El préambulo está servido

El préambulo está servido

Hacía tiempo, tiempo, tiempo…
Ufffff cuanto!
Lo importante es que al fin sucedió, el preámbulo está servido.
Cuando tienes una experiencia trágica, es muy díficil volver a hacerlo.
Y más si fue de niña como yo, encima de la mano de tu pilar de confianza, tus padres.
Pero cuando tu vida se congela absolutamente, pese a tu esfuerzos enormes por continuar y dices no puede ser que todo esté tan mal. De hecho sabes, que no sobrevivirás si la cosa continúa así, que has arrivado al límite natural de cualquier ser humano.

Entonces cualquier acto que logres, no importa que índole, significa un desbloqueo, que sabes será el primero de la rueda, que los engranajes acabarán por mover los siguientes…
te aferras con desesperación obteniendo un momento de grata felicidad.
Te sujetas y trepas…

Fue en Brasil, quizás seis años tenía mi pequeño cuerpo.
No lo notaron, no le dieron importancia, no saben que me impidió volver a intentarlo hasta casi los treinta. Por la ignorancia de mi padre, la indiferencia de mi madre, todo siguió creciendo en silencio.
Aquel día habíamos ido al mar, al océano. Yo había ido muy contenta a ese viaje, ya que los dos no solían salir juntos, ni llevarme a muchos lugares, además hasta entonces jugar en la arena con mis palitas y meterme en el agua era algo que me entusiasmaba.
Mi madre fue un poco dentro, hablaba con alguien, yo fui donde pude para no perderla, al no alcanzarla me pongo a gritar.
Mi padre detrás me dice que no sea cobarde, me levanta por los aires y me lanza hacia ella.
Se dio la vuelta, él, hacia afuera.
Una ola me terminó de hundir.
Mi madre seguía conversando, espero que haya sido interesante al menos.
Arena y piedras estrujan mi piel algo quemada por el sol. Agua entra en mis oídos, mi naríz, mi boca, mis gritos no tienen recepción. Los pocos que entre pataletas y bocanadas podía efectuar.
Nadie me enseñó como comportarme en el agua.

Crecí con la sensación de que el mar era un peligroso enemigo, que me odiaba.
Y me llevé un reto por llorar mientras me ahogaba, por avergonzar a mi madre frente a su amiga.
Cuando vives en una isla no puedes esconderte mucho tiempo del mar.
Un año, pero no más para mí.
Ara empezó a decirme como el agua limpiaba sus amarguras, la mantenía con salud, de buen humor, fuerte físicamnete. En fin, fue entrando en mí…
Al principio tocaba el gua, que me parecía fría con el dedo gordo del pie, y salía corriendo.
Entrar hasta las rodillas, mojarme con las manos el resto, volver a la toalla.
Unos días después, manteniendo la insistencia con voluntad.
Entrar hasta las rodillas, mojarme con las manos el resto, sumerjirme hasta el cuello.
En un par de horas de estar así, relajada, mis pensamientos, no siempre útiles iban y venían, la corriente fuerte me empuja hacia dentro un poco, pienso, me está invitando a que me decida, a que desclave los pies del piso, concluyo mientras me termina de sacar hacia afuera.
Esta bien, acepto le dije. Entré de nuevo y de un brinco, pegando los pies al culo.
Me lleva y me trae a su antojo, descubro que aprendí a flotar, claro que todavía solo por unos segundos, ya que no logro atreverme a una posición horizontal.

Miro hacia mi marido que yacía en la toalla, mi relax se pierde en el mismo camino que debío hacer él para llegar hasta allá. ¿Porqué se va? Ya no me siento tan tranquila. Una ola enorme venía detrás, no la intuí, de pronto mis pies no tocan fondo aun completamente vertical, nadie está cerca, nadie me oye, no dejaré que me pase otra vez, agito con violencia los pies y los brazos, logro sostenerme arriba, por unos segundos estoy nadando!, la misma ola me llevó hacia afuera.

Acaso no era eso lo que necesitaba antes de tomar prozac? Aprender a sobrevivir?

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