Cuadernos Americanos: En el país de los ticos (Costa Rica)

Diciembre de 1999. Hace 11 años que se ha nombrado a la Zona de Conservación Guanacaste (en Costa Rica, el país de los ticos) Patrimonio de la Humanidad y hemos sido invitados por los colegas de Radio Sistema cultural de Nicoya para visitar la península de este nombre (en la provincia de Guanacaste) con el objetivo de realizar allí, en la misma Nicoya, un reportaje sobre la región y la historia de los antiguos pobladores de Costa Rica (los chorotegas). Así que tomamos el avión desde Quito hasta San José.

Llegamos a la capital costarricense (la ciudad de los josefinos) en el umbroso día 10 de diciembre de 1999. la temperatura es de 24 grados centígrados y hace un día excelente a pesar de las nubes grises.

En San José de Costa Rica sólo hemos estado un par de días, pero muy bien aprovechados porque hemos podido pasear por el Boulevard de la Avenida Central (recién inaugurado) de esta bellísima y acogedora ciudad. Es este boulevard un paseo obligado para los turistas que pueden, así, admirar toda su belleza. Aquí está el hermoso edificio de Correos contrastando con el modernista Banco Nacional (situado a sus espaldas) y, al frente de ellos, el Club Unión (sede de reunión de la alta clase social costarricense).

Además, hemos visitado el Teatro Nacional y el Teatro Melico Salazar (donde hemos visto una representación de “Cascanueces”) y el Parque Morazán, cuyo nombre se refiere a Francisco Morazán, un político hondureño que fue presidente de Honduras y de las Provincias Unidas de Centro América y que, al disolverse esta Federación, fue presidente de El Salvador y en 1842 se hizo con el poder en Costa Rica e intentó reactivar la Federación Centro Americana pero fue derrocado por una revolución, juzgado y fusilado.

También hemos podido visitar la Iglesia de la Merced y, al anochecer de nuestro segundo día en San José, la Casa Amarilla (sede del Ministerio de Asuntos Exteriores), el Edificio Azul y el Bar Restaurante La Esmeralda, situado en la Avenida Segunda, que es uno de los lugares de reunión para disfrutar de una noche musical, cenar y tomarnos unos tragos mientras los tríos y los mariachis se agrupan en la entrada tratando de que los clientes los contraten para esa misma velada o para una futura serenata.

En estos dos días que hemos podido disfrutar la excelente gastronomía de Costa Rica (para desayunar los famosos “gallo pinto” de frijoles negros con arroz, cebolla y ajo, acompañados de huevos fritos y torta de maíz; para almorzar los también famosos “casados” con frijoles, arroz, carne de pollo o pescado, ensalada, torta de maíz y plátano maduro; para picar los “tapados” de camarón, las empanadas de Chiverre y las “bocas” similares a las “tapas” de los bares españoles; y para beber los deliciosos “guaros” que son especie de ron de caña de azúcar, el famoso licor nacional Cacique).

Salimos de San José en taxi con rumbo al pueblo de Ercazú (que está situado a 7 kilómetros del centro de la capital) donde hemos podido ver preciosas viviendas al borde de las montañas (los cerros Bandera y Pico Blanco). Nos dicen que aquí, en marzo, se celebra una fiesta tradicional llamada Día del Boyero, con un desfile de carromatos engalanados primorosamente por los lugareños.

Salimos ya en dirección a Puntarenas en un autobús que pasa por Heredia, donde descansamos un rato para visitar la Universidad, la iglesia del siglo XVI y El Fortín (una construcción en forma de torre de 13 metros de alta –como la torre de un castillo- que es símbolo de la ciudad mandado construir en 1876 por el militar Fadrique Gutiérrez y hoy declarado Monumento Nacional) y después vamos a la ciudad de Alajuela (lugar donde se proclamó la independencia de Costa Rica el 25 de noviembre de 1821) con su imponente catedral colonial. Y llegamos luego a la ciudad de Puntarenas (donde el turismo está muy desarrollado) un puerto pesquero y turístico de primer orden en el país de los ticos.

