Dejemos que se pierdan

Del roce de unas manos
que a ciegas se encuentran
del calor de unos labios
que embriagados se besan
y al compás de su aliento
nacieron en la mañana,
tán frágiles, tán débiles…
que apenas sucedieron,
son deseos que -porque callas-
yo no entiendo.
Un beso, una caricia…

Dejemos que se pierdan,
que se queden suspendidas,
que aguardando en el tiempo
se disuelvan en la distancia
como si fuesen mentiras.
Ninguno rompió el silencio
yo también me quedé callada.
Si entonces nos callamos,
ahora no digamos nada.

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