El agujerito

Muchos pensarán que cuando hablo de él, me refiero a algún sentimiento que deja una pérdida, pensamos que es la herida que no cerró. Pasamos primero por todas las fases, sensación de abandono, odio, tristeza, depresión, nostalgia hasta llegar al olvido. ¿Explicaciones sicoanalíticas? ¡Claro! Son faltantes y agujeros propios, proyecciones de lo que somos, fragilidades, historias familiares, modelos y patrones.
Eso fue lo que dictaminó la ciencia.
Queda claro que no significa nada pero él sigue allí, inmóvil… ¿Estará esperando ser ocupado? ¿Quedará así para siempre? Les quiero comentar que no se parece en nada a una experiencia anterior.

Todos tuvimos separaciones, grados de soledad, muerte y resurrección, sentimientos tangibles, salvo este pequeño agujero que llevo dentro, que nadie reclama o, viene a tapar, y que no logro identificar como propio ni ajeno. El está quieto, inmóvil, no se agranda ni se achica, en definitiva, no tiene identidad.
Sin embargo, este agujero que llevo, no duele, no tiene emociones, no ocupa lugar, en definitiva, no molesta. Lo miro de ambos lados y no veo nada interesante, es un pequeño pedazo de mí que ya no está o nunca estuvo. ¿Alguien se lo llevó?

4 comentarios sobre “El agujerito”

  1. ¡Bien. Iván!. Bien sentido y bien escrito. Quizás ese agujero sea esa parte esencial que a todos nos arrancaron algún día en la vida… pero luego el tiempo lo convirtió en flor.. Quizas.

  2. Obviamente, no está en el diseño primitivo que aquel agujerito quede cerrado. Habías pensado en que es por donde tu alma respira. De hecho es como esos agujeritos en los vagones de tren que transportaban humanos a los campos de concentración; es como esas pequeñas averturas por donde te mira del otro lado un ojo encantador y tan lleno de luz; es como el pequeño respiradero de la ballena en que viaja Jonás; es que tú eres así, un profeta de tí mismo en la ballena de tus miedos e incomprensión

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