Todas las entradas de: Sour_sYstem

Las piñas

Hace tres veranos, en el parque de siempre, con los de siempre, entre humo y risas se acerca una mujer de unos cuarenta, con un traje formal y pregunta por Moha. No le conocemos, pero intuimos para qué le necesita. Las apariencias engañan.
“Esperaré aquí” dice tranquilamente y se sienta en el césped. “¿Me pasáis unas caladas?”.
Al parecer cogió confianza y empezó a contarnos su vida. Anécdotas del todo surrealistas que hacían reír disimuladamente a la mayoría, mientras el resto la mirábamos entre divertidos y extrañados.
“Esta tía no lo ha pasado bien” me susurra Pepa, para quien la tristeza ajena es tristeza y nunca objeto de burla. Sigue Leyendo...

Revenge (suave)

Es irritante y tóxico. Irritante, tóxico, tozudo, orgulloso y arrogante.
Para mí, omnipresente. Censor de mis alas, vía hacia lo oscuro, lo incierto y lo oxidado.
Descama heridas que recién cicatrizan. Le encanta.
A base de trampas me descoloca, desubica mis criterios, mohosos de tanto llanto secado por aire tibio de otra boca, más merecedora y menos consentida.
Lo sabe todo y me lleva ventaja. Me hace partícipe forzada de juegos absurdos y dañinos.
A pesar de todo le protejo. Alzada cual Atlas con brazos de acero, armada de paciencia sujeto la lona imaginaria del consentimiento, que se hunde cada vez que llueven traiciones. Mis brazos se quiebran. Y él, ganador acostumbrado, a punto de verse empapado en soledades. La gravedad hará el resto. Sigue Leyendo...

Entre Storgozia y la Gran Vía

Haciendo limpieza vuelvo a encontrarme con mi cuaderno rojo. Lo traje en un arrebato melancólico de mi último viaje a los Balcanes, seis años atrás. Poemas patrióticos por expresa petición de Altunova, mi profesora de primaria, que tanta gracia me hacen hoy, como amor infundido a ritmo de himno por Levski y Botev me impulsaba entonces.
Cartas a mi madre, que ya había emigrado. Preocupaciones de mayores, enmarcadas en la ignorancia de verdades amargas inesperadas, son hoy rabietas de niña plasmadas en el amarillo. Odas a la primavera, tan esperada después de las heladas de febrero, sus trineos y el frío que pellizcaba las mejillas. Dibujos de Galanthus y Crocus, flores que nunca llegué a ver en la serranía madrileña, quedaron en mis primeros once marzos. En fin, pequeños pedazos de infancia. Sigue Leyendo...

A cara de perro…

Aunque cueste creerlo, a algunas personas no les gusta ser feliz. Cuando todo está bien, se las arreglan para echarlo a perder; cuando el horizonte se presenta despejado, inventan nubarrones, y cuando se sienten totalmente dichosos, no se quedan tranquilos hasta que se les pasa. Tienden a nivelar la calidad de sus vidas y de sus vínculos hacia abajo, y pudiendo conseguir lo placentero o lo mejor, se conforman con lo anodino o lo peor. Prefieren el disgusto al agrado, la tristeza a la alegría, lo tormentoso a lo calmo, el malestar a lo saludable, el aburrimiento al entusiasmo, el conflicto a la concordia y la desavenencia al acuerdo. Se caracterizan por sus malas caras, sus quejas, su desánimo o su contrariedad. Nunca están bien. Sigue Leyendo...

