El niño obediente

Aïko, se levanta todos los días a las seis de la mañana para acompañar a su padre Masumoto a pescar. Al ser el único hijo varón de la familia, tiene por fuerza que asumir dicha responsabilidad.

Aíko y su padre cogen su barca de un cobertizo contiguo a su casa, recorren un camino empedrado, flanqueado por la colección de bonsáis de Masaco, su madre. Llegan al lago y se disponen a remar hasta la zona mas adecuada para empezar la tarea, la cual Masumoto conoce a la perfección, pues se hace de la misma forma desde hace miles de años.

Hace tiempo que al joven, le rondan ideas por la cabeza que desea decirle a su padre, pero no sabe como. Ese día, reúne el valor necesario y le comenta a su padre que en futuro, le gustaría hacer una actividad distinta a la familiar. Masumoto, sorprendido, suelta sus aparejos de pesca y conversa con su hijo.

–hijo mío, porque quieres cambiar una tradición que lleva en nuestra familia durante tantos años. En nuestra comunidad, todo el mundo espera que llevemos el pescado diariamente. – mientras hablaba encendía una pipa y aprovechaba para descansar.
-Papa, no me gusta pescar además no encuentro el sosiego interior del que tu siempre hablas.
– ¿y se puede saber cual es el oficio que te gustaría realizar? Imagino que carpintero, como en tu familia materna.

– pues no, quiero escribir poesía. – la famosa calma de Masumoto se desvaneció por las tranquilas aguas del lago akita.
– ¡tu estas loco! Vives en las faldas de un volcán, donde solo hay 30 familias y cada una hace lo mismo desde tres mil años atrás. Ni hablar aiko, tu aras lo que tu madre y yo te digamos, no piensas con claridad y los tiempos no están para escribir nada, lo único que conseguirás será morir de hambre o tirado en la calle.

Aiko, que toda su vida ha hecho lo que su honorable padre le aconseja, intenta olvidarlo todo y centrarse en la pesca.

A los pocos años de aquello, masumoto muere de un ataque al corazón, y vuelve a la cabeza de Aiko lo de dedicarse a escribir poesía y vivir de eso, pero su conciencia le impide escribir tranquilo, el recuerdo de su padre le machaca la cabeza. Aun así, decide intentarlo, deja su poblado sin pescador y se va a la ciudad donde no consigue destacar demasiado como escritor, pero si le da para vivir y formar su propia familia.

Siempre que sus hijos, le piden consejos de que hacer con su vida, les contesta que busquen en su interior y hagan lo que de verdad les guste.

Aiko fue desobediente solo una vez en la vida, pero no se arrepiente.

2 comentarios sobre “El niño obediente”

  1. Saludos:
    Una historia oriental, con su correspondiente y reflexiva moraleja. Me ha gustado mucho. Destaco tu gran detalle de los “detalles”, los nombres, la ambientación literaria…y creo que lo mejor es, siempre, convertirse en héroe frente a las tradiciones…¡Una tarea que crea, a su vez, otro sentido de la vida! Saludos y gracias por un cuento tan bello.

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