El cura Gamarra (Relato)

Hallábanse, por esas cosas de Dios, en el pueblo de Tormes, un cura apellidado Gamarra y su monaguillo Matas (un estudiantillo de la Sagrada Familia de Madrid) quien, aprovechando los descuidos del cura, continuamente pimplaba del vino para consagrar en la sacristía. El caso es que también vivían allí el pintor Adrados, el coplero Muriarte y el escribano Vaquero; quienes conformaban la clase social pudiente del pueblo. Todos ellos querían llevar la voz cantante a la hora de la celebración de las misas dominicales.

Resulta, de tales cuestiones, que mientras el cura Gamarra oficiaba las misas, el monaguillo no perdía nunca de vista la copa de vino y tanto el pintor como el coplero y el escribano, ansiosos de fama y gloria, luchaban a brazo partido por ser el primero en comulgar para que los viesen el resto de los feligreses. Empujándose y atropellándose mutuamente porfiaban, como si de casqueros se tratase, en ser los primeros en recibir la ostia de manos de Gamarra.

Sucedió un domingo, en plenas fiestas patronales de Tormes, que al monaguillo se le fue la mano en esto del beber vino en la sacristía y apareció tan amonado que vertió todo el contenido de la copa sobre la flamante estola del cura y éste, ni corto ni perezoso, soltóle tal pescozón al monaguillo Matas que a punto estuvo de matarle allí mismo. Prodújose, entonces, tal desconcierto en la iglesia que tanto el pintor Adrados como el coplero Muriarte y el escribano Vaquero quedáronse con la cara demudada y las piernas con flojera.

El pintor Adrados fue el primero en poner pies en polvorosa y salió de la iglesia avasallando a un par de tullidos que estaban esperando el milagro. A continuación fue el coplero Muriarte quien, cantando las cuarenta en bastos, acompañó sus cánticos con una multitud de codazos que todos los que encontrábanse a su paso escondíanse debajo de los banquillos. Por úlitmo, el escribano Vaquero comenzó a escribir la crónica de tales sucesos que, desde entonces, forman parte de las leyendas de Tormes.

“Nada sabe mejor que una ostia recibida a tiempo” fue la coplilla que quedó, “in memoriam”, compilada en el famoso Cancionero de Tormes desde aquella grande jornada.

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