Auto-conocimiento

El camino del auto-conocimiento suele estar erizado de dificultades. En primer lugar, hay muchas personas que, considerándose a sí mismas plenamente realizadas y llenas de sanas intenciones, obvian todo lo posible el bucear en su interior.

Es hasta cierto punto lógico. Lo que debería ser algo a lo que nos acostumbraran desde niños, algo sobre cuya pista nos pusieran nuestros mayores o maestros es, deliberadamente o no, ignorado por la inmensa mayoría de la sociedad.

Como primer paso hacia nuestra propia evolución, hay que meditar sobre nuestras acciones y así veremos que somos los primeros sorprendidos con los resultados que dichas acciones obtienen, si logramos verlas “desde fuera” de nuestras motivaciones.

No es un plato de gusto, desde luego, el darse cuenta por medio de la meditación de que el verdadero motivo de tal o cual acción, llevada a cabo con total convencimiento de que era para favorecer a alguien, en realidad sólo ha perseguido satisfacer algún sentimiento nuestro, si no inconfesable, sí al menos poco digno de alabanza. Cómo muchos de nuestros actos se deben al orgullo, a la soberbia, a nuestro ego que golpea fuerte, en resumen. No es algo que produzca satisfacción el tener que hundir el bisturí a fondo, metafóricamente hablando, en nuestro núcleo más íntimo para tratar de despejar la verdad que anida en el fondo de nuestras intenciones y de nuestros actos.

Se dice que el primer paso en el camino de la evolución es la afirmación de la personalidad para, una vez se ha conseguido plenamente, proceder a su destrucción. Este segundo paso es dificilísimo, sobre todo a medida que se van cumpliendo años: con suerte, podemos llegar a reconocer un nuevo error cometido, a sumarse a los muchos otros anteriores, y entonces nos invade el desaliento, porque el avance nos parece nulo.
En realidad no es así, porque el simple hecho del reconocimiento y arrepentimiento consecuente ya son por sí mismos un avance. No hay que olvidar que somos humanos y que nos tenemos que manejar con lo que encontramos alrededor y con nuestras propias miserias, que no tendríamos si estuviéramos tocando el arpa sobre una nube y con nuestras propias alitas de ángeles.

Por otra parte, y haciéndome eco de las palabras que un famoso escritor pone en boca de su protagonista en una famosa novela, los pensamientos y las palabras tienen suma importancia. Las últimas parecen haber perdido su significado real en los últimos tiempos, los insultos se utilizan como apelativos amistosos, los significados se han perdido o trastocado… Habría que tener más cuidado, además, con lo que se piensa, porque se dice que los pensamientos pueden llegar a “tomar cuerpo”. Esta es la parte que más respeto me infunde, porque a veces el pensamiento es libre y no nos pide permiso para dirigirse hacia tal o tal otra dirección. Por eso también es objeto de sana ambición el poder controlar nuestros pensamientos y redirigirlos correctamente.

Se dice también que, por mucho que nos cueste aprender, por muchas vidas que tengamos que agotar, al final todos llegaremos. Este es el mensaje de esperanza con el que quiero quedarme. Y que así se cumpla.

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