En polvo se convirtieron.

William Shakespeare escribió: “Nadie admira la celeridad, como no sea el negligente”. ¿Fue una premonición del dramaturgo inglés? Ya he escrito mucho sobre el pasado siglo XX, pero no importa volver a tocar el tema para dejar bien sentado que la “carrera de caballos” siempre termina en “parada de burros”. Eso es algo que aprendí de mi suegra Lucy. Efectivamente, vivir la vida de manera desenfrenada termina siempre en un final trágico y hasta patético. Como dice Raúl del Pozo, refiriéndose a Fernando Arrabal, “quien come como dadá, muere”. Algunos llaman a la vida “tren de mercancías”, pero lo cargan tanto de mercancías que terminan por descarrilar en cuanto llegan las curvas peligrosas. ¿Sabéis a lo que me refiero? Fue algo muy “normal” en el pasado siglo XX.

Recurro de nuevo a mi amigo Jaime Fernández Garrido: “El valor sublime del tiempo. Todos sentimos que los años, los días, las horas y los momentos se nos escapan de entre las manos”. Cuando se vive a una velocidad superior a los mil kilómetros por hora esa frase se convierte en realidad. Y, como dice Jaime, “el único que nos puede enseñar a vivir para siempre es Jesucristo”. No lo digo yo sino que lo dice la experiencia de un joven de 18 años de edad (yo mismo) que vivo mi existencia al “tran tran”, frase de mus que viene muy bien como ejemplo. Solamente los negligentes, los que no entienden nada de lo que verdaderamente es gozar de la vida, aman la celeridad como única expresión vital. ¿Celeridad para qué? ¿Para acabar como “El Pirri”?

En la historia de la filmografía nacional española, “El Pirri” parecía tener un gran futuro como actor (aunque fuese solamente para interpretar papeles de marginados a tope) pero, por vivir más rápido que el viento, terminó a sus escasos veinte años de edad, muerto en un descampado madrileño con una aguja hipodérmica pinchada en una de las venas de uno de sus brazos. ¿Merece la pena terminar de esa manera tan trágica y tan patética mucho antes de llegar siquiera a los 30 años de edad? Caso como el de “El Pirri” se han dado muchísimo en el pasado siglo XX. ¿Quién conducía sus vidas cuando terminaron mortalmente estrellados? No eran ni ellos ni ellas. Era la obcecación de no querer saborear la vida despacio, con fruición, sacando todo el jugo y la salsa que contiene la misma. Ya se sabe que “por vivir a mil naciendo en enero no llegas ni a abril”.

John Lennon se creía, todo lleno de soberbia y prepotencia, que él era el mejor y mayor ejemplo, en toda la Historia Universal, como líder de una juventud que le idolatraba y le elevaba a la cúspide de la LSD; pero la LSD era mucho más poderosa que John Lennon. ¿Qué fue de John Lennon y de todos sus fanáticos y fanáticas seguidores? Polvo. Nada más que polvo. Solamente polvo y nada más.

¿Y si preguntas a la juventud actual quién es Arrabal? ¿Qué recuerdan de Arrabal? Lo único que saben de él, si es que saben algo, es que era un “arrabalero” de la Literatura. Raúl del Pozo lo define bien: “un dios bajito, errante y goyesco”. Con sus 81 tacos a cuestas sus libros son, hoy en día, olvido de bibliotecas de tercera categoría. Si Arrabal fuese futbolista no habría pasado jamás de la Tercera Regional y no Preferente precisamente. Incluso con mi cuento titulado “El tonto del arrabal” se saborea mejor la Literatura que con las “majaderías arrabalescas”. ¿Qué valor tiene lo que escribe Arrabal? Polvo. Nada más que polvo. Y como del polvo sólo obtenemos vanidad pues eso… que sólo los negligentes aman la celeridad.

En la serie televisiva “Tocado por un ángel” existe un capítulo donde éste (protagonizado por Roma Downey) responde: “El cielo comienza en el lugar que te encuentras con Él”. Lo puedo afirmar por experiencia propia. Aún sigo teniendo 18 años de edad y aún sigo coleccionando cromos de futbolistas; pero estoy ya muy bien lejos de Arrabal y otros de su estilo. Soy el coleccionista incorregible de cosas sustanciosas para vivir mejor y más dulce. Por ejemplo, bolsitas de azúcar de los cafés con leche.

Enciendo, de vez en cuando, un cigarrillo… pero no para fumarlo sino para ver cómo el humo (la vanidad humana) desaparece rápidamente en la nada. Hacer esto sirve para pensar mucho. Y si Francisco de Goya y Lucientes estuviera, hoy , sentado a mi lado mientras saboreo mi café con leche, le demostraría sin ninguna clase de vanidad que vale mil veces más mi “Greta” que su “Maja desnuda” por muy desnuda que la haya pintado o precisamente por eso mismo. Para pintar una desnuda prefiero hacerlo con una idea. Por ejemplo: “Solo vale lo que no resbale”, que es como decir que tengáis cuidado para no resbalar y caer en el vacío del cual nadie os podrá sacar.

A mí, particularmente y como no soy Jesucristo, no me interesan para nada las ovejas perdidas sino que sólo me interesan las ovejas que no se quieren perder. Y eso solamente porque soy un verdadero cristiano y un cristiano verdadero.

5 comentarios sobre “En polvo se convirtieron.”

  1. -+mi abuela materna.- fantástico, niet, nuncs me defraudas y en este sentido de abuelita amorosa aprovecho la ocasión para felitarta por haber cumplido con tu promesa de escribir, particularmente pensando en mí, el fantástico relato tituladojudas el cer. cumpliste tu promesa e hiciste un relato todavía mucho mejor de lo que se esperaba de ti. un beso nuy fuerte y gracias.

  2. Mi abuela materna: más entendible, nieto. Fantástico, nieto, nuncs me defraudas y en este sentido de abuelita amorosa aprovecho la ocasión para felitarte por haber cumplido con tu promesa de escribir, particularmente pensando en mí, el fantástico relato titulado Judas “El Cero”. Cumpliste tu promesa e hiciste un relato todavía mucho mejor de lo que se esperaba de ti. Un beso nuy fuerte y gracias.

Deja una respuesta