Cuadernos Africanos (1): En Kordofán.

Llegamos a Kordofán bajo un sol sofocante, después de habernos bañado en las aguas del Nilo Blanco, y nos dirigimos a la capital de la regn mientras encontramos, a ambos lados de las carreteras, un alto número de personas hambrientas. Sólo tenemos unas cuantas cocacolas y un poco de latas de queso y leche en polvo que, por caridad, se las regalamos para que, al menos, llenen su estómago con algo más que raíces.

La capital de Kordofán es El Obeid, un sitio arqueológico de la baja Mesopotamia, a 6 kilómetros de Ur de Caldea (el pueblo donde nació el personaje bíblico Abraham, el patriarca que se estableció con su clan en Palestina, donde llevó una vida de pastor seminómada).

Vemos a varios pastores seminómadas en las cercanís de Ur y les enviamos un saludo mientras les regalo mi paquete de cigarillos “Coburn”. Ellos me lo agradecen pues llevan varias semanas sin poder encontrar un miserable paquete de “Celtas”, “Ducados” u otra marca de cigarrillos españoles de baja calidad pero que ellos aprecian considerablemente. A cambio del paquete de “Coburn” nos invitan a beber de unos cántaros llenos de leche de cabra que a María Augusta no le hace mucha gracia probarla mientras yo la bebo gustoso.

Aquí, en Ur, se inició la historia de una civilización en el III milenio antes de Jesucristo, durante la época de El Obeid, con las dos primeras dinastías de Ur, que sucumbieron ante el imperio de Acad entre, aproximadamente, los años 2.325 y 2.160 antes de Jesucristo.

En El Obeid visitamos verdaderos lugares arqueológicos dirigidos por el señor Ferdinand Pascal, un arqueólogo descendiente directo de Blais ePascal, aquel científico, filósofo y escritor francés que inventó una máquina aritmética a los dieciocho años de edad e investigó, entre otros temas, el vacío, la presión atmosférica, los líquidos y el cálculo de probabilidades.

Observo la miseria que hay a mi alrededor. Efectivamente, esto es una especie de vacío inhumano, la presión atmosférica llena de polvo los pulmones y la tráquea y nos entran muchas ganas de toser pero nos aguantamos, faltan líquidos que beber y el cálculo de probabilidades de que esta región se desarrolle es tan mínimo que va a ser necesario un descomunal esfuerzo por partes de las gransdes potencias mundiales para conseguirlo.

Ferdinand Pascal nos va explicando lo que es la necrópolis convertida en epónimo de la cultura de El Obeid, que tuvo su auge entre 4.500 y 3.500 antes de Jesucristo. Aquellos debieron ser tiempo, nos imaginamos María Auguwsta y yo, en que los agricultores y ganaderos sidaneses debieron vivir (y sigo diciendo que es sólo una imaginación nuestra) perfectamente bien y no pasando ninguna clase de hambruna. Además, siguiendo con las hipótesis (que pueden ser ciertas o no) pudiera ser que dispondrían de tiempo libre… y todo esto mientras Pascal nos explica que eran artífices de figurillas de terracota y cerámica de decoración policroma.

Pienso, mientras me regala una campesina, que se ha fijado en mí, un pequeño montón de galletas de harina, en ¿cuántos huesos humanos pueden estar enterrados en esta necrópolis que “habla” de desarrollo de aquella civilización con casas y edificios que debieron formar verdaderas ciudades?. Las galletas saben bien mientras me alejo de la campesina para seguir con mi trabajo de tomar apuntes (aunque ella insiste inútilmente en que pase más tiempo junto a ella como diciéndome que se ha enamorado y es que también estas gentes saben lo que es el amor a pesar de sus desgracias) en la muerte, cosa que casi nunca me gusta hacer: “La muerte es el final de los sueños de estas gentes inocentes que sólo están muriendo por amar la paz”…

Para hablar de la región del Kordofán hay que conocer bien la hiostoria del Sultanato de Darfur. Darfur significa en árabe “país de los fur”, una población de habla nilo-sahariana. En el siglo XVII, Solonglungo, jefe del clan de los Keira, fundó una dinastía, al tiempo que se iniciaba la islamización. Es necesario aclarar que la pésima situación inhumana en que se encuentra actualmente el Sudán entero ha sido provocada por las ambiciones religiosas de los árabes islamityas que han arruinado, con sus guerras, la vida d elos sudaneses y las sudanesas.

