Corona de miel

Nos persiguen las metáforas
del desencuentro sin opción,
nos queman los tesoros de
pluma que recubren y
anestesian las injusticias
del día a día.
En ningún momento existe
lo que antes parecía
parecércele al viaje en tren
del que hallamos regreso
solo cuando aceptamos

los ajetreos de la ensombrecida
circunstancia
que nos devuelve el espejo
de la trucada realidad –
sin razón.
Quizá se hayan perdido
los cimientos de una táctica
desprovista de cercanía,
quizá en los recovecos de
la voz aquella que era gracia
pereció el otoño; se despachó
el verano y murió de frío
el arco de la gloria que nos
separaba de la madrugada,
intento de otra primavera.
Menos podría haber deseado
un deseo que ardía de luces
cubierto por retoños de ilusión,
un crucigrama vuelto a resolver
y escrito de nuevo
sin borrador;
una bandera sin viento,
un sonido de mariposa carcomido
por veloces ratas de alcantarilla
que nos acercaban al infierno de la paz.
Nadie puede entender que
sea este un teatro incoloro,
ocupado por maléficos
arcángeles incorpóreos sin vida,
ni sueños de algodón.
Quizá la lucha termine
antes que sobrevenga la
gran victoria nacional,
la muerte conjunta,
la vuelta al revés.
Pasaportes de desconsuelo
viajaban sin tregua al firmamento;
vacíos, estáticos, cubiertos
por la fatalidad del humo derretido
que avisaba de un nuevo final
amedrentado.
Nada podría encontrar
en su corona de flores
y espinas que la esperaría
allá: detrás de la muralla de la insólita imaginación.

2 comentarios sobre “Corona de miel”

  1. Estoy de acuerdo con dinora. Haces un excelente ejericio cargado de metáforas concretas. “Detrás de la muralla de la insólita imaginación” aparece una mujer genialmente sensitiva que eres tú. Con tus arcángeles incorpóreos escribiendo en la ensombrecida madrugada. Como siempre… !excelente!, Celeste.

Deja una respuesta