El Señor Rodríguez sufre de un dolor de cabeza insoportable. La noche del insomnio es larga, muy larga para él. Se mete en la boca una aspirina. Se acerca al velador y abre el primer cajón. Saca una fotografía. La mira. La vuelve a guardar en el primer cajón del velador. La noche sigue siendo un largo insomnio para él. Así que toma la determinación de quitarse el pijama y vestirse para salir a la calle. La noche es oscura.
El Señor Rodríguez pasea por una alameda donde jóvenes parejas se están besando. Ellos ensimismados mirando los ojos de ellas. Ellas entrecerrando los ojos para que los besos sean más profundos.
Nadie mira, para nada, al Señor Rodríguez que sigue sufriendo, cada vez más, un profundo dolor de cabeza pensando… !siempre!… en la fotografía guardada en el primer cajón de su velador. La luna es pálida. La cara del Señor Rodríguez es como la luna pálida. El dolor de cabeza sigue aumentando y se mete, de un solo puñado, tres aspirinas más.
Las aguas del río van transcurriendo lentamente. Los minutos son eternos y le están golpeando en el cerebro como si de martillos pilones se trataran. El Señor Rodríguez, que nunca pensó en nadie más que en él, ahora está dándose cuenta de que nadie se para a saludarle. Ni tan siquiera una sonrisa. El Señor Rodríguez se asoma a la barandilla del puente. Una pareja de patos (hembra y macho) nadan tranquilamente. La luna es pálida. El Señor Rodríguez está decidido a lanzarse al vacío mientras la fotografía permanece, secretamente guardada, en el primer cajón de su velador.
El Señor Rodríguez cierra los ojos. Ya lo tiene bien decidido. Sólo un paso más. Sólo un paso más hacia el vacío… y a nadie, absolutamente a nadie, le interesa si da o no da un paso hacia el vacío mientras la luna pálida alumbra la corriente del río donde alguna niña de los extrarradios de la Gran Ciudad ha dejado caer un oso de peluche al que le faltan los dos ojos de cristal.
En el cristal de las aguas del río, el Señor Rodríguez ve reflejado su pálido rostro mientras a nadie le interesa ya si da o no da un paso hacia el vacío porque para la vida de los demás no es nada interesante saber si hay un Señor Rodríguez más o un Señor Rodríguez menos en la Guía Telefónica de Madrid.
Sólo un paso hacia el vacío mientras la fotografía permanece oculta en el primer cajón de su velador y el dedo índice de la mano derecha de alguien está buscando un número telefónico en dicha guía. Pero no. No es el número telefónico del Señor Rodríguez el que tan ávidametne está buscando el dedo índice de aquella mano femenina cuya fotografía está oculta en el primer cajón del velador del Señor Rodríguez. Ella tiene, en su mano izquierda, un texto dedicado a ella con el título de “Lina”. Es una poesía. La está leyendo nerviosamente mientras con el dedo índice de su mano derecha busca el número 912 112 233. Es como si los Ángeles de Dios la estuvieran ayudando a salir de aquel laberinto del Castillo de las Rosas Rojas de su Fantasía.
Un paso más hacia el vacío y un Rodríguez menos en la Guía Telefónica de Madrid mientras ella encuentra, por fin, el nombre del hombre al que está amando. En el televisor, que está encendido, radio televisión española, Canal 1, está emitiendo un reportaje sobre el ex-baloncetista Emiliano Rodríguez, del Real Madrid.
– ¿Hola?.
– ¿Sí?.
– ¿Eres tú?.
– Sí.
El reloj de la cocina marca las diez menos diez de la mañana…