El Reflejo de los sueños en lunas rotas (III y última parte)

. Pronto pusieron tierra por medio y terminó aquel toma y daca. Todo hacía sugerir que estaban salvados… o no, pregunto…
¿Te duele mucho? Has sabido comportarte con valentía. Ánimo, te llevaré a una cabaña despoblada y tranquila donde nadie nos encontrará y podré curarte esas heridas.
Todavía no sé porqué nos perseguían… ¿qué hacía en aquella camilla?, ¿quién eres tú que apareces y desapareces?, ¿quienes eran los presuntos médicos y esta banda de… zumbaos motorizados…?

Eres la hostia tío, ¡pues no haces preguntas! Es mejor que te relajes y no pienses. Estás perdiendo mucha sangre, guarda las fuerzas… luego habrá suficiente tiempo para discutirlo todo y sacar conclusiones sin precipitarse, ¿vale?
Saliendo del túnel, rodaron por una bien asfaltada autopista a ciento ochenta durante unos tres cuartos de hora más o menos y después giraron por un atajo medio oculto por la maleza, penetrando en la espesura del bosque, transformando el paisaje urbano por la paz llana de los campos verdes y la frondosidad de árboles frutales que en un día más propicio, con menos incidentes, hubiera podido resultar una magnífica excursión a pleno pulmón.
Yéndosele la visión y la noción en fracciones de tiempo y luz, los ojos estrábicos, mareado, tratando de soportar el dolor cada vez más potente, iban cruzando en travelling, desplazándose en movimientos trepidantes las numerosas familias de álamos, rosáceas, fagáceas, abietáceas y otros tipos de desconocidos arbustos y plantas gigantescas que le hacían sentir limitado en proporciones. El cielo que ya estaba nublado, ennegreció con viejo tinte y sin sorprender porque se veía venir, comenzó una nueva tormenta, empapando los cuerpos y la bujía de la máquina, que paró y no quiso volver a ponerse en marcha. Janina trató de conectarla en vano, nada, ni una maldita chispa. Janina, mujer de temple, con decisión y recursos, la dejó caer por unas rocas y bajó para taparla con matorrales hasta que desapareció de la vista y agarrando a Andy de los hombros, le ayudó a ir andando hasta un pequeño refugio hecho de troncos y cariño de papá… Entraron. Él se estiró en un cómodo sillón, mientras ella encendía la chimenea.
Bravo, la leña prende de puta madre, en cinco minutos tenemos caldeada toda la casa. Ahora lo que hay que hacer es secarnos las ropas y curarte… Eso está feo, miró la herida , va, no es para tanto, parecía más por la sangre coagulada. Son sólo dos rasguños, no hay casquillo de bala, debe haber rozado o rebotado con algún botón de la cazadora, ha habido suerte, suerte, una palabra que hacía tiempo que Andy no escuchaba , últimamente no tenía demasiada “suerte”. La suerte le había abandonado y parecía, por lo que decía Janina, que había vuelto, ¿o estaba delirando?
Te limpiaré con alcohol y con esta gasa haré un bonito vendaje. Ajá, ya está listo, unos días y a correr. ¿Sabes?, continuó hablando ahora con nostalgia , mi padre construyó él solito esta cabaña, fue cuando mi madre se largó con su amante, nos dejó, nos abandonó por una vida más lujosa. Mi padre me explicaba que ella era una mujer muy extravertida y le abrumaba el sedentarismo. Papá creía que cambiaría cuando yo naciera, pero se equivocó. Mi madre quería realizar grandes y largos viajes y disfrutar de los excesos que le estaban permitidos, sin compromisos. Su querido aristócrata se había enamorado locamente y ella le exigió libertad… y todas sus pertenencias en un “elaborado” testamento en el que excluyó a su hijo.
