Déjà vu

Y cuando tu piel se hizo sed, mis manos te bebieron.
Gota a gota mis caricias te poblaron, agitando tu respiración.
Mi boca buscó la excusa de la tuya, y los besos largos y profundos se hundieron en ti, perdiendo en sentido al sentirte.
Solo sé que ardías, mi infierno te quemaba.
La ropa no fue impedimento, tal vez por ello mi pasión comenzó a recorrerte encima de ella, como sino existiera, como si no estuviera allí.
Será que besar tus caminos vestida incentiva las ganas de explorar, de avanzar, de llegar más allá.

Quizás por ello te entregaste, y los movimientos de tu cuerpo me invitaban, me seducían.
Poco a poco te descubrí, y al hacerlo, la magia de tomarte se volvió una necesidad y bebí de ti, lento y pausado, saboreando tus gemidos.
Al sentirte lista, no pude extender el momento y mi despertar desembarcó en las puertas de tu isla, de esa isla oculta de playas mojadas que tanto me gusta habitar.
Así, Impertinente entré en ti, gozando del privilegio que me otorgaste, haciéndome cargo de retribuirle a tu piel tanta excitación.
Cabalgué tus ganas y tu las mías, convirtiéndonos en jinetes salvajes, llenos del momento, repletos de pasión.
Tu cuerpo y el mío se convirtieron en uno solo, tomando formas diversas al ritmo de nuestra unión.
Y así terminamos, agitados, tu piel junto a mi, tu perfume tan cerca, tu boca hermosa a la corta distancia de un beso.
Será por eso que tu piel se hizo sed, mis manos te bebieron y gota a gota mis caricias te poblaron, dejándonos atrapados en este ardiente deja vu sin final…

Juan Leandro Alzugaray

2 comentarios sobre “Déjà vu”

  1. Este excelente relato demuestra, Juan, lo que yo muchas veces he dicho: se puede hacer un gran relato sensual -erótico en su medida- sabiendo donde están los límites que no se deben sobrepasar para hacerlo mucho más interesante. Te felicito.

Deja una respuesta