El acertijo de Buda

La tortuga de Buda perecio y al llegar ante su maestro,
este le propuso un enigma. Ella tendria que viajar
por los ocho brazos de la rueda del Dharma,
hasta que alcanzase el centro, donde las tres corrientes
de la vida se fusionan en la chispa de creativa.

En el centro, la tortuga podria reencontrarse con su maestro.
El enigma se le planteo asi:

Cinco son los oceanos que tendras que atravesar,
Cinco estrellas te guiaran en tu camino,
Tres amigos te acompa;aran por una parte cada vez,
mas nunca juntos, pues se iran despidiendo
conforme desciendas por el nivel de las aguas.

En cada oceano, una tarea deberas cumplir:
sigue las corrientes y resiste las tormentas.
Enfrentaras mas de una desilusion.
Tu corazon encontara la respuesta,
pero guarda que tus ojos la vean
y lanzate a ella con fe.

Por cada uno de los ocho brazos del Dharma
la tortuga mantenia su peregrinar, sin renunciar
a encontrar la solucion. Todo lo que necesitara
se encontraria a su alrededor,
pero deberia mantenerse muy atenta.

Descendiendo y alzandose, en busca de las pistas que habia dejado
Buda para ella, la tortuga cruzo los ocho brazos, enfrentando una tormenta
cada vez. Y, aunque el fondo del mar estuviese frio u oscuro,
la tortuga confiaba mas que nada en el regalo de su maestro:
una gotita de luz en cada uno de sus ojos.

Mas la tortuga quedo ciega, pues se nego a abrir los ojos, dejandose guiar
para siempre por el calor de las corrientes que habia aprendido a navegar
desde muy joven, y nunca llego a encontrar a su maestro.

Un comentario sobre “El acertijo de Buda”

  1. Buen texto. Quizás la tortuga ya estaba ciega de antes pero cierto es que las filosfías pseudoreligiosas confunden demasiado. A mí la verdad los esoterismos jeroglificados de los pensadores de las filosofías-religiones orientales del tipo budista me dejan totalmente frío. Llegan a decir que todos somos todo y eso para mí es una barbaridad pues yo soy yo y siempre, para Dios, seré yo y no un pedazo de vegetal o un perro pekinés por muy de Pekín que sea y también tanta flor de loto y batines de color azafrán para vivir del cuento me mosquea mucho cuando sus pueblos sufren de hambre, de enfermedades, de injusticias, de despotismo (incluído el despotismo de los lamas). En fin. Que no. Que las tribulaciones de los pensamientos filosofo-religiosos orientales no los seguiré jamás porque me entra la risa.

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