El nocturno Portugués

Es ya muy de noche, hace tiempo que sonaron las 12 y vamos camino de la una de la madrugada… pero el Bar Paquito se encuentra en plena efervescencia hoy. Nosotros cuatro (José el Relojero, Pedro el Historiador, David el Informático y Yo el Periodista) estamos en plena faena del mus. El Relojero de Manila, que ya camina hacia sus 96 años de edad (¡96 si señor, no es un error mecanográfico!) se encuentra en plena forma mental y memorística. Es una ventaja jugar con el Relojero de compañero porque su cara es un mapa indescifrable de guiños para los rivales. Las nobles arrugas de su rostro hacen imposible saber incluso para su compañero (que hoy soy yo) si las señas que hace son verdaderas o falsas. O sea que nuestros rivales (Pedro y David) nunca saben cuando José Gomariz va de farol o no va de farol. Y eso es una ventaja increíble que se nota a lo largo de la enconada partida…

-Pues yo sigo teniendo una excelente salud y memoria porque nunca he fumado en mi vida.

Las palabras del Relojero son sentencia para los demás. Pedro esconde su cajetilla de Winston, David esconde la suya de Fortuna y yo escondo la mía de Ducados. Nadie fuma en la mesa…

Sin embargo, en la mesa de al lado, Eva y Andrea hablan y fuman sin parar…

-Pobrecillas… no llegarán ni a los 60 –sentencia el Relojero

Nadie opina sobre el asunto. No queremos llevarle la contraria a José y además nosotros tres somos, a pesar suyo, fumadores. Pero ahora no. Ahora nadie hecha humo sobre las cartas del mus.

El resto de las mesas está ocupado por gentes diversas. Me fijo en una de ellas donde una joven parejita se lo está pasando bomba con sus besos y caricias. En la barra hay tres parroquianos. Uno de ellos es el famoso Portugués, el “chorizo” más ladino del barrio… que está contando a Paquito alguna de sus “hazañas”. A él. Al Paquito que ha visto ya todo lo que tenía que ver en esta vida y que le sirve una copa de anís pero pidiéndole que esta vez haga el favor de no irse sin pagar…

De pronto… ¡¡Apagón!!… ¡¡Apagón de luz en la barriada!!… ¡Y apagón de luz en el Bar Paquito!.

-¡Que nadie aproveche para cambiar las cartas, eh! –eleva su voz el Relojero.
-Nada. Todas las cartas sobre la mesa y boca abajo –exige Pedro.

David intenta el truco de la carta que se cae… pero no cuela…

-Nada de eso, David… que te estoy viendo… que tengo 96 años pero la vista y el oído en perfectas condiciones de salud.
-¡Qué desconfiado es usted, Don José!.
-No es desconfianza. Es prudencia. Es justicia. Tengo un juego de órdago y sé que con esto ganamos la partida Diesel y yo. Así que… las cartas sobre la mesa…

Se oye un lloriqueo de un niño asustado por la falta de luz.

-Caramba… ¡Manuela haz que se calle el niño! – reclama Paquito.
-¡Hazle callar tú que para eso eres el padre de la criatura! – grita desde la cocina Manuela…
-Paz… paz en la familia… -dice alguien de la barra.

Y un beso sonoro seguido de una queja de mentirijillas sale de la mesa de la parejita.

-Aprovechao. Si vuelves a hacerlo te abofeteo.
-Venga, Piluchi… que te ha gustado…
-A usted nadie le ha dado vela en este entierro…

De repente llega de nuevo la luz…

-¡Será cabrón el Portugués! – se oye maldecir a Paquito…
-¿Qué ha sucedido con el Portugués? – dicen desde el fondo del bar
-¡Que se ha ido otra vez sin pagarme la copa!.
-¡Lo ha hecho con alevosía y nocturnidad! –ríen desde el fondo del bar.
-Pues a mí no me hace ninguna gracia…
-¡A mí tampoco! – interviene Julián que está sentado ante el mostrador.
-¿Por qué no te hace gracia, Julián, si tú no eres el dueño del local y no vas a tener pérdida?.
-¡Que no tengo pérdida!. ¡El muy cabrón se ha ido sin pagar su copa y se ha llevado los dos euros que yo había dejado sobre el mostrador para pagar la mía!. ¡Ahora mismo voy a por él!. ¡Como lo coja lo mato!.
-Espera… espera Julián… págame antes de salir a por el Portugués… porque a este paso os vais todos sin pagar…
-No desconfíes de mí, Paquito, que yo no soy un sinverguenza. Ahora mismo vuelvo con el Portugués cogido del cuello y vaya si me devuelve los dos euros. ¡Como que me llamo Julián!.

Veinte minutos después hemos terminado la partida ganando el Relojero y yo (siempre es una ventaja enorme tener como pareja de mus al Relojero de Manila) y aparece julián todo contrariado…

-¡Nada Paquito!. ¡Ese cabrón ha desaparecido en la oscuridad de la noche!. ¡He ido hasta Marinoccio por ver si estaba allí pero no le han visto, ni allí ni en ninguna otra parte!. ¡Toma!. Cóbrame… pero al Portugués lo mato mañana mismo…

Salimos a la calle. Son las dos de la madrugada y hace un fresquito muy agradable. En cuanto llegue a casa voy a escribir la anécdota del Portugués y su alevosa nocturnidad para el Vorem. Liliana está pasando la noche en casa de Ruth y tengo toda la madrugada para escribir. Así que miro al cielo. Contemplo las estrellas. Me despido de José, Pedro y Víctor y sigo con la vista la posible fuga del Portugués. Estoy seguro de que se ha ido hacia la Ciudad sin Ley. O sea el barrio gitano de la droga. Seguro… pero también puede ser que esté en algún otro bar dispuesto a aprovechar otra oportunidad de tomar gratis una copa de anís y marcharse si es posible con los 2 euros de otro inocente paqrroquiano.

2 comentarios sobre “El nocturno Portugués”

  1. Jajajaja. Pues mira, yo tengo un tío, al que precisamente visité anteayer porque se caído y tiene una pequeña fractura, que también tiene 96 años. Y dile al Relojero que mi tío ha fumado unos 70 años… empezó a los 10. Y no te voy a decir que ahora mismo esté como una rosa, con lo de la caída, pero ahí está, con buena vista, oído y sobre todo cabeza.
    Me ha hecho mucha gracia tu texto, yo también (mea culpa) soy fumadora… es decir, soy de los proscritos.

  2. Pobre, el Portugués, que se las apaña para chorizar sólo 2 euros y una copa.

    Me recuerda aquella canción de Joaquin Sabina, “¡Al ladrón, al ladrón!”, sobre aquel chorizo veterano que, a su edad, todavía hacía “oposiciones a Carabanchel”.

    “Tú que tenías la más exclusiva clientela,
    en cada golpe dejabas tu sello de autor;
    mientras a salvo reías y contabas las pelas
    alguien pasaba gritando “¡al ladrón, al ladrón!”.
    ¡Si no fuera por los pocos
    que, haciéndose los locos, apuntalan tu dignidad…!
    fingiendo que no se enteran
    te dejan que les guindes la cartera, para cenar.”

    En fin, hay por ahí chorizos de más alta envergadura que el Portugués. Esperemos que esos no se deslicen en la oscuridad de la noche y terminen en Carabanchel.

    Diesel, muy frescos y divertidos todos tus retratos de barrio.

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