Desde aquí, en barco, atravesamos la entrada del Golfo de Nicoya y nos llegamos hasta el Refugio de este mismo nombre (Nicoya) perteneciente ya a la Península de la provincia de Guanacaste. El Refugio Nicoya es una de las varias zonas protegidas que hay en la provincia (los costarricenses tienen mucho cuidado en conservar la naturaleza) y aquí está situado el famoso Cerro Azul (entre Carmona y Punta Jesús). A caballo recorremos la extensión del Refugio y nos dirigimos hacia la ciudad de Nicoya, donde nos reciben los amigos y colegas de Radio Sistema Cultural.

La ciudad de Nicoya está rodeada de cerros (que van desde los 100 metros de altura hasta los 500) y aquí la temperatura es más elevada que la de San José (de 29 a 36 grados) pero el clima es más seco y árido (por se tierra baja). Hay brumas y niebla. No existe ni el verano ni el invierno y desde mayo a noviembre es época de lluvias. Ahora no. Ahora todo es seco.

Nicoya es un lugar especialmente indicado para conocer la vida y costumbres de los antiguos chorotegas costarricenses que hoy están prácticamente desaparecidos ya que sólo existen unos 790 miembros de esta tribu (repartidos por toda Costa Rica) cuando en los tiempos precolombinos superaban los 100.000.

Los chorotegas (cuyo nombre designa a un tipo de madera de color marrón rojizo que es muy fácil de trabajar para los carpinteros) eran un grupo étnico precolombino de Honduras, Nicaragua y Costa Rica, llegados a Centroamérica desde la meseta central mexicana. Su cultura fue la que, proviniendo de México, llegó más al sur de su país de origen. En tiempos prehispánicos habitaron también el oriente de El Salvador.

La lengua chorotega, actualmente extinta, se hablaba inicialmente en México y era parte de la rama mangue de la familia otomangue (evidencia de su origen mexicano). Se fue extendiendo hacia el sur a través de las migraciones provocadas por el establecimiento de pueblos nahuas en el centro y sur de México. El caso es que los chorotegas costarricenses se separaron de los chorotegas nicaragüenses (nicaraos) y fueron, desde entonces, feroces rivales entre sí.

La población chorotega es, dejando a un lado a los habitantes prehistóricos, la más antigua de Costa Rica y aquí, en la ciudad de Nicoya, está situada la iglesia colonial más antigua de costa Rica, pues fue construida en el año de 1522. Hoy casi ya no quedan casas viejas en el lugar.

El pueblo chorotega era valeroso (se dice que eran hasta caníbales porque comían la carne de los esclavos en rituales religiosos) y gran artífices de cerámica y alfarería, amantes de la vida familiar y social (por el contrario los nicaraos eran más militaristas), enamorados de sus mujeres hasta el punto de que el cronista Fernández de Oviedo escribió que “son muy mandados y sujetos a la voluntad y el querer de sus mujeres”. Esta sujeción al elemento femenino de los chorotegas de Costa Rica se contrapones al machismo de los chorotegas (nicaraos) de Nicaragua. Los chorotegas en general, en el siglo IX, estaban en casi todo el territorio del Pacífico centroamericano y sus dominios llegaban hasta el Golfo de Nicoya que podría ser nominado su “Pequeño Mare Nostrum”.

Comían carne de sus enemigos esclavizados en los rituales religiosos pero, por otro lado, eran muy cultos porque tenían unos libros en forma de pergaminos que hacían de cuero de venado del tamaño de la palma de una mano y que reunían en una especie de persianilla doblada. No. No tenían ni escritura ni sabían leer letras pero eran libros escritos con figuras humanas, de animales y de objetos cotidianos, que tenían muchos significados para ellos y les bastaba esto para saber lo que querían ir haciendo en sus vidas. De esta manera dejaron constancia “escrita” sobre heredades, caminos a seguir, viajes, nombres de montañas y ríos, situaciones de bosques, etcétera, que eran interpretados por el Consejo de Ancianos (comprendido por los mayores de las tribus conocidos con el nombre de guegues) que venían a ser los jueces de la comunidad. Es por eso por lo que se sabe que la cultura chorotega era más antigua que la de los propios mayas. Lo que sucede es que la cultura maya los influyó poderosamente hasta que les impusieron el lenguaje nahuatl y desapareció el chorotega.

