesario soportar todo aquel castigo brutal e inhumano para conseguir mi liberación definitiva de aquel leberinto infernal que era, por decirlo con una metáfora, “el sótano de la muerte” y que en tal sentido los más rebeldes llegamos a proclamarlo públicamente yendo a trabajar, en una fecha determinada, todos vestidos de luto negro, corbatas negras y hasta brazalete negro. Yo fuí uno de los que me vestí de negro para seguir gritando !!!LIBERTAD!!! contra aquel sistema y fui uno de los que, como mi labor de escritor crecía en cantidad y en calidad, colgaba panfletos e historias humorísticas en contra de aquellos “salvajes” sin conciencia obrera.

Me impusieron a un jefe “carnicero” pasa ser más fuerte el castigo ya que el “comedor de magro de cerdo” había sucumbido en el intento. Intentaron apartarme de mis compañeros para no poder hablar con ellos. Quisieron, a través del “carnicero” imponernos la Dictadura del Silencio y como no lo consiguieron entonces idearon otro diabólico plan: poner “hilo musical” mientras trabajábamos. ¿Por qué nos ponían música mientras trabajábamos?. Los que habían caído en la alienación y en la enajenación mental sin darse cuenta de ello, creían que era para distraernos de las pesadas cargas. Era todo lo contrario. Era para que no pensáramos más que en los números y para cortar todo tipo de comunicación interpersonal entre los compañeros. !Volvieron a sucumbir!. Los que no estábamos ni alienados ni enajenados mentalmente seguimos comunicándonos entre nosotros pero, además, ahora con muchas más risa que era la manera que más le molestaba al “carnicero” y al “señor Pérez más su ayudante Gil”. Hasta, con perdón para las personas inocentes, tenían apellidos pusilánimes y hasta ridículos (con perdón repito de quienes se apelliden así porque están fuera de esta batalla).

Fue entonces, cuando la cantidad de mi rebeldía era tanta por culpa de tanta injusticia inhumana, que se me ocurrió echar “humo de pipa”. “La pipa de Pepe” decían las chavalas a las que les caía simpático sin yo desearlo. Porque la lucha era verdadera. El humo de la pipa eran las señales de que seguían teniendo incluso más vida que antes y menos muerte a pesar de que ellos quisieran lo contrario. !La pipa de Pepe! se oia de vez en cuando entre las compañeras femeninas que buscaban su liberación y aquel humo de pipa era una especie de esperanza para ellas. Eso destrozaba los nervios no sólo al “carnicero” sino también al “comedor de magro de cerdo” y a todos sus secuaces jefezuelos o aspirantes a jefezuelos.

El humo de mi pipa cegaba los ojos de aquellos “diabólicos ” personajes que, enfurecidos, intentaron aumentar más la velocidad de las máquinas de los números, probando nuevos programas de alienación mental. Pero mi sonrisa se convirtió entonces en verdadera risa… para combatir precisamente su maldad y empezaron a estallar mis carcajadas. Casi nadie podía resistir aquellos ritmos de trabajo en “el sótano de la muerte”. Casi nadie entendía las carcajadas de mi humor pero el humo de la pipa de Pepe hacía rechinar los dientes a algunas brujas que había por allí como si se los estuvieran moliendo en unos recuencos. Y yo, sin saberlo, me estaba acercando a un final. Sería la muerte o sería la vida… pero ya no sonreía sino que me reía de ellos abiertamente… y ya no en silencio sino a viva voz. !Era la vida la que se me estaba acercando auque ellos querían llevarme a la muerte!.

Un comentario sobre “Atrapado por el enemigo (por Olavi Skoda y José Orero).”

  1. Luchar contra la maldad puede hacerte desfallecer, pero tu con tu resolución, la pipa y luego la sonrisa para pasar a las carcajadas, te proclamastes vencedor con total justicia, un beso amistoso

Deja una respuesta