Aquí me traía papá los fines de semana y en las vacaciones de verano y Navidad. Era estupendo ver caer los copos de nieve desde la ventana… qué recuerdos tan entrañables. En esos días mi padre era como un dios, yo lo idolatraba, supongo que por aquello del complejo de Edipo y de Electra. Esa sensación de belleza no la he vuelto a sentir jamás, impresionante, para mí era como tocar el cielo con los cinco sentidos, convivíamos plenamente con la naturaleza, pescábamos en el lago, cazábamos, practicábamos montañismo. Era un excelente deportista, cinturón negro de yudo, tercer dan de karate… aficionado al ring. Me enseñó todo lo que sabía hasta que un cáncer se lo llevó… A mi madre no la he vuelto a ver desde los diez años. Respeto su manera de ser y la quiero, le guardo un rinconcito en el corazón… pero lamentablemente no tengo nada que agradecerle… en fin, ¿te he aburrido mucho?, ¡eh!, pero si estás durmiendo… bueno, de algo ha servido mi charla.
Janina le desvistió y le tumbó en la cama, necesitaría mucho reposo . Tendió las ropas aún goteantes cerca del fuego y se dio una ducha para limpiar el pasado que había emergido de las cenizas de su padre, que se hallaban esparcidas por los aledaños de la cabaña. Luego se acostó en la cama contigua a la de Andy. Debía vigilar su sueño. Cerró los ojos y no tardó en deambular por el pasacalles de la ciudad de las percepciones. Noches en los Jardines de España y Concierto de Aranjuez. Falla y Rodrigo. Inesperadamente, Andy López galopaba a lomos de un corcel negro, brillante, de azabache. Saltaba obstáculos y tropezaba una y otra vez, pero la carrera continuaba, no se detenía y él deseaba apearse. Tiraba fuertemente de las riendas y el caballo se levantaba sin derribarle y seguía su marcha tercamente, ¿conocería el animal el camino por donde pisaban?, ¿le llevaba a alguna parte? Si era así, mejor que fuera un buen motivo o no respondía de sus actos.
Sooo, caballo, paaaara, paaara, sooo…, ni puñetero caso.
Riiiiinnnnggg, riiiinnnggg, riiiinnnngggg…
Sí, ¿diga?
¿Andy López?
Sí, soy yo… creo, miró el reflejo en el espejo que estaba colocado enfrente del sillón de muelles chirriantes.
Sí, yo mismo, con más convicción.
Quería hablar contigo, oir tu voz… no me ha defraudado, es dulce y a la par varonil… me podría enamorar fácilmente…
Oiga, ¿con quién hablo?, me alegro mucho que le guste mi voz, pero en estos momentos no estoy para halagos y menos para bromas.
¿Porqué?, ¿por el gilipollas que llamaba a tu puerta…?, ¡baaah!, no te preocupes, era un mal hombre acostumbrado a rebajar a los demás, hasta el punto de empujarles por el abismo del suicidio sin intranquilizarle el sueño, ningún asomo de remordimiento le asoló jamás. Está mejor así, ya no hará más daño a nadie.
Yo no estaría tan seguro, a mí me lo está haciendo…
Reestructurando vidas después de muerto, muy clásico de un monstruoso ser.
¿Qué sabes tú?, ¿quién eres? Aparentas conocerle bien, ¿no?… mira, si sabes algo, te agradecería que me lo contaras. No puedes imaginar por lo que estoy pasando, ni siquiera sé si estamos hablando o es que deliro, ya declino, dimito de mis responsabilidades mentales. ¿Dónde estás?, ¿nos podemos ver?, dímelo y me tienes ahí enseguida.
Sí que te noto muy trastornado…
Bueno, no sé a ti, pero para mí estas cosas no forman parte de la cotidianidad del día a día.
Ya, claro, es comprensible… quizá pueda ayudarte a salir de los malos sueños sin que notes rastros de secuelas. Practicaremos un aborto para regenerar tu ingreso somático y psíquico a la normalidad de la locura terrestre y sociable, vamos, me refiero a la vida que llevabas antes. En fin, te espero… estoy en el Pacos Club Boys, ¿lo conoces, no?
Joder si lo conozco, pero si está debajo de mi casa… ¡ah!, claro, tú ya lo sabías, qué idiota soy… ¿cómo te reconoceré?
