BB

Sonaba con vehemencia la alarma del móvil cuando el chupe cayó al suelo y un dedito rechoncho apretó la tecla. Era la hora de merendar.
Cada tarde, este momento llenaba de ánimo los gestos descoordinados de aquel rostro.
Llorando y a gatas fue hacia la mesilla para servirse una copita de whisky.

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