“Que poco necesita una persona, por momentos, para ser feliz, me corrijo –para “sentirse” feliz- porque si digo “para ser feliz” estoy englobando mucho –tiempo/ persona/ espacio/ estabilidad- en cambio el sentirse feliz describe momentos de pura felicidad, de cariño, de placer, de cuerpo y alma. Momentos, por cierto, fugaces que muchas veces nos conmueven más que una eternidad vivida, para nada. De eso se trata la magia de lo efímero, de lo que corre, vuela, despunta, fluye… También de eso se trata la vida misma –aunque a veces no lo queramos aceptar- se trata de vivir y no de revivir, de disfrutar de lo simple, de hacer y de sentir, no de evocar sensaciones pasadas o esperar milagros de un presente que promete, pero no cumple. Se trata –inevitablemente- del ya, de lo pronto, de lo justo. A lo que nosotros mismos nos enfrentamos, el desafío de lo nuevo, de lo exótico, de lo turbio. Es así, el desafío, la prueba, el interrogante del mañana, el no saber que va a pasar, qué o cuánto nos deparará el futuro –tan incierto e impredecible como nosotros- El sentirse, en ocasiones, deliberadamente importante, alta, diosa, casi imprescindible. Brutal, espléndida, aunque sea sólo por un instante. Un instante destinado para cada uno de nosotros. Sentir que la vida nos pertenece, nos conmueve y nos incita. Sentir que cada uno de nosotros puede moldear la vida su gusto –sentir que estamos vivos- sentir que sentimos”