Sin contratiempos, llevo un sombrero de fieltro gris, gafas oscuras, una gabardina beige y guantes negros…
¿Qué? ¿Cómo?… Tú eres, tú eres el del… es decir, la del portal, tú me diste un puñetazo y saliste huyendo… Hostia, ¡qué fuerte¡, joder, me dejas deslumbrado…
Siento enormemente lo del puñetazo, de veras, pero tenía prisa. No pensaste ni por un momento que pudiera ser una mujer, ¿eh? Espero no haberte sacudido muy fuerte, esta vez prometo portarme bien. Venga, nos vemos aquí, hasta ahora…, colgó el teléfono y él la imitó bajando el aparato , impresionado. En la calle un poeta progresivo recitaba: “Cada persona es un mundo, esperemos que no sea como este”.
Sinfonía de Navidad en Re mayor.
Tenía razón la mujer que acababa de llamar, era cierto que ni por un instante se le había ocurrido que bajo aquel atuendo pudiera esconderse una dama. Sí, resultaba bastante machista, ¿verdad?, en el futuro trataría de corregir el entuerto. Qué se había pensado, ¿o es que las señoras no saben dar golpes?, evidente que sí.
Los lobos aullaban a una luna llena en las cimas de rocas recortadas. Un río truchero, de aguas viajeras, plateado por el reflejo del satélite ronroneaba transparente y plácido. Un muchacho trasnochador y soñador enamorado, rasgaba las cuerdas de una guitarra acústica, entonando una estrofa de “Después de la fiebre del oro” del canadiense Neil Young.
“…habían campesinos cantando, tamborileros tocando
y un arquero que partía un árbol, había una trompeta
sonando hacia el Sol, que flotaba en la brisa.
Mira a la Madre Naturaleza huyendo. En los años setenta…”
Allí sentado en el reflejo del edén, lloró de desamor, pues su paraíso no era correspondido por el sueño elegido y así se cristalizó en sus lágrimas, hasta que le despertaron las manecillas escarchadas del reloj del alba, que amaneció con pinceladas de colores puros en el que sólo un corazón triste y sensible, podía adentrarse formando parte inanimada del cuadro sin rúbrica… anónimo desinteresado.
Andy, el ermitaño urbano, visitó a Jazz, su compañero de raza al que cuidaba el vecino de rellano durante estos días en que se encontraba fuera de órbita en el sentido más estricto de la palabra.
Oye Andy, tú cuídate y tranqui… ya sabes cómo me gustan los animales, si no fuera por la parienta que me frena, tendría un zoo en casa. Si es que los prefiero antes que a mucha gente “civilizada”. ¡Aaaay, qué mundo, Dios!. Vete, vete y no te preocupes más por Jazz…
En la aturdida calle del “asesino de la plaza de las fechorías”, la policía estaba acordonando el bar taberna “Pacos Club Boys”. Al frente el Sargento Mayordomo Martínez.
¿Qué ha pasado?, preguntó a la congestión de mirones.
¡Eh!, hola Andy, ¡vaya movida chaval! Se han liado a tiros, el que llevaba la pipa se ha largado, no lo han pillado y dos parece que se han quedado “fiambres”, mira se los lleva la ambulancia. Jo, tío, qué marcha hay aquí en el barrio últimamente.
Andy se alejó sin querer saber más, hondamente preocupado por los derroteros que iban aconteciendo sin explicaciones para él. Por unos minutos deseó hacer el equipaje y huir a alguna parte donde pudiera olvidar lo que no conocía o quizás lanzarse de cabeza por el primer puente con vistas al mar, mas la cobardía se lo impedía. Una teoría constructiva desvelaba que el suicidio era el punto más lúcido que enfrenta al hombre con la mente colectiva, lapidando la vida para desenterrar en milésimas de segundo la autenticidad de la ciencia de la razón de ser y conocer lo que nunca logra entender en el instante final. Claro que este pensamiento no estaba patentado en las sociedades retrógradas, pues era cosecha libre de Andy López, pero empuñaba la fuerza de la convicción de que el hombre o mujer que se anulan voluntariamente, se llevan la verdad de este mundo, si la hay y desde la incipiente nota hasta el acto de desahucio corpóreo, era básico un ciclo encadenado de coraje, una especie de manual de ejecución del valor al apremio, visto desde un prisma interno del iluminado que resueltamente determina su destino más inmediato, dejando la materia a los que se quedan batallando por ella.
