Ceni y Cienta (III)

Ceni y Cienta llegaron a una perdida región montañosa de la República de Bululandia que era fronteriza con la Unión de los Países Libres. Como se sentían verdaderamente revolucionarios republicanos se quedaron a vivir en una de las numerosas granjas comunales de la región. Se dedicaban a transportar mercancías entre las aldeas y siempre iban juntos en el camión donde a parte de cantar continuamente también hacían el amor plácidamente y sin prejuicio. El Camión Rojo (como era conocido por todos) era su verdadero hogar y habían adaptado cocina y cama en él.

El líder de la región era un tal Andrei, muy inteligente y sano de corazón, que tomó enorme cariño a Ceni y Cienta. Estos pronto supieron que en aquel enorme país todos eran muy pobres excepto los altos cargos militares y los altos cargos del pàrtido ünico que vivían a todo lujo. No era eso lo que ellos soñaban y para paliar la enorme tristeza que veían en las pobres gentes de las adeas se dedicaban a cantarles bellas canciones de sueños y utopías de libertad. También cantaban al amor y a la esperanza de futuro. Pronto se ganaron el amor y el cariño de todos los lugareños de la región. Pero la realidad era que se vivía con carencias de todo tipo.

— Esto no es lo que yo queria para ti, Cienta, tú, que podrías haber sido la Princesa de Jululandia.
– No importa, Ceni. Contigo a mi lado soy inmensamente feliz.

Pronto los agentes de la policía de Bululandia comenzaron a sospechar, después de un largo mes de infructuosas búsquedas por las principales coudades (y siempre comandados por el Príncipe Azul y el Señor Granadov) de que Ceni y Cienta tenían que estar en algún lugar remoto de las enormes montañas.

A veces aparecían elementos extraños por las aldeas de aquella región preguntando por ellos. Todos sabían ya que los buscaban para detenerlos pero todos a una guardaban silencio, los ocultaban en sus viviendas y decían no saber nada a los agentes sospechosos que tenían que irse por donde habían venido sin resultado alguno.

Un día Ceni tuvo que hacer una diligencia él solo porque Cienta se quedó en cama con cierto grado de fiebre. Habia en la granja un tal Judaías Chivatov que había tenido ya antecedentes de violar a algunas mujeres, Este tal Judaías estaba encaprichado de la belleza y el cuerpazo de Cienta y aprovechando la ocasión se introdujo en el dormitorio donde descansaba ésta e intentó violarla… cosa que fue impedida por el inteligente Andrei que sospechaba lo que iba a suceder. El caso es que la violación no se produjo porque Andrei derribó de un puñetazo en la bca a Judaías quien perdió cuatro dientes en aquel instante. . No iba a quedar eso así, pensó el inteligente Andrei, y en cuanto llegó Ceni de la diligencia le llamó urgentemente.

– Ceni… !tenéis quer iros Cienta y tú de aquí inmediatamente!.
– ¿Por qué?
– Sé de buena tinta que Judaías, que ha intentado violar a tu Cienta, ha telefoneado al la Casa de Gobierno del Señor Granadov para delataros. Dentro de pocas horas vendrán los militares a por vosotros. !Rápido!. !Sé de un guía montañero amigo mío que nos pude hacer pasar, por caminos ocultos, a la Unión de los Países Libres. Por supuesto que yo también me voy a ir con vosotros… !porque esta dictadura no la puedo soportar más tiempo!. El guía no pide dnero a cambio sino sólo queb le regales tu querido camión rojo.

Así fue como Ceni, Cienta y Andrei aprovechando las horas nocturnas salieron de la granja y comenzaron a andar por los ocultos y peligrosos caminos de las montañas siempre guiados por el fiel Tomás (que así se llamaba el montañero). Y pudieron por fin entrar en la Unión de los Paises Libres justo cuando los miliares entraban e la granja y torturaban a todos sus pobladores para hacerles hablar indicando donde se ocultaban los buscados

Judaías Chivatov no pudo soportar la tenión y se ahorcó en una encina….

– !Escucha Ceni, ya estamos en la Unión de los PaísesLibres!. Os he oído cantar a los dos muchas veces y tenéis unas voces fantásticas. Creo que tenéi smucho futuro en el mundo de la música. Conozco a un amigo mio qu tiene una disquera. Quiero llevaros ante él e intentar que os dediquéis a cantar. Yo seré vuestro representante legal. Y así lo hicieron.

Poco meses después comenzó a conocerse por todos los innumerables países de la Unión al famoso Dúo Cenicienta (que así es como se lanzaron al mundo de la música los dos enamorados).

El caso es que el Príncipe Azul, cuando supo toda la verdad, montó nuevamne en cólera y para agraviar al Señor Granadov le pidió la mano de su hija Patricia Granadov que era muy poco atraciva y muy corta de luces mentales. Se casó con ella sin amor, sólo para agraviar al Señor Granadov al que consideraba culpable de su desgracia. y por supuesto que siguió haciendo orgías y poniendo los cuernos a Patricia Granadov cuantas veces quería. Claro que ella le pagaba con la misma moneda.

En cuanto a la Marquesa de Miraflkores,agraviada por el desplante del Príncipe Azul casó a sus dos hijas gemelas (Flora y Florinda) con dos condes gemelos también que estaban totalmente arruinados pero eran de la alta nobleza. Eran los gemelos Pimpollín y Pimpollón y se casaron con Flora y Florinda respectivamente sólo por la cuetión monetaria.
Y en el mundo de los Países Libres en muy pocos años todos conocieron y aclamaron al Dúo Cenicienta….

Pero ¿qué pasó coin el camión rojo de los amores de Ceni y Cienta?. Que el Príncipe Azul, totalmente amargado, el día que se detuvo al guía montañero Tomás, el que había logrado hacer salir de Bululandia a Ceni, Cienta y Andrei, roció al camión con gasolina y lo hizo arder con el guía montañero dentro.

Y hoy en día allí mismo los habitantes pobres y humildes de las adeas comunales de la región han levantado, con los restos del Camión Rojo, un altar formando un enorme corazón rojo donde han inscrito la leyenda Cenicienta. Y allí celebran todas las noches con cánticos de amor y de libertad.

FIN

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Ceni y Cienta (III)

Ceni y Cienta llegaron a una perdida región montañosa de la República de Bululandia que era fronteriza con la Unión de los Países Libres. Como se sentían verdaderamente revolucionarios republicanos se quedaron a viir en una de las numerosas granjas comunales de la región. Se dedicaban a transportar mercancías entre las aldeas y siempre iban juntos en el camión donde a partede cantar continuamente también hacían el amor plácidamente y sin prejuicio. El Camión Rojo (como era coocido por todos) era su verdadero hogar y habían adaptado cocina y cama en él.

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