El Caballero de la Rosa (7 )

De pronto, de entre la enmarañada maleza de una de las faldas del frondoso valle de la Cordillera Real, surgió un numeroso grupo de nativos de aquel lugar. El Caballero de la Rosa, bajando de su montura y con espada en mano, estaba dispuesto a enfrentarse a todos ellos. Si moría en el intento no sería de manera cobarde sino llevándose a muchos por delante. Era a vida o muerte. Sabía que había llegado a su Destino y lucharía por su Gran Sueño hasta el final.
Repentinamente, los numerosos nativos que ya se encontraban frente a él y su caballo, se pusieron de rodillas y comenzaron a adorarle. El Caballero de la Rosa hizo un gesto para que se levantaran. Temblando de miedo y de curiosidad aquellos nativos le indicaron que les siguiese y después de una pequeña travesía de dos días de duración, llegarón, !por fin!, al lugar que el había soñado desde la infancia.

Al entrar en la plaza mayor de la ciudad salieron a recibirle el Rey Caran y el Gran Chamán Kacharpay; los cuales se habían enterado de su llegada por medio de los “chasquis” (indígenas que hacían el trabajo de ser veloces correos humanos para transmitir las noticias de gran importancia). Tanto el Rey Caran como el Gran Chamán Kacharpay se arrodillaron ante el Caballero de la Rosa, en posición de adoración, y después levantándose, el Rey le dio un firme abrazo de amistad mientras el Gran Chamán le miraba con expresión de odio.
Durante tres largos meses El Caballero de la Rosa pasó viviendo en la corte del Rey Caran, su esposa Luz y la cinco hijas y tres varones del Rey Caran. Después de regalarles a todos y todas las baratijas que llevaba en la bolsa entregada por El Mago Merlín, una de las cuestiones que estuvo realizando durante aquellos meses fue la de enseñar su idioma a toda la corte real y algunos se hicieron maestros para enseñárselo igualmente a todo el pueblo.
Una vez bien conocido el idioma castellano por todos comenzaron los viajes por los alrededores entre el Rey Caran, el Gran Chamán Kacharpay y El Caballero de la Rosa.
– ¿De dónde vienes?. ¿En qué lugar naciste?.
– Vengo de un lugar muy lejano, desde más allá del pacífico mar que separa al País de las Amazonas de Europa.
– ¿Cómo se llama ese lugar?
.- Iberia.
Mientras el Rey Caran y sir Joseph del Oro charlaban, el odio del Gran Chamán seguía en aumento. Sus poderes no ejercían ninguna influencia negativa en El Caballero de la Rosa y, al contrario, hacían hablar continuamente al Rey Caran.
– Estás en el Reino de los Quitus. Hace años, nosotros los cara, les conquistamos y desde entonces vivimos nosotros aquí, repartidos en numerosas comunidades autónomas pero todas bajo mi poder real. Estás en el Continente Abyayala.
Fue cuando se disiparon todas las dudas de El Caballero de la Rosa. Si aquellos era el Continente Abyayala y aquel era el legendario Reino de Quitus, Ella debía estar allí; muy cerca de él. Así que se entretuvo, durante varios días, en observar detenidamente a las cinco bellas hijas del Rey Caran. Una de ellas era la que había entrado en su pensamiento infantil cuando nació y desde entonces era su Gran Sueño. Era una de las cinco hijas del Rey Caran… ¿pero cuál de ellas?.
– Tu llegada a mi Reino está escrito en las leyendas centenarias de mi reino. Todos sabíamos que vendría un dios extranjero a nuestras tierras. No sabemos que nos sucederá en el futuro pero yo creo en ti.
– Caran. Yo no soy ningún dios pero vengo a traeros las novedades del verdadero Dios, único Creador de todo los qie ven vuestros ojos y de todo lo que sienten vuestros corazones.
– ¿Quién es ese Dios del que habláis?.
– !No le hagáis caso mi rey! -intervino Kacharpay. !La verdad sólo reside en nuestro dios Sol, nuestra diosa Paccha Mama y los demás pequeños dioses!.