chissssttt, sssiiischt, chiiiissss…
Desde la esquina, un sombrero de fieltro gris, gafas oscuras, una gabardina beige y unos guantes negros, le hacían señas. Se acercó disimulando, no era aconsejable ser visto por Martínez.
Hola Andy, soy Gloria Colombia, ven, tengo el coche a un par de calles, además aquí sobramos. Dejemos al señor Sargento “no se entera de nada”, que saque sus erradas conclusiones avinagradas.
Veo que le conoces, acertó a decir Andy , un poco cortado al no verle los ojos, el cabello… las manos…
Por desgracia sí, y no sólo en esta vida…
¿Qué quieres decir con eso…?
Bueno, vale, no quiero desorientarte más, ya sé que en pocos días ha variado… cómo lo diría… ¿tu “calidad de vida”?
Yo no lo llamaría calidad, sino deterioro. Te confesaré que me he perdido, sí, así de llano y sencillo. Supongo o suponía que todos merecíamos una oportunidad y creo que la mía se ha perdido irrevocablemente en una nulidad eterna. No me hago preguntas, ya no, sería inútil como lo está siendo ahora mismo. Bueno, perdona, no me refiero a eso, en realidad sí que espero respuestas y con prontitud, antes de que me venzan los plazos de la locura. Sé que hay un Cosmos con millones de galaxias, sé que llevo una “pipa” en el bolsillo, ¿y qué…?, pero llegas tú, vienes y me dices no se qué de otras vidas… si querías aclararme las ideas no vas por buen camino, al contrario, me estás liando más la madeja…
Lo entiendo y lo siento, no tengo ningún derecho a mezclarte en mis rompecabezas… supongo que no nos encontramos en el mismo nivel de orientación. He de reconocer que mi humor es retorcidamente negro, paradójico, metafórico, irónico y sarcástico. Es una forma de afrontar los problemas, sin embargo me considero muy íntegra y soy una constante luchadora, no me doblego fácilmente y si caigo, vuelvo a levantarme con mayor ímpetu y fuerza de voluntad. Si no, ¿a qué hemos venido a este mundo? Hace siglos, Calderón escribió “La vida es sueño”, tú mismo has escrito sobre la posibilidad de los cambios de estados confundiéndolos con una fiebre gradualmente delirante o con los efectos de alucinógenos… a eso me refería cuando he citado la frase: no sólo en esta vida. Y punto. Y un consejo que te daré, es que no esperes al ejército de salvación. Lucha por ti, deja de atormentarte, de tenerte compasión y lucha… no te hundas en lamentos que no curarán tus miedos, al contrario los aviva más…
Sí, no es tan fácil cuando las adversidades te llegan en cada peldaño de la escalera desconocida y es tan larga y confusa que se mezcla el negro y el blanco, la razón y la locura, el amor y el odio, lo real con la fantasía, el bien y el mal… etcétera, etcétera. Por cierto, tu manera de hablarme, sabes detalles de mi vida…, es como si me conocieras de siempre…
Digamos que te he seguido la pista durante esta última semana.
Voy a aparcar por aquí, mira, ahí hay un sitio.
¿Dónde estamos?, no reconozco la zona.
Si no me equivoco, hace años que vegetas en Cosmopolitano. Pues bien, estamos en las afueras de la ciudad. Tengo un apartamento y algo que deberías ver y saber. No hay que poner frenos a la historia, tampoco el acelerador… tú has estado en punto muerto, sonrió complacida y mirándole a los ojos, observando su reacción introvertida.
Gloria Colombia era una mujer intrigante, que platicaba con el don especial de dejar en la intemperie palabras significativas que quedaban bailando en la mente, esperando inútilmente más información de la ya recibida. Hizo una buena maniobra y encajó la ranchera en el borde de la acera.
