Sucedió algo curioso cuando estábamos en la sala del hotel todos reunidos allí. Sucedió que apareció un majestuoso hindú, con un tablero de ajedrez bajo el brazo, haciéndonos saber que él había sido un aventajado discípulo del Gran Maestro ruso Mijail Tal y que retaba a una partida a quien quisiera jugar contra él. Sólo Pierre, que le dijo al hindú que era un pésimo jugador de ajedrez, ha aceptado el reto. Y comienza la partida con unos movimientos de apertura que, para mí, y confieso que sé muy poco de este juego y sólo debido a antiguas enseñanzas de mi excompañero de Banca Alfonso Ondaro, son muy poco ortodoxos y bastante desconcertantes porque, en contra de lo que dicen los entendidos, nadie se lanza a dominar el centro del tablero. Nosotros cuatro, cansados de esperar a que el hindú mueva las piezas, decidimos jugar al parchís.
En el parchís (y rememoro aquella inacabada partida con Gloria Fuertes) las fichas amarillas de Alexander tienen una suerte endiablada. !Nunca había visto yo tantos seises y tantos cincos en un solo dado de ajedrez!. Al final no ganan mis fichas verdes (praderas de Zuloaga), ni las rojas de Reynaldo (merfologías de Matta) ni tampoco las azules de Fausto (murales de Kingman) sino las fichas amarillas de Alex (girasoles de Van Gogh). Pierre y el hindú (que ahora nos enteramos que se apellida Singh) han decidido terminar en tablas. Ni el hindú era tan excelente jugador como nos dijo ni el francés era tan pésimo como le dio a entender. Pero ¿quién fue Ataturk para los turcos y para los kurdos?. Grandes discrepancias según se mire…
Los turcos consideran a Ataturk uno de sus más grandes personajes políticos de toda su historia. Mustafá Kemal Pasal (llamado por todos Kemal Ataturk) que nació en Salónica en 1881 y murió en Istambul en 1938, fue un militar que, ascendido a general en 1917, encabezó el movimiento nacionalista turco opuesto a las exigencias de los aliados de la Entente en 1919 y que luego fue elegido presidente del Comité Ejecutivo de la Gran Asamblea Nacional de Ankara en abril de 1920.
No aceptó entonces para nada el Tratado de Sévres y luchó contra los nacionalistas kurdos que buscaban independencia de Turquía. Como consecuencia de sus victorias ante armenios, kurdos y griegos (1920-1922), obtuvo de los aliados el reconocimiento de las actuales fronteras de Turquía (por eso se le considera el creador de la Turquía moderna) por el Tratado de Lausana de 1923. Y después de deponer al sultán Mehmet VI en 1922 abolió el califato turco en 1924. Antes, en 1923, ya había sido elegido presidente de la República de Turquía (gobernó desde 1923 hasta su muerte acontecida en 1938). Emprendió, bajo su mandato, la transformación del país en un estado laico y moderno.
El kemalismo de Ataturk se apoyó siempre en el modelo soviético de economía planificada y antiimperialista y durante mucho tiempo figuró como ejemplo de los pueblos de Asia combatientes por su liberación; por eso fue sorprendente, para los analistas políticos, el débil efecto que el kemalismo tuvo, sin embargo, en sus países vecinos de norte África (quizás como consecuencia de su tendencia antiislámica).
Pero… ¿y los kurdos?. ¿Cómo ven los kurdos a esta controversial figura histórica de Ataturk?. Sencillamente como un feroz enemigo de sus libertades, un dictador despótico que los persiguió y los masacró cuanto pudo. Les abolió todos sus derechos. Los kurdos hacen recordar siempre, a quienes quieren escucharles, que Hitler y Mussolini sentían una gran admiración por Ataturk.
En este complicado ajedrez político de la región sucedió también entonces otro movimiento táctico que perjudicó gravemente a los kurdos. Irak se declaró monarquía constitucional conforme a la Constitución de 1924 y, en virtud de otro tratado de 1926, se le adjudicaron a Irak los campos petrolíferos de Mosul y Kirku, en territorio kurdo. Este tratado tuvo lugar, sobre todo, a instigación de los ingleses. Si hasta entonces Irak había tendio, para los británicos, importancia geográfica como vía de comunicación a Oriente Medio y vía terrestre a la India, el interés de los británcis se centraba ahora prioritariamente en la explotación del petróleo. La cuestión de los kurdos ha estado, desde entonces, muy ligada a estos intereses. El movimiento independentista kurdo, apoyado por los británicos desde la I Guerra Mundial, fue rechazado ahora por una Gran Bretaña que abandonó a los kurdos y firmó convenios político-económicos con la nueva Irak, mandando incluso a sus tropas a luchar contra sus antiguos protegidos kurdos.
Los intereses del petróleo se imponían sobre las anteriores promesas políticas. Y así la provincia kurda de Mosul fue atribuída a Irak en 1925, la explotación del petróleo fue confiada a la Iraq Petroleum Company en 1927 y en 1930 el tratado angloiraquí concedió independencia nominal a Irak. El “oro negro” ennegreció el futuro de los kurdos…
Cierro el diario cuando todos nosotros excepto Alexander (que sigue con dolores y le han vuelto las fiebres) y Salat (que se queda a cuidarle) nos disponemos a salir a divertirnos a la ciudad vieja. Queremos visitar el Diararab que nos recomendó el joven turco. el taxista que nos lleva hasta allí es de Ankara, habla perfecto inglés, nos dice que se llama Aydin y que es una lástima que no vayamos a conocer Trebisonda (lugar donde nacieron sus antepasados y el gran Solimán el Magnífico) que está llenos de hermosos monasterios y mezquitas. Nos cuenta que en Trebisonda hay unos eremitas (ascetas que viven en soledad) que nos podrían enseñar muchas cosas piadosas, importantes y trascendentales sobre la vida espiritual en vez de perder el tiempo con los mundanos placeres del Diararab. En fin, es un moralista tremendo y nos dice que vamos a ir de cabeza al infierno. Es un individuo inefable este taxista y no se puede expresar con palabras su excesivo fervor religioso y su estado de mística conciencia.