…cuidate

Hasta que llegamos. Casi caímos de rodillas. Miramos hacia atrás y habíamos notado el largo trayecto de lucha, de entrega, de pasión! Ella sabía que la respuesta estaba delante de nosotros, pero pude notar que le temblaban las emociones. Hacia al frente sólo podíamos ver la cortina tiesa. Cogí sus manos para ponerlas en mi pecho y así entendiera que también tiemblo. Faltaba sólo un paso… quizá el de valor o simplemente la decisión de volar. En esos momentos pude respirar su aliento. Nos miramos y el sudor caía por nuestras mejillas con la velocidad de un río como si estuviéramos llorando. Yo comprendía su vida y ella la mía; pero ambos… no comprendíamos al mundo… no por el enigma de su existencia ni por tenernos sobre su centro; sino porque ha sido injusto. Nuestro inconsciente le rogaba que no existiera pasado, ni futuro, sólo nuestro deslumbrante presente. Quiso decirme algo con la mirada…le interrogué con un movimiento sutil de mis cejas. Antes que hablara, ya sabia lo que me iba a decir. ¡Por eso le repetí exaltadamente que volemos! Ella sólo atinó a decir: “…cuídate”

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