Y llegó la hora de la verdad. Ese momento que dura apenas un segundo en que el torero y el toro se encuentran al final de la aventura. Uno de los dos tiene que morir. La faena ha sido de tal calibre que toda la plaza está enmudecida. Aprieta el sol. Un sol que hace sudar a los aficionados que lo deben soportar sobre su cuerpo sudoroso, mientras los de la sombra se encuentran mullidamente en sus cómodas posturas, rodeados de las más bellas mujeres, en la Plaza de la Maestranza de Sevilla. Todo es sólo una expectación dentro del silencio del sol, la sombra y ese par de seres, animal y persona, que tienen que jugarse la vida. Uno de los dos tiene que morir. Uno de los dos debe vencer. Es tanto el deslumbrante momento de la verdad que Curro Romero sólo observa… observa con su sombrero cordobés bien colocado sobre la cabeza a aquel torero que ni tan siquiera está colocado entre los diez primeros del escalafón taurino pero que ha hecho que su sangre se congele.
El Torero de Plata compone la figura del matador. Está cuadrado el toro, semiagachado, engañado por la flámula roja que el torero coloca con la punta inferior besando la arena. Arena de sudor y sangre. El toro permanece quieto. El Torero de Plata hace el giro oportuno y pone el punto de mira de su espada apuntando perfectamente a las agujas. Las agujas del reloj de la Plaza de la Maestranza marcan las seis menos un segundo. Un segundo de vida y muerte a la vez.
Un segundo. Un sólo segundo para saber el veredicto. La Vieja Muerte, una desdentada figura espectral que se encuentra en el primer asiento de las gradas del 1 sonríe diabólicamente. La conocen en La Maestranza como la Pérfida Celestina, la que hipnotiza a los toreros que caen muertos, de vez en cuando, por mirarla a la cara. pero el Torero de Plata no está mirando a nadie, absolutamente a nadie salvo a las agujas del lomo de “Molinos”. Es él o “Molinos”. O él mata a “Molinos” o “Molinos” le mata a él. Es como una moneda echada al aire. Es imposible que caiga de canto. La moneda debe caer o de cara o de cruz. La cara del Torero de Plata está mirando solamente la cruz por dónde ha de entrar la filosa espada. Un segundo. Sólo un segundo que se está eternizando. El Torero de Plata recuerda. Recuerdo-Olvido-Recuerdo.
Una sencilla carretera en una aldea perdida entre las aldeas anónimas de España. Un pasear noble en el atardecer. Recuerda. Olvida. Recuerda. Y es necesario apartar de su memoria aquello del oro y la plata. Sabe que no estará nunca entre los diez mejores espadas de la Historia. Sabe que o mata a “Molinos” para que sus recuerdos sólo sean un eterno olvido o “Molinos” le mata a él y sea él el eterno olvido en la historia de la Fiesta nacional española. Un segundo que se está haciendo infinito. El mihura sigue quieto. la mente del Torero de Plata sigue recordando. La carretera gris, la parda sierra. El riachuelo donde se sienta a soñar en el pretil del puente de piedra. Y no puede olvidar lo del oro ni lo de la plata. En realidad no le importa recordar porque esa es la manera que tiene para conseguir alcanzar el olvido. Curro Romero sólo mira y observa, con su sombrero cordobés bien ajustado.
En los andenes del 8 hay otro ser humano que sabe mucho del Torero de Plata porque precisamente fué el Maestro que le enseñó a lidiar la vida. No se lo ha dicho a nadie. Nadie lo conoce. Es un vallisoletano llamado Don Florencio que no puede soportar más aquel eterno segundo.
– !Mátalo ya!. !Máta a “Molinos” o “Molinos” te mata a tí! -grita en medio del silencio.
El Torero de Plata descubre a su Maestro en unas décimas de segundo. Le sonríe ligeramente con aquella forma de sonreír que tanto molesta y envidia a la vez a “Nandito El Merenguito” que se está mordiendo las uñas.
– Que le mate!. Que le mate “Molinos” al Torero de Plata -se le escapa en un breve murmullo inaudible para nadie, salvo para la Señorita Mora que está sentada a su lado y no dice nada. No le interesa, para nada, lo que diga, piense o desee “El Merenguito”. Ella sólo está atenta observando la mirada del Torero de Plata.