– Mientes, Kacharpay. Mentís todos vosotros los chamanes y sacerdotes del culto al sol y a la madre naturaleza. Mientís descaradamente para tener a este Reino en las tinieblas, el desconocimiento de la verdad y la sujeción a vuestros caprichos.
– !Calláos un momento, Gran Chamán, yo quiero saber quien es ese Dios Todopoderoso del que me habla este caballero ibérico.
Durante una semana entera estuvo predicando el Evangelio de Jesucristo a toda la corte real para que luego ellos la transmitieran al pueblo. Mientras tanto los chamanes y sacerdotes religiosos de los cara se esforzaban en derribar las verdades que salían del espíritu interno de Sir Joseph sin poder nunca conseguir otra cosa más que el interés de todas aquellas gentes por la nueva interpretación del único Dios Creador de todo aquello a lo que falsamente adoraban.
El Caballero de las Rosas había ya descubierto quien era la Princesa que estaba soñando desde su primera infancia.
– Caballero me encanta ese animal en que a veces montáis para hacer viajes por mi pequeño Reino
– ¿Te gusta mi caballo, Caran?.
– Me encanta como te he dicho antes. Nunca ví a un animal tan valioso y noble como él.
– Se llama Alba.
– Me gusta el nombre…
– Pues te lo regalo a cambio de un favor que os pido.
– !Decidme cuál es ese favor y os lo haré realidad instantáneamente!.
– Vengo a casarme con una de vuestras hijas.
– Son las más hermosas del reino -intervino Kacharpay -yo puedo ayudaros a elegir la mejor de ellas.
– Muchas gracias Gran Chamán pero no es necesario. Sé muy bien con quien me quiero casar. Lo sé desde que la he visto cuando, por primera vez, entré a esta casa.
La expectación de toda la familia real era impresionante. ¿Realmente sabía o no sabía a quien iba a elegir por esposa?.
– !!!Pero puedes estar confundido!!! – chillaba como una comadreja el Gran Chamán.
– Decidme ya, por favor, a cual de mis cinco hijas amáis.
– A ésta – y cogió con su mano izquierda la mano derecha de la elegida.
– !!!Imposible!!!. !!Imposible!!. !!!Imposible!!! – chillaba ahora como un cerdo el Gran Chamán – !Es del todo que sea esa vuestra elegida porque esa es la elegida para ser La Gran Virgen del Sol al servicio de la Casa Sacerdotal ya que acaba de cumplir los 16 años de edad!. !!Es imposible que la elijáis a ella!!. !!!Elegid a cualquiera otra de sus hermanas!!!. !Nunca seréis esposo de la Gran Virgen del Sol!.
Un momento -dijo ya malhumorado El Caballero de la Rosa sin soltar la mano de la elegida- Sé lo que hacéis con las Vírgenes del Sol. Elegís a las más bellas y hermosas mujeres de este Reino para enclaustrarlas en las casas sacerdotales donde los chamanes y los sacerdotes abusáis de ellas sexualmente mientras al pueblo lo engañáis diciendo que son diosas. Y después de abusar de ellas las sacrificáis diciendo que es en honor del Gran Dios Sol y la Gran Diosa Paccha Mama, para que no puedan decir la verdad de lo que ocurre en vuestros antros que llamáis templos. Sois embusteros, libidinosos, avaros y engañadores que estáis viviendo a costa del pueblo y gozando sexualmente de sus mujeres aunque muchas de ellas estén enamoradas de otros jóvenes del Reino.
– !Mientes caballero!. !Y os ordeno que sueltes la mano de esa doncella!.
– !Ven tu a hacerlo si te atreves!.
La bellísima elegida habló por primera vez, sin soltarse de la mano de él.
– Tranquilo José… tranquilo…
Sir Joseph se quedó un poco anonadado. Ella sabía que su verdadero nombre no era de los condados catalanes sino del reino de Castilla.
– !!!Te ordeno, por el poder del Gran Dios Sol, que sueltes a esa mujer!!!.
Harto ya de tanta testarudez, el Caballero de la Rosa, sin soltar su mano izquierda de la mano de la preciosa y bellísima joven elegida, desenvainó su espada con la derecha y rápidamente la situó en el mismo cuello de Kacharpay.