Dándole a un botón, silenció la banda sonora de la película Quadrophenia del grupo The Who. Acto seguido, giró la llave de contacto.
Final de trayecto caballero, bajemos…
Entraron en un estudio decorado con inteligencia, elegancia. Cada espacio, cada objeto, ocupaban su lugar con rigurosa precisión, dando la sensación de no sobrar ni faltar nada, ¿cercano a la perfección…? Pasaremos página…
De allí partimos y allá seguimos. Cautivos permanentes de una presencia primigenia, nacida la aureola antes de sembrar la semilla. Un abordaje entre densas nubes gris perla, sin armas, sin tripulación, sin dar a conocer la invisibilidad del engendro de un antaño creado promiscuo.
El tiempo es una micromilésima de milésima de segundo y si lo dividimos en unos cuantos millones de años, da un resultado de … ¿…?, lo que significa que debemos tiempo al tiempo. Vivimos en un precario chasquear de dedos.
Gloria Colombia husmeaba por las habitaciones.
Busco una cinta que quiero que veas… mientras siéntate, te pondré música. Introdujo en el equipo un disco compacto. En la carátula estaba escrito el titulo: Canciones para Andy.
La intrigante mujer todavía no se había desprendido de las gafas negras, ni del sombrero, tampoco la gabardina y los guantes, ¿porqué?
¡Y cómo no!, volvió a sorprenderse cuando empezó a escuchar las canciones para Andy, ¡eran tan suyas! Brotaron las notas que escuchaba estando en el vientre de su madre. Sintonías de infancia, de recuerdos, canciones contestatarias, el silencio de rebeldía adolescente, música sinfónica de duelo, de sentimiento de muerte. La carta a su primer amor. El sonido de letanías y risas. La amistad, la pérdida… el desprecio, la indiferencia. Los días de lluvia, el mar a flote, cielo, pájaros, arena escamosa de playa, caricias de piel, besos de sol. La primera vez… frustraciones, colegio, experiencias de adulto y un sinfín de pensamientos personales. Aquella cinta había grabado los bailes y los compases de estímulos y emociones, olores, colores y formas de sentir, con una exactitud que él no conocía en la trayectoria de sus días. Cercanas muertes dan nuevas perspectivas al camino.
A su espalda, Gloria Colombia le miraba contemplativa a través de los cristales negros.
¿Terminaste?, ¿si? Deseo que esto te ayude a entender un poco las diferentes convulsiones en las que te has iniciado…
La verdad es que comprendo menos que nada. Este cassette ha penetrado mis interiores y ha llegado hasta mi moral más secreta con certera puntería. Pero mis dudas se ramifican…
Bien, iré directamente al grano, testificó Gloria. Muchas veces nos preguntamos si existirá algún planeta similar al nuestro. No sólo sí existe, sino que hay doscientos cinco iguales a la Tierra, con los mismos ciclos rotatorios. Son como estrellas, unas nacen y otras mueren. Tú habitas en una que lleva siglos extinguida. El espacio es un cristal caleidoscópico donde nos vemos multiplicados, creemos que es un simple espejo, nos equivocamos, todos los reflejos son verdaderos. Es un engaño espiritual para no caer en crisis de pánico.
¿Y tú?, ¿y yo?…
Tú estás navegando a la velocidad de la luz por diferentes tierras, en cada una de ellas eres otro personaje y en distinta época, por lo que no llegas a encontrarte. Y yo he venido de otro planeta Tierra a advertirte de lo que te sucede, soy algo parecido a una curandera sideral. No sé más, también tengo mis dudas, no te creas, lo que si sé es que cuando regrese a mi lugar de origen, todo volverá a la normalidad y tú y yo nos olvidaremos el uno del otro. Así de sencillo, no te habré conocido y lo mismo te pasará a ti. Centrados en un mismo personaje, el que nos ha tocado vivir.
¿El disfraz…?
