Ceni y Cienta (II)

Cuando la Marquesa de Miraflores se encontró en el buzón de correos con las 4 invitaciones a la Gran Fiesta de aquella noche (que duraría hasta el amanecer del día siguiente) protagonizada por el Príncipe Azul se llenó, por un lado, de gran entusiasmo. Sus hijas Flora y Florinda tendrían la oportunidad de sus vidas… pero, al mismo tiempo, montó en cólera e ira cuando descubrió la invitación a Cienta. !Cómo todo un Príncipe Azul invitaba a una señorita de la clase media a una fiesta especial para la Clase de los Nobles. Y comprendió enseguida… !Cienta era un peligro para sus intereses y de alguna manera el Príncipe Azul la había descubierto!.

Totalmente cabreada cogió la invitación que iba destinada a Cienta y la rompió en mil pedazos que tiró al cubo de la basura. Inmediatamente después llamó a Cienta quien, como siempre, acudió a la llamada de la Señora de la Casa.

– Cienta… querida mía… esta noche mis hijas y yo vamos a acudir a una fiesta en el Palacio Real. Va a durar hasta mañana por la mañana.
– !Qué bien!. !Que se lo pasen guay!.
– Cienta, tengo que decirte algo que no te va a gustar. Ya no necsito más veces tus servicios. Has sido leal siempre con el trabajo… pero una amiga mía tiene una hija que desea trabajar para mí así que… esta noche… mientras nosotras estamos en la fiesta… quiero que cojas todas tus cosas y te vayas a tu casa. Estás despedida.
– Pero Señora Marquesa. Yo siempre he cumplido con mis tareas y necesito el sueldo para seguir estudiando en la Universidad.
– !Pamplinadas!. ¿Qué hace una chica de ideas revolucionarias republicanas en una Universidad para la clase alta de este Reino?. !Déjate de estudiar ya y espabila!. !Búscate ya mismo un novio de tu misma clase social y te casas con él y no tendrás que trabajar ya más!. Con tu belleza y tu cuerpo no tardarás ni una semana en encontrar un esposo que te cuide para toda la vida. !Déjate de historias universitarias!. Y ahora ya tenemos que irnos mis hijas y yo a la peluquería porque queremos estar muy monas en la fiesta. Ya no nos dará tiempo de regresar a casa hasta después de la fiesta… así que toma… aquí te pago dos sueldos (uno extra por tu buen comportamiento) y si quieres seguir trabajando en algo yo mañana te envío por correo a tu casa una carta de recomendación… Pero eres de la clase media… !no lo olvides!.

Era ya avanzada la tarde y la Marquesa y sus dos monísimas hijas Flora y Florinda se fueron a la peluquería vestidas con sus mejores galas. Cienta quedó llorando en su habitación.

Sucede que los demás sirvientes de la Casa de la Marquesa supieron la noticia y, como sabían del amor que había en el corazón de Ceni por Cienta se lo dijeron al jardinero quien, a toda prisa, fue a consolar a su amor imposible…

La encontró llorando, la limpió las lágrimas, la besó, la llenó de caricias… y tanto fue el cántaro a la fuente que terminaron haciendo el amor en la cama de ella…

Mientras tanto comenzó la fiesta en el Palacio Real. El Príncipe Azul, al ver llegar a la Marquesa con sus dos hijas se puso muy nervioso y se dirigió rápidameente a la viuda.

– Vos tenéis una doncella en vuestra casa, a la que llaman Cienta, que estaba invitada también a la fiesta… ¿por qué no está aquí?.
– Alteza, es imposible que venga. Yo le entregué la invitación y como resulta que es terriblemente revolucinaria de ideas republicanas ha rechazado de plano venir a una fiesta de la realeza y los nobles. Debéis olvidar a esa mujer. Es republicana.
– !Por eso mismo deseo conocerla, Señora Marquesa!. Necesito doblegarla a través de la conquista amorosa y hacerla seguidora de la Causa Monárquica.

La Marquesa enrojeció de ira y envidia.

