Nos reciben las tardes empezadas
que se suceden súbitamente acometidas
en el muro del color de las promesas
lo mismo que una espuma en la pregunta:
¿Quiénes son los rostros de estos vivientes
que nos dicen los años que sostenemos?.
Hay quien habla, también, de lo sagrado
en estos días que ocurren en el tiempo.
Cada cuerpo es un fondo sulfuroso
de palpitantes momentos bajo el cielo;
las tardes inauguran los hablares
del espíritu impreso en cada escena
y la imagen de estos nuestros breves días
nos recuerdan maneras de comprender
la sombra de los ojos diletantes
que estremecen de sueño las edades.
Nueva disposición en estas tardes sazonadas
en lo curioso del símbolo intencionado;
la experiencia nos dice que somos cuerpos
expresándonos con deseo de propia historia
y suenan las campanas del propósito
en la cumbre del clima ya sin sol.
El invierno del ahora ha llegado
como mundo de recuerdos muy cercanos.
Levantémonos tranquilos del ensueño
con el corazón enseñándonos caminos,
que del regreso hay intimidad latente
en el fondo del tiempo y la vida entera.
Poco queda ya de entre las flores
porque no somos los mismos del entonces
y juntamente con la esperanza exaltada
nos quedan transiciones de común empeño.
Me digo que la libertad es todo aquello
que somos cuando dedicamos a la memoria
nuestros nombres finalmente imaginados
en el cielo roto de estas grises tardes
del trazado estremecido por las sombras.
Y en esta historia de la vida nos quedamos
aprendidos en la orientación de este momento.