Tengo una costumbre, que jamás oculto, porque la considero parte de mi concepto de la filosofía de las cosas pequeñas: me encanta pararme junto a los árboles y urgar en la arena para sacar piedras blancas. Cada día cojo dos. Tengo muchas guardadas en una caja. de vez en cuando la abro y descubro la unidad tan grande que existe entre ellas. Son blancas, marmóreas, con diferentes formas y tamaños. Piedras que caben en la palma de una mano y que estaban allí, acompañando las estacioens de los árboles. Realizar este gesto de agacharme ante la gente, me supone un reto. ¿Qué buscará? Y mi naturaleza provocadora y curiosa se detiene para elegir la piedra que ese día se vendrá conmigo.
Mientras camino hacia el trabajo, la voy limpiando de tierra. Siento su tacto húmedo o seco…y en mi corazón recuerdo a todos cuantos fueron antes que yo y siento que encualquier momento…mi piedra me acompaña: ya no no me siento tan solo.