Es como tú me ves, imagina si puedes cómo te veo yo…
No, no puedo… oye y qué pasa con el asesinato.
¿El asesinato? ¡Ja!, han transcurrido unas cuantas cruzadas desde el asesinato del “Hombre Orquesta”. Olvida, deja de pensar y vive sin mortificarte, es inútil, no merece la pena sufrir por algo que no prevalece en el tiempo, en la historia, ni en el Universo… nunca ha existido nada.
¿Quieres decir que…? ¡Joder, qué fuerte! No lo creo, no, seguro que es otro jodido sueño…
No he venido a mentirte, al contrario. El Mundo, la Tierra, nunca ha estado, nunca ha sido. Somos el sueño del Universo, su espejismo, la imaginación del Cosmos, experimento estrellado.
Y ahora, preguntó Andy, ¿qué ocurrirá? Me volveré loco como no me digas que esto es una broma, quisiera oírte reír a carcajadas…
Eso no puedo hacerlo, te estoy quitando las vendas que te mantenían en un desequilibrio constante. Intenta sólo entender que aunque nada halla real, te haré una cura de desintoxicación, un masaje de olvido y luego seguirás tu “creíble vida”, relajado y sin alteraciones, como mínimo sin desdoblamientos. Serás tu propio destino en el inexistente mundo cretino y… lánzate a buscar felicidad, conocimiento…
A ver si me aclaro. Ostras, ¡no me puede estar sucediendo esto a mí! Me niego a creer lo que cuentas… así que no vivimos, pero debo vivir: ¿cómo se come eso?
Bueno, chico, no tengo todas las respuestas, lo fundamental es que vas a dar un giro de trescientos sesenta grados, que todos tus yo se unificarán en uno sólo indivisible en los límites de la normalidad y de alguna manera habrás hallado la paz interior. Ya no puedo decirte más, porque lo desconozco. Por favor, podrías girarte un momento… sí, no te extrañes… date la vuelta.
Andy López se quedó fijamente mirando la pared.
Avísame cuando pueda cambiar de posición, empiezo a estar un poco incómodo… ¿me oyes?, ¡¿Gloria?!
Andy giró en redondo al no escuchar a la mujer y descubrió quién era, estaba tendida en el suelo… la gabardina, el sombrero, las gafas y los guantes.
Andy López caminaba rumbo a casa con una barra de pan y el libro de Nietzsche “Así habló Zarathustra”, bajo el brazo.
Se sentía contento, satisfecho de la labor del día en la oficina de la inmobiliaria en la que trabajaba desde hacía dieciséis años. Hoy le había dado una buena lección al encargado jefe y éste le había prometido un aumento para la próxima temporada.
Completamente feliz, tarareaba una canción sin saber cual ni de quién era, ¡que más daba! En el trayecto entró en una joyería y compró una sortija para Janina, su esposa. Una chica oriental preciosa. Llevaban seis meses compartiendo piso y las cosas iban francamente bien. Cerró la puerta del ascensor y extrajo las llaves del bolsillo, oyó ladrar a Jazz. ¡Hogar, dulce hogar! Más tarde, cenando a la tenue luz de las velas, le ofreció el regalo en un pequeño estuche de terciopelo.
¡OOOOH, Dios mío, Andrés… es precioso! Te habrá costado muy caro… ¡no me lo digas!, te quiero vida mía, cariñín ven aquí… le besó apasionadamente al tiempo que sonaba el teléfono. Andrés se apresuró a cogerlo antes de que sonara por segunda vez.
Sí, diga… ¿quién es?
Soy yo, querido…
¡Marta Rubens! Te tengo dicho que no me llames a casa, dijo, disminuyendo el tono de voz.
Lo sé, lo sé, pero es que te echo tanto de menos y ahora estoy tumbada en la cama con el body negro, ese tan bonito que me regalaste y no he podido contenerme y me he dicho, voy a llamar a mi hombre para que sepa que pienso en él, sí, chatín, pienso en ti y me gustaría que estuvieras aquí, encima de mi voluminoso e insaciable cuerpo, ¡ooooh!, cariño, ¡cómo te deseo!, noto tus manos acariciándome, ¡ooooh, cómo te quiero, mi vida!, ¿cuándo vas a dejar a esa muermo y vas a venir a vivir conmigo?, tienes que decidirte, amor, yo no puedo estar así eternamente.