Pequeña muerte

Suena Sabina de fondo mientras me mira cual primer amor, sin saber yo si era por dejarse llevar o por simple interés. El “me encantas” sustituye al “te quiero”, pero suena más auténtico, más liberador, y contenta más, sin dejar preguntas en el aire.
El instinto le quita sitio a la reflexión. Todo se desvanece menos nosotros, que emigramos hasta más allá del último paralelo. Porque podemos. Porque sin reproches es más fácil. Porque necesito que esté conmigo en nuestro enésimo encuentro, pero no a la vuelta. Porque no echará en falta mi mano una vez en casa.
No compartimos más que la pasión por la pasión.
Nunca un desinterés fue tan interesante. Nunca habíamos gastado tanto tiempo en algo inviable. Y sin embargo, todo tiene sentido. Estamos en el lugar y momento adecuados. Así debe ser. Nos abrazamos mientras oímos al poeta recitar sobre amantes sin remedio y jugamos al amor bohemio. Sin necesidad de recalcarlo, ya es brutal por sí solo, nos entregamos en un entendimiento devastador, como si los movimientos fueran ensayados, calculados al milímetro. Me proporciona pequeñas muertes de las que renazco con la piel erizada y una sonrisa. Sus manos inquietas siempre me encuentran. Sigue Leyendo...

Cuando Cupido se aburre

Me he sentido imbecil, para no variar. No se si creía en los flechazos, pero hoy por un momento casi caigo, y fue un “casi” eterno. Me enamore y desenamoré en cuatro horas. Algo así como la experiencia del “cegador”, con la que perdí un año intentando digerir lo imposible, embotellada a presión en cuatro puñeteras horas.
Ha sido intenso, sí.
Él sonreía. Encantador. Nadie nombraba a Irene. Sólo a una tal ex de Burgos con la que no había acabado bien. Contestaba con evasivas o directamente ni contestaba a las preguntas indiscretas que Susana le lanzaba, mientras nos guiñaba el ojo como si le hubiera entrado ceniza.
Tres horas y dos cafés después yo estaba mareada por el humo.Yo fumando como un carretero, mientras él, encantador, seguía sonriendo y contando batallitas. ¡Qué entusiasmo, qué vidilla de repente! Entonces, ¿hay alguien? Sigue Leyendo...

Interrail

Amigo Viajero:

Recibí la noticia de tu marcha demasiado tarde. Te ibas. Sin despedidas, sin buenos deseos, sin un”Te echaré de menos”. Simplemente un “Me voy”. Un “Me voy” por casualidad, un aviso forzado, indiferente.
Con mochila al hombro, te fuiste. Te soñé perdido por el entramado de las vías, cruzando Europa, saliendo de mi vida por un mes, y por un para siempre.
Gasté tinta a lo tonto, Amigo, aspiré la bruma y me fui del lugar del crimen. No he vuelto por ahi desde entonces. Me genera algo de dolor y anhelo, como si se tratase de la tierra prometida. Sigue Leyendo...

Sola

Creo que estoy volviendo. Dejando atrás antifaces, lloriqueras, preguntas, críticas, el constante tic tal del “sí o no”. Sí o no, sí o no…tic tac. Ahora es cuando recuerdo que yo misma cogí la cruz y decidí llevarla, con tal de salvar algo, probablemente insalvable. Y ya ves, el camino empezó a embrutecerse, hasta que acabé escalando el Olimpo con la cruz a cuestas. Impulsada por la testarudez de una niña pequeña, dejando toda mi fuerza en ello, mientras que el peso no me dejaba ver, y las aspas d mi cruz arrasaban con todo lo que me rodeaba. Dejé atrás las pequeñas cosas y me rompí el cráneo en el intento de derribar el muro, detrás del que no había nada. Una gran nada con la que acabo de encontrarme.
No me reconozco. Estoy aplastada por la impotencia. Esa no soy yo. Me he convertido en mi verdugo y ahora estoy cansada de cortar mi propio cuello una y otra vez. Cansada y aburrida, y cabreada, y harta de tirarme de los pelos en un afan por saber qué es lo que hago mal.
Reviviré ahora y no luego. Antes de que gaste mi tiempo, antes de saltar de casilla y olvidarme de por qué llegué hasta aquí. Sigue Leyendo...