Un segundo. Sólo un segundo que se está haciendo verdaderamente eterno mientras los sencillos aficionados de los graderíos de sol chorrean sudores que les recorre la frente y el rostro y se internan en sus cuerpos a través del cuello. Los aficionados de la sombra sólo permanecen allí, cómodamente sentados con sus voluminosas barrigas, junto a las bellas mujeres que los sencillos aficionados de los graderíos del sol sólo pueden observar de lejos. Los policías están dispuestos a impedir cualquier alboroto. Bastante alboroto se armó cuando el Torero de Oro fue derribado por “Molinos”. Ahora no están dispuestos a que nadie diga nada ni a favor ni en contra del Torero de Plata. Ellos son la ley en este segundo y ellos son neutrales en este segunodo, mucho más allá de lo que quiera decir o pensar el Juez que, en el palco, junto al alcalde y Doña Esmeralda está temblando… ¿de miedo?, ¿de pavor?, ¿de ambas cosas a la vez?. Sí. De ambas cosas a la vez al igual que les ocurre al alcalde y a Doña Esmeralda. Ésta úiltima no puede desviar su mirada de la mirada del Torero de Plata. Pero el Torero de Plata no está mirando a nadie. Sólo está mirando al pasado. Una carretera de gris cemento, unos montes pardos, la tapia del juego de pelota, un emparrado, y aquello que le golpea en las sienes del oro y de la plata. Sabe que o mata definitivamente a “Molinos” o “Molinos le mata definitivamente a él. ¿Es posible una tercera vía?.
– !!No!! -grita el Maestro Don Florencio que sabe interpretar los pensamientos internos del Torero de Plata- !!O eres tú o es él y yo quiero que seas tú!!. !!Mátalo!!. !!Mátalo definitivamente!!-
En el cerebro del Torero de Plata que sigue apuntando a la cruceta de las agujas del mihura resuenan las voces del Maestro y sólo una ligera sonrisa bohemia le hace pensar. Recuerdo-Olvido-Recuerdo. “El río Guadalquivir es un río español, se considera tradicionalemente su nacimiento en la Cañada de las Fuentes en el municipio de Quesada (Jaén). Su cuenca hidrográfica abarca parte de las provincias de Jaén, Córdoba, Almería, Granada, Málaga, Sevilla, Huelva y Cádiz, y desemboca en el Océano Atlántico por Sanlúcar de Barrameda, en un amplio estuario entre la provincia de Cádiz y la de Huelva. Entre Sevilla y el estuario, se sitúa una amplia zona húmeda: las Marismas del Guadalquivir. Es el quinto río por longitud de la Península Ibérica”. No puede olvidarlo. Ni tampoco los pueblos de Valencia.
– !Mátalo por favor!. !Te lo pido de todo corazón! -grita, de nuevo el Maestro.
Por fin reacciona el Torero de Plata mientras intenta olvidar a la carretera gris, a los montes pardos, a la fuente del caño ancho, al puente de piedra, al frontón de los juegos con pelota, a aquello del oro y la plata que tan dentro lleva de su corazón. Sabe que jamás será uno de esos toreros de oro que tanto abundan en la historia taurina… que sólo será siempre uno de los de plata… de esos muchos que nunca consiguen entrar en las estadísticas de los 10 mejores toreros… pero no le importa.
– “Se equivoca, querido profesor… esta vez se está equivocando usted”.
El Maestro sabe interpretar los pensamientos del Torero de Plata.
– !No amigo, no me equivoco… uno de los dos tiene que morir. No hay una tercera vía! -vuelve a gritar en medio del silencio de la plaza.
– “Querido profesor esta vez se está usted equivocando” -mientras sigue apuntando con su filosa espada, en aquel eterno segundo a las agujas del lomo del mihura “Molinos”.
El recuerdo no le abandona.
– !No recuerdes más y mátalo, por favor, colega! -dice el querido Maestro del Torero de Plata mientras se derrumba, de pronto al suelo.