Marta, yo también te quiero, ya lo sabes, pero ahora no puedo hablar. Nos veremos mañana en la oficina, ¿vale?, venga, hasta luego.
Hasta mañana. ¡Ah!, llevaré aquella faldita satinada que tanto te excita. Colgaron los dos a la vez sendos auriculares. Él notó la erección y tardó un rato en dirigirse a la habitación contigua, donde esperaba ya semidesnuda la chica de ojos rasgados.
Ven, abrázame…
Sí, un momento que voy al baño…
No tardes, cielo…
Janina tomó el móvil del segundo cajón de la mesita de noche y marcó nueve números.
¿Diga, quién es?, ¿eres tú, amorcito…?, se oyó al otro lado de la línea, cruzando la hondonada de la ciudad.
Sí, Marta, soy yo. ¿le has llamado, verdad?
¡Sí, joder!, ¿cómo se puede ser tan hijoputa?, ¡qué cabrón!…
Lo es, pero hay que saber ver el lado positivo. Tenemos mucho que agradecerle, si no hubiera sido por él, no nos habríamos conocido… y eso sí sería una gran putada, ¿no crees? Oye no puedo reprimir las ganas de verte y abrazarte, ¡te deseo tanto!, menos mal que mañana habrá acabado toda esta estúpida e hipócrita historia de enredos y complots. Ya era hora porque no aguantaba más. Lo único que quiero es estar a tu lado, tú me cuidas y me haces sentir querida.
Jani… tesoro… tú y yo mañana abandonaremos la rutina y la ciudad, con un montón de pasta para el viaje a las islas y para vivir nuestro idilio… sin agobios, sin…
Cariño, llevamos más de dos años viéndonos a escondidas, planeando un desenlace y esta es la mejor solución, un magnífico plan. Nos lo merecemos y Andrés… ¡Andrés que se joda!
Pasaron dos noches y dos días y Andrés estaba paranoico. Por la mañana había encontrado sobre el frigorífico una escueta nota, era de su mujer: Andrés, me voy para siempre. Nunca te quise. Adiós y gracias.
No entendía nada, ¿qué es lo que había fallado?, la veía tan enamorada y de repente el amor se esfumaba. Las dudas y contratiempos le asaltaban. Pensar no era la salida al problema pues no llegaba a ninguna conclusión. La única lógica era que todo había sido una farsa, ella fingió su actitud hacia él y él la creyó hasta la médula. Muy buena actriz o él un pésimo espectador.
En el trabajo, le llamó el jerarca supremo.
Tome señor López, mire estas fotos y si tiene algo que explicar…
Cogió las fotos que la mano le alargaba y las miró despacio, incrédulo, una a una, maldiciendo mil veces. Suspirando, las devolvió al dueño de la inmobiliaria, ¿cómo le podía haber hecho esto Marta? Cabreado y humillado le vino a la cabeza la palabra “chantaje”, no había otra más directa en el diccionario enciclopédico de la Lengua Española.
Creo que son pruebas suficientemente contundentes. Me he cerciorado antes de hablar con usted de que no fuese un montaje y lo lamento, la verdad es que hubiera preferido que resultase una conspiración, yo mismo le hubiera respaldado, pero nos enfrentamos ante un hecho real y para un hombre católico, de principios conservadores, le diré que me resulta imposible tomar otra determinación. Estará de acuerdo conmigo… esto es para que firme la dimisión voluntaria…
¿Y si no firmo…?
Hará mal, aquí tenemos la notificación de despido por acoso sexual a una subordinada. Usted elige.
¿Y Marta Rubens?