– !Tú lo has querido!.!Si no te callas en este mismo momento, te separo la cabeza del resto de tu cuerpo!.
– !No José!. !No lo hagas!. !No quiero que tus manos se llenen de sangre!. – habló la preciosa princesa.
– No es necesario, Caballero, yo lo haré por ti- intervino tranquilamente el Rey Caran mientras llamaba al general de su ejército, que se encontraba haciendo guardia en la puerta de la casa, y le daba la terrible orden.
– Avisa a todos el ejército de mi pueblo para que atrapen a todos los chamanes y sacerdotes de mi Reino y les corten las cabezas. Primera hacerlo con este cobarde, mentiroso e impúdico Gran Chamán.
– De inmediato cumpliré esta orden, mi Rey, y además yo mismo, con gran placer, le cortaré la cabeza a este inmundo cerdo Kacharpay. Juro que haremos que todo Abayayala quede liberado de estos brujos chamanes y estos impuros e hipócritas sacerdotes de Satán.
Una vez llevado hacia la cárcel el Gran Chamán Kacharkay, cuya cabeza fue cortada de inmediato, el Caballero de la Rosa pidió al Rey Caran y a todo el resto de la familia real que le dejasen a solas con su elegida.
Ambos se fusionaron en un amoroso abrazo y desde ese lugar, abrazada a él, ella le miró a los ojos y comenzó a preguntarle.
– ¿Dónde naciste?.
– En una frontera.
– ¿De qué lugar?
– De un lugar llamado Iberia?
– ¿Eres entonces lusitano José?.
El Caballero de la rosa quedó sorprendido. Ella no sólo sabía su verdadero nombre sino que conocía los pueblos ibéricos.
– Nací entre los lusitanos pero pertenezco al Reino de Castilla.
– Lo sabía, José, lo sabía.
– ¿Cómo te llamas tú?.
– Puedes llamarme con toda libertad, con total y absoluta libertad, Lina… pues ese es mi verdadero nombre abreviado.
Hablaba ahora ella sola mientras permanecía cálidamente abrazada a él.
– Te tengo que contar una historia verdadera. Lo haré del modo que lo comprendas fácilmente. Sólo guarda silencio y déjame hablar. El día que yo nací entré en tus pensamientos y en tu corazón y me convertí en tu Gran Sueño. Una ambiciosa compatriota tuya, mucho más vieja que yo, sintió lo que había sucedido entre tú y yo y quiso conquistarte. Sabía que eras el Caballero Poeta, entró en tu familia y, haciéndose llamar ladinamente Lina, cuando su verdadero nombre es Quina… conquistó a tu hermanastro mayor porque quedó confundida con mis poderes sensoriales. Yo hice que se equivocara de hombre y conquistara a tu hermano “Cara de Perro” que es como le conocemos en el Reino de los cara. Ella pensó que había conquistado al Caballero Poeta y él creyó que había conquistado a la Princesa del Sol.
– Lo he comprendido todo. También yo siempre supe que sólo tú eras mi Gran Sueño. A veces, en mi caminar hacia tu búsqueda, seguía caminos equivocados… pero jamás te engañé con ninguna otra mujer. Siempre supe que tú eras la verdadera Lina y ella una impostora. También yo jugué a despistarles gracias a las influencias positivas de tu mente. Y es cierto que te he estado buscando desde que naciste.
– Yo te reconocí desde el primer momento que pisaste esta casa… ¿a dónde me vas a llevar ahora?.
– A mi patria ibérica. Allí estará nuestro hogar y serás la Princesa del Castillo que ves en mi escudo de armas. Pero también serás, junto a mí, viajera por donde desees y por eso también te nombro mi Reina de los Mares.
– Gracias, José. !Me muero por ti desde el primer momento en que te vi!.
Un hondo y profundo beso eternizó aquel momento final.

FIN

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