Yo ya sabía de la existencia de Juan Belmonte, uno de los toreros más grandes de la Tauromaquia a nivel mundial; pero no tenía ni idea de que existiera Belmont. Fue sólo cuando me atreví a cruzar el “charco” (entiéndase Océano Atlántico) que me ecnontré con él. Vestido de azul y blanco, sin más adorno especial, a Belmont le conocí en el año 1994 después de Jesucristo, aunque ya antes había tenido algunas referencias de él allá por 1986 antes de Jesucristo aproximadamente. Así fue cómo me hice amigo de él para no aburrirme en los días pesados. Conocer a Belmont fue un placer inolvidable. Pasamos doce o trece años interesantes Belmont y yo. Mientras él escuchaba mis historias, se encendía de entusiasmo. Y es que Belmoont era mi confidente favorito.
Cuando, a veces, Belmont se agotaba de tantas historia que yo le narraba, se tomaba un breve descanso y, en su lugar, venía Montana… y cuando Montana también se agotaba siempre había algún Leader que venía a acompañarme en mis charlas, para combatir la abulia y el peligro de alguna que otra bruja casera. El caso era pasar el tiempo con los viejos guardas callejeros que me contaban historias de boxeadores ya retirados y a quienes entretenía contando chistes que me ideaba sobre la marcha, no fuera que se durmieran y llegasen los cacos “bonifacios” para desalojarnos todo lo que teníamos guardado en casa. Nunca me olvidaré de mi querido amigo Belmont.
10 comentarios sobre “El año que descubrí a Belmont”
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Belmont, Montana y Leader se encendían y se apagaban sin haberlos fumado yo… pero eran grandísimos compañeros de fatigas y otras zarandajas.
Bueno, puedo asegurar que aquí hay mucha gente que no se agota de escuchar tus historias.
Ajjajjaj….ayyy Señor!!
Gracias a las dos por comentar. Me falta decir que Belmont, Montana y ese tal Leader me esperan con los brazos abiertos para continuar con nuevas aventuras más allá del Océano pero ahora estoy viviendo aventuras más acá del Océano y tengo como amigos a varias picaduras de tabaco que es que si te descuidas te pican y quien se pique que se pique porque lo que es yo soy muy amigo de ellos (se llaman, por orden de AntigUédad, Excite -que se excita muy de vez en cuando-, Kiowa -al cual le encantan mis historias de indios- y American Golden -que no es la repera sino la remanzana. Jejeje. Bueno. Gracias por leer y comentar. Voy a ver cuántas aventuras me paso hoy con Kiowa que lo tengo a mi lado haciendo siempre señales de humo como buen indio que es y lo digo en el buen sentido de la palabra. De momento ya he vivido una muy emocionante con un tirillas de esos que aparecen “ipso facto” en las cafeterías de estos mundos murcianos. Un buen día para vosotras dos.
segunda anventura: casi me come un antropófago. Menos mal que mi amigo Kiowa estuvo al quite y pudimos fumar la pipa de la paz.
A mí una vez casi me come un zombie
jajajjajajajjaaj muy buena esa historia, deberías escribirla.
Hola Nocturna. Te comprendo. Yo soy de los que opinan que los zombis pasan mucha hambre.
Pero también estarás de acuerdo conmigo en que no debemos de echarles de comer, verdad?
No. Solamente un poco de alpiste… nada más que un poco de alpiste o algún puñado de cañamones… porque ya sabes que son más bien pájaros. Jejeje.