Si me faltan esperanzas para
entender a este rubí,
será porque se ha convertido
en ladrillo;
en triste cutre de acero,
en calma doméstica,
en curvas paredes, en manos con sangre,
en recorte,
en números suicidas, fechas, días y direcciones,
en el Manifiesto de un perfume,
en él y compañía,
en baños con glicerina,
en laureles,
en cátedras de etiqueta,
en ojos de papel de triste arlequín.
Se ha convertido en la tinta
del dolor con que escribía;
en agendas sin apuntes,
en el sol de mediodía,
en los trenes que dejan huellas
de humo indelebles
en el cuello,
borde y teflón,
botón y final.
En el papel de aluminio
que envuelve a todas las servilletas,
y las quema,
preciosas,
en la cúspide del fósforo español.
Se ha convertido en sabiduría,
en el sueño de una lágrima equivocada,
en enchufes que matan,
en pelucas, zócalo y jazmines,
en desgracia, en fastidio.
En tristeza.
En espuma, en madera,
en velas, en cartas y vestidos;
en esencias y en piedad.
En el cuento sin contar,
en el hielo sin derretir,
en la cama in soñar. En cadáveres.
En hojas, en cintas y esqueletos
de lo que antes era sonrisa.
En un farol desanimado,
en carencia, en ladridos, sábanas
y carteles.
En mi, me.
En postres sin sabor, en venas
que no riman, en catedrales de
espasmo, en tiempo, en lunares
oscuros,
en tumba cortesana, en el
prototipo de un ser “estándar”,
en desilusión.
En tango y diablo.
En una pausa que terminará
siendo pausa de mi misma;
en el filo que corta el desastre,
en la materia perdurable del
destino.
En un mes de creer que no existo.
En un mes.
Se ha convertido en ladrillo. Perdura.
!perfecto Celeste!. Criticas el consumo pero haces un gran recorrido por las esencias de las energías humanas. Casualmente acabo de tener la experiencia de haber vivido un mes de creer que no existo y… ¿sabes, Celeste?… me ha sido imposible olvidar las esencias perdurables de nuestras existencias. Apartándose de las tumbas encontramos las estrellas pero siempre que estamos ausentes nos hacemos presencia en esas precisiones que tú expones con brillantez: curvas paredes, calmas domesticadas, suicidas de la noche, cátedras de etiquetas, arlequines sin fin, humos indelebles y tantos y tantos trenes dejando las verdaderas huellas de nuestra personalidad. Celeste: al final de tanto ladrillo y tanto zócalo y tanto jazmín… encuentro a una persona perdurable en su magia. Eres tú, compañera vorémica…
Para mi es un canto a la magia perdida en la monotonía del día a día.
Delicioso ese “En tango y diablo.”
Muy bueno, linda.
Acumulamos inmensos conocimientos sobre la vida y sus devenires. ¿qué bien lo expresas! Me gusta el ritmo en columna, como si se fueran apilando los profundos sentidos de esta existencia. ¡Genial!