Mi amiga Isabel A., que anda remisa para entrar en la comunidad vorémica, escribió en 1981 el cuento que transcribo a continuación. Hoy, buscando en un cajón, lo encontré y le pedí permiso para ponerlo aquí. Me lo ha dado y por eso aquí está: (Ah, se me olvidaba, está interesadísima en conocer vuestra opinión, que yo tengo que transmitirle; se admiten toda clase de críticas)
“El niño al que le gustaban las gaviotas
Al niño le gustaba observar el vuelo de las gaviotas cuando, en los atardeceres, los barcos de pesca regresaban al puerto de la pequeña ciudad costera en la que veraneaba y, entonces, como remolinos inquietos de blancura y graznido, los pájaros escoltaban la flotilla, espiando y acosando el momento de la descarga de las panzas de los barquichuelos.
El niño era observador. Su padre se agotaba en explicaciones continuas al cuestionario inagotable de su hijo. Y el niño acumulaba información. Era muy pequeño, pero inquiría, interrogaba. Su padre, habitualmente, se quedaba convencido de que la mayoría de los datos que facilitaba a la pequeña computadora encarnada en su hijo se perdían sin más. Pensaba siempre que ya sería mayor y que volvería a preguntar y que entonces, sólo entonces, se enteraría verdaderamente de todo aquello sobre lo que ahora parecía siempre continuamente interesado.
El niño tenía cuatro años y le volvían locos las gaviotas. Sabía, porque se lo habían contado los mayores, que esos pájaros no eran buenos. Pero le gustaban, le fascinaban. Tampoco se sabía muy bien por qué. Y nunca preguntaba nada sobre ellas. Gozaba viéndolas y así le solían dejar, contemplándolas, sentado en el malecón, puntito minúsculo en el horizonte adusto del pueblo marinero.
Entre sus preguntas más habituales – era la edad – podía siempre contarse con la del tipo de trabajo que realizaba su padre. Y su padre le decía que trabajaba en el asunto del petróleo y que esto, y que lo otro y que lo de más allá. A saber lo que su mente infantil se imaginaba. Con su boquita entreabierta y sus ojos como de cuarzo duro, se comía a su padre prácticamente con la mirada y se marchaba tan contento con las respuestas vagas.
Y llegó un día en que el pequeño puerto pesquero se alborotó. Al parecer, un barco petrolero había encallado no muy lejos de la costa, y sus bodegas, heridas por el choque, dejaban escapar su cargamento negro y viscoso de petróleo. Los veraneantes estaban estupefactos. El agua ya no era agua. La playa ya no era playa. En la arena, las olas dejaban unos espumarajos oscuros y grasosos. Todo era negro. Todo era pegajoso.
El niño no comprendía nada. Bajó con su familia al baño cotidiano y sorprendió el alboroto de la gente madura. Miraba todo. De la mano de su padre recorría aquellos lugares que habían tenido colores tan diversos y que ahora parecían insistir en permanecer sucios y apestosos. Y de repente la vio. Era una gaviota. Pero ya no era blanca. Era una gaviota negra la que abatida sobre la arena maloliente y oscura de la playa intentaba volar y no podía. Corrió, corrió hacia ella y no pudo ayudarla y entonces le preguntó a su padre que qué ocurría, y al decirle su padre lo que había pasado, el niño echó a correr no se sabe hacia dónde, después de haberle dicho a su padre que ya no le quería.”
Es un cuento muy bonito y, desgraciadamente, muy actual. Parece ser que con los desastres de los petroleros nunca aprendemos y ese “nunca mais” está más lejos que nunca.
Curioso que a ese niño se le enseñe que la naturaleza no es buena “esos pájaros no eran buenos”, en cambio las computadoras y el petróleo, si. Aunque, al final, aprende que no todo lo que le dicen los mayores esta bien :”al decirle su padre lo que había pasado, el niño echó a correr no se sabe hacia dónde, después de haberle dicho a su padre que ya no le quería”
Díle a tu amiga que se anime a publicar en “Vorem”. Si escribía tan bien en el 81, es seguro que nos puede sorprender ahora con cosas muy bonitas.
!Pues yo concuerdo con Only en lo esencial!. Primero, Carlota, dile a Isabel que su cuento está muy bien escrito y es interesante porque tiene un gran trafondo reflexivo. Las gaviotas siempre me han gustado a pesar de que hay gentes que hablñan mal de ellas. prefiero mil veces ver volar a una bandada de gaviotas que tanto convulso movimiento de hombres con cartera gris que buscan nuestras carteras. Él niño del cuento de tu amiga ya habrá crecido, ya habrá perdonado a su papá y seguro que cuando sea padre sabrá indicarle a sus hijos propuestas más humanas que las del petróleo y las ganancias materiales a cambio de la esquilmación de la naturaleza. !Anímale a Isabel a entrar en nuestro vore, Carlota!. como dice Only: si ese cuento lo escribió en 1981 estamos seguros de que ahora nos deleitará con multitud de cosas excelentes. De verdad considero que el cuento de tu amiga es bueno… y además lleno de ternura humana dentro de la crítica que hace de un sistema de valores totalmente contradictorio. Quizás el padre de aquel niño supo reaccionar a tiempo de recuperar el amor de su hijo.