– No seáis loco Majestad. Es muy peligrosa la tal Cienta.
– Ahora no es cuestión de discutir por nada. La fiesta va a empezar y tenemos que pasarlo a lo grande, pero mañana por la mañana he de visitar vuestra Casa, señora Marquesa de Miraflores, y hablar con esa jovencita.

¿Qué sucedía mientras tanto entre la jovencita Cienta y el jardinero Cien?. Sucedía que se hicieron el amor de una manera extraordinaria porque la atracción del uno y de la otra era enorme. Ambos quedaron totalmente satisfechos de la experiencia…

– Cienta, sé que la Marquesa te acaba de despedir de su Casa. No importa. Mejor que mejor. Yo te amo locamente y ya tengo el dinero para comprar mi soñado camión. Sólo tengo que ir a recogerlo. Me voy también de la Casa de la Marquesa pero, debido a cómo te han tratado, yo me iré sin despedirme siquiera…
– ¿Y a dónde irás ?.
– A la República de Bululandia donde no hay clases sociales… allí trabajaré con mi camión. Yo sé que adoras las ideas revolucionarias republicanas… ¿quieres venir conmigo?. Tengo ya el visado para cruzar la frontera… y tú puedes pasar fácilmente como mi pareja. No es necesario que estemos casados para entrar juntos a Bululandia.
– !Me voy contigo aunque sea al Infierno, amado Ceni!.

Y Ceni y Cienta se marcharon rápidamente en busca del camión que les estaba esperando. Ceni lo compró en dinero al contado y esa misma noche, como la frontera con Bululandia estaba cerquísima, llegaron a los valles de la República en donde pronto Ceni encontró, esa misma noche, un trabajo de camionero en una de las múltiples granjas de la región, también muy cercana a las fronteras con diversos países de la Unión de las Naciones Libres.

Y llegó la mañana y la fiesta del Palacio Real, después de una inmensa orgía de todos con todas, todas con todos, todos con todos y todas con todas, llegó a su final. El Príncipe Azul rápidamente (porque no había olvidado en ningún momento a su soñada Cienta) se dirigió con su automóvil Ferrari a la Casa de la Marquesa para conocer a la bellísima republicana. Estaba totalmente encaprichado con ella.

!Vaya disgusto, rabia y coraje le entraron cuando se enteró que aquella misma noche el joven y apuesto jardinero Ceni se había llevado a la bellísima y maciza Cienta a la República de Bululandia!.

Regresó hecho un basilisco a su Palacio Real y, tirando todo lo que encontraba a su paso, le pidió a su padre el Rey Barbazul que se pusiese en contacto telefónico con el Señor Granadov, presidente de la República de Bululandia, para exigir que encontraran a Ceni y Cienta y los extraditasen a Jululandia.

El Monarca Barbazul, asustado por el enorme ataque de nervios que estaba sufriendo su hijo el Príncipe, llamó inmediatamente por teléfono al Presidente de Bululandia, el Señor Granadov…

– !Granadov!. !Necesito urgentemente que detengas a una pareja de mi Reino que son dos rebeldes que tienen problemas conmigo!. Se les conoce como Ceni y Cienta y sé que se han introducido en tu República.
– ¿Qué han hecho, Barbazul?.
– Atentar contra la vida de mi hijo el Príncipe Azul.
– Tienes que darme unos días de plazo o quizás un mes para poder investigar el asunto y ver si puedo extraditarlos. Necesito primero poder localizarlos ya que mi República es de una extensión enorme. Y una vez localizados tengo que hablar con ellos…
– !Una vez localizados me los extraditas inmediatamente si no quieres entrar en conflicto bélico con nosotros!.
– Como el interesado es tu hijo el Príncipe Azul, que venga él personalmente a Bululandia para ayudarnos a localizarlos. Y no te pongas nervioso. Sabes que una pelea bélica entre nuestros dos países sería la destrucción total de ambos. Haré lo posible por encontrarlos pero sólo por mantener la amistad entre nosotros y que los intereses económicos de ambos países no se vean en peligro… ¿okey, Barbazul?.
– Okey Granadov. !Para tu Casa Presidencial parte de inmediato mi hijo el Príncipe Azul!.

(Continuará)

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