El cine

Siempre ha sido una incógnita para mí el desarrollo de escenas de lucha entre el protagonista masculino (el chico) y el malo (que suele ser un malvado total), contemplada casi siempre por la protagonista femenina (la chica) sin mover un dedo para acudir a la defensa del chico, que suele ser su bienamado, y ello a pesar de que está en peligro la integridad física y puede que la vida de ambos protagonistas. ¿Es que, en opinión del guionista, del director, del productor, una mujer que agarrara una lámpara, un jarrón, cualquier objeto de decoración de peso, y le atizara un buen golpe al malo perdería sin posibilidad de recuperación esa aureola de feminidad que debe exhibir siempre la chica? Son muy raras las películas en las que ella sale de su marasmo y de su cara de horror para actuar como debe ser. Que me lo expliquen.

Igualmente, sobre todo en películas americanas y en ambientes en los que se palpa el peligro, los protagonistas abren la puerta a cualquiera sin molestarse en mirar por la mirilla y, claro, luego pasa lo que pasa, y se les cuela cualquier malvado que sabe que llama al timbre de un tonto.

¿Y qué decir de esas escenas tórridas, en las que el chico y la chica acaban de descubrir su mutuo amor y entran a trompicones en casa de él o de ella quitándose a zarpazos la ropa y dejándose abierta la puerta del piso? ¿Es que no temen que les sorprendan en pleno acto amoroso con las defensas (y alguna otra cosa más) bajadas? ¿Es su apasionamiento tal que no conservan un ápice de precaución?

Cuantas vidas salvadas hubiera habido, cinematográficamente hablando, o cuando menos qué cantidad de malos ratos se hubieran ahorrado los protagonistas si se reflejaran las reacciones de la vida real en las películas. Y también nos hubieran ahorrado a los espectadores unos cuantos sobresaltos, qué caramba.

Un comentario sobre “El cine”

Deja una respuesta