Dedicados a la ganadería (tanto de carne como de leche) también eran excelentes agricultores de maíz, arroz, frijoles y numerosas frutas como los mangos, los marañones, las naranjas, los zapotes y los nances. El pueblo rival, como dijimos, era el de los nicaraos y con ellos mantenían violentos enfrentamientos.

Los primitivos chorotegas tenían templos donde realizaban sus ritos sagrados. Su gran arte en cerámica y alfarería se ven reflejados en sus famosas piedras para moler el maíz, la fabricación de armas (arcos, flechas, dardos de palmeras, hachas, lanzas y mazas de piedra). También elaboraban el oro fundido con liga de cobre y vaciado en moldes de barro, hamacas para dormir y redes de cabuya y pita para pescar; porque además de cazadores expertos eran expertos pescadores.

Además también destacaban en al cerámica de arte (vasos adornados con pinturas y relieves verdaderamente artísticos). Realizaban esculturas y pinturas formando figuras geométricas, hombres y animales. El oro lo sacaban directamente de los ríos (oficio de oreros) pues no existían las minas. Y comerciaban con joyas de oro, telas labradas, cacao y chaquiras o canutillos de concha perforados para hacer collares. Entre los chorotegas y sus vecinos con los que comerciaban la moneda eran las almendras de cacao.

Astutos, disimuladores, desconfiados en su carácter hacia lo extraño, eran crueles e implacables con sus enemigos pero en la hora de la adversidad y la derrota tenían una resignación verdaderamente estoica. Muy poco arraigado el sentido de la propiedad privada, su forma de vivir era la del comunismo fraternal en la familla y la tribu. El indio chorotega amaba, sobre todas las cosas, la vida libre de las selvas. Hoy están, como dijimos, prácticamente extinguidos salvo unos centenares desperdigados por Costa Rica y países vecinos.

Terminada nuestra investigación sobre los chorotegas nos despedimos de Nicoya en dirección hacia Liberia (capital de la provincia costarricense de Guanacaste) pasando por las hermosas poblaciones de Santa Cruz y Filadelfia y apartándonos, un día, hasta la famosa playa turística de Los Cocos (una de las muchas y muy afamadas playas turísticas de Costa Rioca), donde nos bañamos y disfrutamos de un clima verdaderamente paradisíaco. Y llegamos a Liberia diez días después de haber partido de Quito. Nos despedimos de nuestros amigos y colegas de Radio Sistema Cultural de Nicoya que nos regalan los famosos carritos de madera (como recuerdo de nuestra estadía en Costa Rica) y nos volvemos a Ecuador no sin antes prometer que volveremos de nuevo en otra ocasión a estas tierras acogedoras del país de los ticos (se llama ticos y ticas a los habitantes de Costa Rica por su peculiar forma de hablar en diminutivo).

2 comentarios sobre “Cuadernos Americanos: En el país de los ticos (Costa Rica)”

  1. Clara composición histórico-social de una estadía en Costa Rica. Muy buena la fase introductoria y el desarrollo. El final me deja a la expectativa de otra entrega tuya de tus queridos Cuadernos Americanos.

  2. Bueno Diesel… que te puedo decir… acabas de describir de manera correcta y acertada mi pais, mi tierra, que tanto quiero. Gran descripcion cercana de la realidad. De seguro caminaste por el parque al que suelo quedarme a escribir. Espero no sea el ultimo viaje. Un abrazo a la distancia.

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