EL LADRON DE LA VERDAD

Llegaba a casa reventada de trabajar, se despedía de la abuela, que se había encargado de cuidar a su hijo, bañarle y darle la cena y a continuación cerraba la puerta de la casa por dentro, con cuatro vueltas de llave. Vivía sola con el niño y siempre tuvo esa costumbre. Ella sólo se tomaba un vaso de leche caliente, y jugaba un ratito con su hijo antes de acostarse.
Esa noche, estaba más cansada que de costumbre, era sábado, en el restaurante no dieron abasto a servir cenas, y ni siquiera tuvo un minuto para llamar a casa y preguntarle a su madre si todo iba bien.

La salita de la casa era la estancia más alejada de la puerta de la calle, era allí donde jugaba con Enrique, veía la televisón o se tumbaba en el sofá con las piernas en alto para impedir que aquellas varices que empezaban a despuntar, no fueran a más.
Mientras el niño jugaba con los mini cochecitos sobre la mesa de la salita… Ella se quedó dormida y no escuchó ningún ruido, ni dentro, ni fuera del apartamento.
Enrique sí lo oyó:

– “Mamá hay duidos en la pueta”.
__ (Más bien dormida que despierta…) Anda cariño, ve recogiendo los cochecitos que nos vamos a la cama.

El niño tenía razón; alguien trataba de forzar la puerta de la calle. Miró a su madre y debió de intuir que estaba demasiado dormida como para hacerle caso, asi que fue él, quien desde el pasillo dijo con su vocecita y lengua de trapo:

– “espeda que te ablo”. Y sin más, y como pudo, abrió la puerta.

A el ladrón sólo le dió tiempo a escoder en la cazadora el destornillador de tamaño XXL con el que pretendía forzar la puerta. Cuando vió al niño, en pijama, con un cochecito en la mano y dirigiéndose a él, quedo estupefacto, clavado al suelo y sin poder articular palabra.

– “Ezque si vas a robal no tropees la pueta, poque lan pueto neva haxe puquitos días. Te abo yo. Pedo ahoda no puedes poque mi mamá está mimiendo”.

El hombre, seguía perpejlo; ¿que carajo hacía allí mirando y escuchando como un imbécil, a un niño de unos cuatro años?, ¿Por qué coño no salía pitando de allí?. Empezaba a reaccionar y a dar el primer paso para dar la vuelta y desaparecer , cuando volvió a pararse al escuchar las palabras del niño:

– “Pedo si venes oto día, no me quites la playestesion que me degaló el yayo, y no cojas el dinedo de mamá, que lo guada en el cajón de las bagas, ¿valee?, beno, adiós”.

Enrique cerró la puerta, y comenzó a darle vueltas a la llave para dejala como hacía su madre, que despertó asustada al escuchar a su hijo hablando sólo, y al final de pasillo.

__ ¿Enrique?, ¿que haces?
– “Cedar la pueta, mamá”
— ¿Qué?, ¿ no te he dicho muchas veces que la puerta no se abre ni se juega con ella?

– “Pedo es que habia un ladón, ¡mamá!
__ Enrique, no digas tonterías, es la última vez que tocas las llaves y te acercas a la puerta, ¿entendido?, y mañana, por desobediente, no juegas con la play. ¡ Venga, a la cama !.

Dakota

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EL LADRON DE LA VERDAD

Llegaba a casa reventada de trabajar, se despedía de la abuela, que se había encargado de cuidar a su hijo, bañarle y darle la cena. A continuación cerraba la puerta de la casa por dentro, con cuatro vueltas de llave. Vivía sola con el niño y siempre tuvo esa costumbre. Ella sólo se tomaba un vaso de leche caliente, y jugaba un ratito con su hijo antes de acostarse.
Esa noche, estaba más cansada que de costumbre, era sábado, en el restaurante no dieron abasto a servir cenas, y ni siquiera tuvo un minuto para llamar a casa y preguntarle a su madre si todo iba bien.

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