– !Avisen rápidamente a los servicios de socorrismo y salvamento! -grita el vecino que está al lado de él- !Este anciano está sufriendo un ataque cardíaco!.
– Por favor… díganle a mi colega…
– ¿Su colega?. ¿Cómo puede ser su colega si hay tanta diferencia de años entre usted y él?.
– No… es mi colega… por cosas que yo sólo sé… pero díganle que sí… que lleva toda la razón… que siempre tuvo la razón de su parte…
– ¿Pero qué significa eso?.
El Torero de Plata ve cómo está muriendo su querido profesor. Sigue concentrado en el lomo de “Molinos” que permanece quieto en aquel infinito segundo. Son 500 kilos de peso en bruto. 500 pesadillas en el recuerdo vivo del Torero de Plata. Doña Esmeralda no puede apartar su mirada del Torero de Plata y piensa: “!Cuánto le odio!”.
Sin embargo ni el odio de Doña Esmeralda ni la envidia de “Nandito El Merenguito” que sigue deseando, cómodamente sentado en las gradas de la sombra del 7, que el mihura “Molinos” mate al Torero de Plata, hacen mella en él. Él eso lo tiene olvidado y superado. Sólo está en su memoria una carretera gris, un breve paseo al atardecer, un par de chiquillas en bicicleta y aquello del oro y la plata… mientras piensa si es verdad que él va a matar a “Molinos” o “Molinos” le va a matar a él. Mira al rostro del toro. Sólo él, de entre todos los asistentes que hay en la plaza, incluido Curro Romero, ha podido ver dos gruesas lágrimas saliendo de los ojos de “Molinos”…
El profesor Don Florencio está ya agonizando
– !Corran!. !Avisen rápidamente a los servicios paramédicos!. !Este anciano se está muriendo!.
– No. No avisen a ningún médico ni doctor alguno -responde en el último momento de su lucidez- Sólo díganle a él que nunca me defraudó. Que sabía que iba a responder lo que mi corazón y no mi boca estaba hablando. Es muy inteligente. No importa en qué lugar del escalafón le sitúen los críticos del Arte… pero es el mejor… yo siempre lo supe y por eso se lo dije cuando sólo era un niño de diez años de edad. !Sabía que no me iba a defraudar!. !Sabía que iba a comprender lo que habla mi corazón y no mi boca!. Díganle que jamás le olvidé. Por eso ya no soy su Maestro. Por eso es mi colega. Porque aprendió tanto de mis enseñanzas que hasta me ha superado a mí.
El Torero de Plata observa cómo muere Don Florenio. Y entonces ocurre algo inesperado; algo que nadie piensa que puede suceder cuando todos están dispuestos a pedir, por unanimidad, salvo los envidiosos de siempre, las dos orejas y el rabo para él y cuando todos, excepto los envidiosos de siempre, ya están preparados para sacarle a hombros por la puerta principal de la Plaza de la Maestranza de Sevilla y llevarlo así, en lo alto de la gloria taurina, hasta el Abba Triana Hotel que está situado en pleno corazón de la ciudad de Sevilla, en el popular barrio de Triana, con fabulosas vistas al río Guadalquivir y junto a la isla de la Cartuja. A sólo 5 minutos del centro histórico y núcleo comercial.
Pero ocurre lo insólito e inesperado. Sólo el Torero de Plata ha visto los dos lagrimones surgiendo de los ojos del mihura “Molinos”. Él sigue apuntando a las agujas de la cruceta del lomo del toro. Le duele en el corazón la muerte de su querido profesor de escuela. Le duele infinitamente. Todos esperan que cumpla venganza matando inmediatametne a “Molinos”… !pero el Torero de Plata arroja la espada al suelo!.
– !!!Cobarde!!! -resuena en toda la Plaza de la Maestranza, la voz odiosa y envidiosa de “Nandito El Merenguito”.
El Torero sólo le mira una sola vez con su leve sonrisa bohemia.