Con ella quedamos en un acuerdo, a cambio de no remover este pastel, le dimos un suculento cheque con muchos ceros. Mi empresa ha llegado a ser una de las cinco multinacionales más importantes de Europa. ¡El sacrificio de cuarenta años en la brecha!, y estos escándalos no interesan, no podemos permitirnos una denuncia, ni una columna en la prensa acompañada de fotografías desvergonzadas, pornográficas. No, los clientes no lo necesitan… Señor López, sepa que me ha decepcionado, le tenía en mi lista ascendente para ocupar un puesto de prestigio. En fin, me duelen las circunstancias, pero…
Lo que era la vida, en breves instantes se encontraba sin empleo, Janina se había largado y…
Una clara sospecha le obligó a hacer cola en el banco donde tenían depositados los ahorros, indistintamente a nombre de los dos.
Ayer la señora retiró y anuló todas las cuentas le dijeron.
¡Así!, ¿sin más?
Señor, nosotros no acostumbramos a pedir explicaciones, podemos asesorarles, sí, pero la última palabra siempre es la del cliente. Creo recordar, lo podemos confirmar si quiere , que la señora pidió cambio en dólares y quedó muy agradecida de nuestro servicio y eficacia, se mostró radiante en todo momento y derrochó generosidad y amabilidad. Salió satisfecha y complacida. Lo que nos honra enormemente como entidad bancaria y humana. Hecha al servicio del ciudadano, para velar sus intereses.
¡Arruinado! Llegó a la casa cuando estaban desalojando los muebles.
¿Qué pasa?, ¿qué hacen?, ¡oiga! arremetió contra el que parecía llevar la voz cantante , ¿se puede saber qué están haciendo? Aquí vivo yo y si no se van inmediatamente me veré obligado a llamar a la policía.
Perdone, pero esta vivienda fue vendida hace siete días y el nuevo dueño quiere instalarse esta semana. Así que por favor, si nos deja hacer nuestro trabajo, todo irá sobre ruedas…
¡Desahuciado! Entre los cajones encontró una cajita que contenía cartas escritas por Marta Rubens, dirigidas a Janina… y el diario de su mujer, lo dejaba bien al descubierto, dos largos años de relaciones. ¡Joder, qué ciego había estado! Se habían burlado de él y lo más probable, vamos, no cabía duda alguna, ¿no eran bastantes pruebas?, seguro que ahora estarían en cualquier parte del planeta, disfrutando de su amor con el dinero de él. Se imaginaba unos parajes paradisíacos en el Caribe. Le estaba bien empleado por jugar con los sentimientos de las personas. ¡Sí señor!, era la puta realidad, no valían lamentaciones, ni llantos…, ¡a joderse tocan!
Encontró la carpeta con el manuscrito de su recién acabada novela y le cambió el título sin pensárselo dos veces. Escribió despacio y con buena letra: Perdido en la eterna oportunidad y la firmó con el pseudónimo de “Hechopolvo”.
Había cambiado cuatro veces el título, primero fue Entre piedras y arena, hojas y mariposas, luego Perro de Cartón y más tarde El Sueño de Perroloco. Ahora ya le había puesto el más correcto y leal a la historia, sólo faltaba que las editoriales estuvieran de acuerdo con él.
Desde una de las ventanas del edificio asomó el busto imponente de una hermosa muchacha, que le sonrió y le saludó con la mano abierta.
Andrés, ¿qué ocurre?, ven, sube a tomar un café…
Se encaminó a la casa de la vecinita, quién sabe, la última vez fue muy afable y cariñosa con él…

Un comentario sobre “El Reflejo de los sueños en lunas rotas (III y última parte)”

  1. ¡Vaya, macho! El tema es la eterna búsqueda de la mujer (Peligrosillo asunto). Al final, parece ser que seguiste el sonido de los tacones en la escalera, los de la amable vecinita. Otro tema transcendental de la literatura universal.

    Muy buen relato. Sólo un comentario un poco absurdo, pero útil para quién lee. Doble espacio y separación entre párrafos. Si, ya sé que es un comentario que no está a la altura del texto magnífico que acabo de leer, pero creo que mis ojos y yo lo necesitan.

    Un saludo, me inclino y me quito el sombrero ante vos, maestro Perro.

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