El arco iris está en el fondo de nuestras ilusiones al divisar la montaña que deberemos subir. Es un arco iris perfecto, sus colores destacan nítidos sobre el verdor de las laderas, sin quedar difuminados por la neblina como los de antaño:

Rojo como nuestra esencia vital
Anaranjado como la alegría que nos debe invadir
Amarillo como la fuerza que nos anima
Verde como la energía que restablece nuestro equilibrio corporal
Azul como la tranquilidad que nos embarga al hacer lo que es justo
Añil como el lenitivo para nuestros males
Violeta como la transmutación y la limpieza.

Quiero llevarme conmigo ese bello arco iris si es que llego a la cima de la montaña. Sé que será un trabajo duro el recogerlo entero para que no escape ningún color, porque todos son igualmente válidos y necesarios. No los quiero para mí, sino para repartirlos entre aquellos que los necesiten.

Y sin embargo mi arco iris es liviano, podré cogerlo por un extremo y tirar de él hasta traérmelo a casa. Y allí ponerlo en mi terraza, para que duerma por la noche y despierten sus colores nuevamente por la mañana.

Estoy segura de que las estrellas, vigiladas por la luna, cuidarán de él.