– !Cállate imbécil! -le increpa la Señorita Mora- !Yo sé algunas cosas del Torero de Plata que tú ni imaginarte puedes… pero no seré yo quien te las cuente… jamás te contaré las cosas que yo sé del Torero de Plata. Y ahora ten tú mucho cuidado de que no se entere tu esposa de que has estado conmigo… porque mira que en Sevilla todos nos conocemos a todos y que las noticias corren como la pólvora. Ojalá tengas suerte y no se entere tu esposa, pues has de saber que las sevillanas somos muy habladoras y nos gustan mucho ciertos asuntos contarlos de boca en boca. Sólo te voy a decir mis dos últimas cosas. La primera es que su el Torero de Plata quisiera, ahora mismo vendría hacia ti y de un sólo tortazo te rompería la cara y todos los dientes, porque tiene suficientes conocimientos para poder hacerlo pero ha juramentado no ser violento jamás con nadie así que no te preocupoes que no lo va a hacer; tú para él, porque lo conozco muy bien y mucho mejor que tú, sólo eres un cero a la izquierda ya olvidado. Y la segunda es que me voy para siempre de tu lado porque me da asco lo judas que eres. Adiós, “Nandito” me voy a las gradas de sol, a calentarme junto con los más humildes y sencillos aficionados de Sevilla, por ver qué hace ahora el Torero de Plata. Que la Fiesta todavía no ha terminado y quedan otros cinco toros por lidiar en este duelo mano a mano. ¿Qué no sabes tú que es por la conquista de una mujer y no por tomar venganza por lo que el Torero de Plata ha aceptado el reto?. Y la Señorita Mora se marcha hacia el tendido de sol, junto a los que están sentados en los graderíos del número 8, en la fila número 8 y en el asiento número 8 que le cede un sevillano de buen corazón.
El Torero de Plata, mientras tanto se acerca lentamente hasta “Molinos”, le acaricia la cabeza y con la capa roja le limpia el sudor, las lágrimas y la sangre. Después desclava los tres pares de banderillas que tanto le duelen y le sigue limpiando la sangre del cuerpo. El mihura, “Molinos”, aquel toro de 500 kilos de peso ha dejado de ser ya 500 pesadillas para el Torero de Plata, y ahora mueve la cabeza para que el torero se la vuelva a acariciar. El Juez, sin salir de su asombro, y ante el silencio sepulcral que se ha vuelto a apoderar de la Plaza de la Maestranza de Sevilla, da la orden de indultar al toro que es devuelto a los corrales.
– !!!Valiente!!! -grita a pleno pulmón Doña Esmeralda.
Pero el Torero de Plata vuelve a responder de la misma manera. Sólo le dirige una ligera sonrisa bohemia, se da media vuelta y marcha en dirección a la salida de la Plaza.
– !No puede usted hacer eso, le dice el portero principal!. !Usted se debe a los aficinados y la Fiesta sólo acaba de comenzar!. !Aún quedan cinco bichos por matar!.
– Escúcheme bien porque sólo se lo voy a decir una vez. Sé que no debo irme de esta Plaza llamada La Catedral de los Toros, pero poder claro que puedo. Una cosa es deber y otra cosa es poder y como puedo irme de aquí y no me debo a ninguno de los aquí presentes sino a mi bella esposa que me espera en Madrid… y siguiendo los consejos del Maestro Jesús del Gran Poder… me voy. Así que haga usted el favor de abrir la puerta principal o la abro yo.
El portero, totalmente corrido de sorpresa, le abre la Puerta y el Torero de Plata sale al Monte del Baratillo no sin antes haber sonreído ligeramente al pasar ante el busto de Curro Romero el cual, en su cómodo asiento de la zona de sombra, se ha quitado el sombrero para festejar la grandiosa faena…
– Doña Esmeralda… Doña Esmeralda… !buenas noticias traigo! -le dice a doña Esmeralda su lacayo “Ginesín”.
– ¿Qué buenas noticias pueden ser ya para mí, judas?.
– Que el Torero de Oro no ha sufrido ninguna cornada sino que está sólo un poco magullado en sus huesos por la caida sobre la arena y está dispuesto, ha dicho, a brindarle los cinco toros restantes a usted, sólo a usted y a nadie más.