Siguiendo con la historia, la primera fase de expansión de los fur culminó bajo el reinado de Ahmad Bukr, muerto hacia 1730. El Sultanato se enfrentó entonces a la resistencia heroica d elos maba de Waddai (del grupo de los maba) y los zagawa (nómadas del norte de la región). La expoliación de Sudán por parte de los árabes islamitas siguió diezmando a todo el país. Al sur, los fur llevaron a cabo razias entre las poblaciones negras y capturaron numerosos esclavos y esclavas, en buena parte exportados hacia el norte, sobre todo hacia Egipto, ya que se trataba del principal recurso económico de los sultanes árabes islámicos (como ya afirmé en otro texto mío publicado bajo el título de “Malawi”).

El Sultanato de Darfur (ejemplo vivo del salvajismo y la barbarie islamita), en la década de 1780 hizo que los fur extendieran su dominación hacia el este, que es precisamente el Kordofán donde nos encontramos con un espectáculo verdadermaente dantesco (ni el propio Dante podría imaginarse lo que nosotros estamos viendo): hay niños y niñas que se arrastran por el suelo ya que no tienen casi musculatura alguna… y lo mismo ocurre con hombres, mujeres y ancianos.

Aquel Sultanato, cuya capital era El-Fasher, se encontraba entonces en el clímax de su poder y tenía relaciones vergonzosas con los otomanos e incluso con Napoleón Bonaparte, que hizo un pedido de dos mil esclavos negros. !Sorpresas que nos dan la verdader aHistoria Humaan!. Sí.

Descubro un papiro donde alguien ha escrito en árabe un texto que traduce mi compañera María Augusta (porque yo no entiendo absolutamente nada de la lengua árabe ni tengo deseo de hacerlo). Dice lo siguiente: “En la década de 1850 los aventureros europeos se procuraban marfil por la fuerza a lo largo del Alto Nilo. Apoyados en tropas reclutadas entre los danqla y los shakiya, establecieron fortines (los zariba) que al mismo tiempo servían de almacenes”. Esta organziación necesitaba mano de obra (portadores, etcétera) lo cual me hace venir a la memoria lo de las Pirámides de Egipto que no fueron, ni en broma, ediuficadas por seres extraterrestres sino por esclavos traídos del África Negra (falsedad esta de los extraterrestres que tanto han enriquecido a escritores sin escrúpulos convertidos en millonarios con las ventas de libros escritas sobre esta patraña). El comercio de esclavos florecía. Para obtener esclavos y ganado (que se cambiaban por el marfil) los europeos (no españoles por cierto para dejar ya de lado tanta injusta e injuriosa Leyenda Negra Antiespañola) avivaron los conflictos entre las poblaciones ribereñas del Nilo (shilluk, dinka, etc.). En Bahr el-Ghazel (sudoeste) entramos en un bar donde nos informan unos bebedores que se encuentran tambaleándose sobre la barra, que los egipciois y los sirios actuaban también de la misma manera. Estarán quizás borrachos pero ya se sabe que los locos y los borrachos dicen siempre la verdad.

Esto es lo que está escrito en pergaminos para conocer la verdadera Historia del Sudán… y yo me pongo a recordar, porque es triste de verdad, al escritor onubense español Juan Ramón Jiménez y uno de sus poemas de “Arias Tristes” mientra sobservo los ojos tristes de un para de niños (masculino él y femenina ella) que lloran ante la destartalada tienda de socorrismo donde están refugiando mientras pasan hambre: “Hay un oro dulce y triste / en la malva de la tarde, / que da realeza a la bella / suntuosidad de los parques. / Y bajo el malva y el oro / se han recogido los árboles / verdes, rosados y verdes / de brotes primaverales. / En el cáliz de la fuente / solloza el agua fragante, / agua de música y lágrima, / nacida bajon la hierba / entre rosas y cristales… / … Y el corazón se olvidaba / de la vida… por los parques / todo era cosa de ensueño, /luz de estrellas, alas de ángeles…”

Acaricio las cabezas del niño y la niña y observo un par de lágrimas en los ojos de María Augusta. No es cuestión de llorar ahora sino cuestión de poner protno remedio a esta dantesca situación.

Cae la noche en El Obeid mientras recuerdo a los alegres beduinos de la antigüedad (poetas báquicos también llamados poetas del vino) recitando canciones de amor a sus mujeres y libres compañeras de vida. Esto, aquí y ahora, no se puede llamar vida.

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