A la mente de Doña Esmeralda le viene la imagen del Torero de Plata regalando, siempre con su sonrisa bohemia, el autógrafo a aquella desconocida Mercedes amiga de la también desconocida Julita. Al menos ella no sabe quiénes son; porque la realidad es que no son sevillanas sino hijas de Madrid, madrileñas puras.
– !Y a mí que me importa ya el Torero de Oro aunque esté calificado por los criticos con el número 1 en el escalafón taurino!. !El mejor es el Torero de Plata!. Así que deja ya de hacerme la pelota, so judas, y enjaeza los caballos que salgo de inemdiato para Dos Hermanas…
– Pero… !es el Torero de Oro!
– Me importa un pito si es el Torero de Oro o es Juan Belmonte redivivo… yo me voy al monte… a vivir para siempre junto a mi hermana Doña Caridad. Y una vez que hayamos llegado a Dos Hermanas díme cuánto te debo por tus servicios prestados y te pagaré todas las monedas que sean pero no quiero verte más en mi vida, judas iscariote…
Y mientras esto sucede, una vez que Doña Esmeralda ya va camino de la finca de su hermana Doña Caridad en la población sevillana de Dos Hermanas, el Torero de Plata camina, totalmente anónimo, a aquellas horas de la tarde, ya muy cercanas al anochecer, llenas de gente que celebran la Feria de Abril. Y va caminando lentamente hacia la estación de trenes. Su destino es Madrid donde le espera su bellísima esposa que es lo unico que le importa de entre todos los seres humanos. Su bellísima esposa y Jesucristo al mismo tiempo.
El Torero de Oro, totalmente desangelado pr la ausencia de Doña Esmeralda y, tras darse cuenta de que el Torero de Plata no estaba aceptando el reto de conquistar a dicha Señora Esmeralda sino a otra mujer mucho más bella que él ni tan siquiera conoce pero intuye que existe… tiene una tarde fatal en medio de los abucheos y pitos del público en general que, de pronto se han olvidado de que es su ídolo. La bronca es monumental porque ha recibido los tres avisos correspondientes en cada uno de los cinco mihuras que son devueltos al corral sin haber sido matados. Abandonado por primera vez por su fanáticos seguidoras y fanáticas seguidoras ha decidido, igualmente que ha hecho el Torero de Plata, abandonar definitivamente los toros y retirarse a meditar, durante todo el tiempo que sea necesario, al Monaterio de los Jerónimos de la pedanía murciana de Guadalupe que, al fin y al cabo es nombre de mujer… mientras en las sombras de la Plaza de la Maestrazna durante todo el tiempo, ha guardado silencio una guapa madrileña llamada Guadalupe, totalmente liberada ya de toda nostalgia, porque precisamente si conocía también algo de la vida del Torero de Plata que ahora está caminando por la calle sevillana de Sierpes, el nombre de una tradicional y concurrida calle comercial de Sevilla, conocida por todos los sevillanos, situada en el centro de la ciudad, comenzando en la plaza de la Campana y terminando en la plaza de San Francisco, donde a su vez se halla el Ayuntamiento.
La calle, peatonal, está llena de comercios, reconocidas confiterías, cafeterías, y tabernas. Hay sevillanos, forasteros y extranjeros transitándola y comentando lo sucedido aquel día de la Feria de Abril en La Catedral de los Toros, La Maestranza sevillana, mientras van de compras o aprovechan su tiempo de ocio haciendo fotografías de las estatuas humanas, mimos, músicos, pintores e incluso mantas de improvisados vendedores ambulantes. El buen tiempo reinante produce una sensación de alivio en el rostro, el cuerpo y el corazón de El Torero de Plata que ya ha ovidado, por completo, la carretera gris y todo aquello del oro y la plata. No le interesa ser ya torero ni que le recuerden como tal. Sólo va ahora, caminando anónimo, por el Centro de Sevilla, aunque su destino en aquella cudad es la estación de trenes de Santa Justa, en la Avenida de Kansas City mientras sonríe imaginándose, ahora, que es un vaquero del Lejano Oeste norteamericano. Y es que su sonrisa e imaginación no tienen remedio alguo. Es así desde que nació. Lleva, desde siempre, el Espíritu alegre, aventurero y bohemio desde que su madre lo engendró dentro de su vientre.